Aparecí por la oficina el siguiente día. Suspiré varias veces mientras me removía inquieta en el ascensor, esperando llegar a la última planta.
Estaba muy nerviosa y mis temblores fueron en aumento a medida que mis tacones resonaban por el pasillo en dirección al despacho de Natalia.
Golpeé mis nudillos suavemente contra la madera oscura del portón y nadie contestó. Dudé mucho si abrir o no, pero antes de poder tomar una decisión mis manos ya habían girado el picaporte.
Asomé la cabeza y me encontré con la figura de la morena de espaldas a mí, con la mirada perdida en el gran ventanal que cubría aquella sala tan blanca.
Carraspeé mi garganta y ella suspiró sin girarse. Di unos cuantos pasos hacia el interior y cerré la puerta a mis espaldas mientras permanecía apoyada en ella.
-¿Qué quieres, Alba?-Le escuché murmurar desde su posición. Fruncí el ceño confundida y abrí la boca dudosa.
-¿Cómo sabes que soy yo?-Pregunté en un susurro.
-La única que entra sin permiso en estas oficinas eres tú.-Dijo obvia. Rodé los ojos y me acerqué a ella.
-¿Cómo estás?-Rompí el hielo. Movió su cabeza y me mostró su perfil.
-Bien.-Me contestó con desgana.-¿Y tú?
-Pues preocupada.-Admití, quedando a la altura de su escritorio transparente.
-¿Y eso?
-¿Me estás vacilando?-No entendía porqué fingía que no había pasado nada.-¿Has hablado con Joan?
Se giró por fin y me miró a los ojos. Tenía la cara descompuesta y se notaba que no había dormido nada la noche anterior.
-Sí, he hablado con él.-Me confesó, jugando con los anillos de su mano.
-¿Y?-Me estaba impacientando.
-Estoy durmiendo en un hotel.-Soltó una risa irónica.
-¿Qué?-No me salía la voz. Negué con la cabeza sin entender.-Pero, ¿le has dicho lo nuestro?
-¿Tú qué creías?-Se puso a la defensiva.-¿Qué iba a ocultarlo?
-Pero...
-Se lo prometí, Alba.-Suspiró y se sentó en su silla, dejándome a un costado de su mesa.-Hay cosas que no sabes y por eso no lo entiendes.
-Explícamelo.-Exigí, acercándome a ella.
-El día que fuimos al sitio donde trabajabas.-Comenzó.-Esa mañana me dijo que te había conocido y que tenía que ayudarle a buscar una excusa para verte. Yo me burlaba de él porque no creía que fueras para tanto pero, bueno, si lo eres.
Escondí una sonrisa tímida y me situé a su lado, recostándome sobre el borde de su mesa.
-¿Entonces?-La animé.
-Cuando pasó lo del mechero sospechó de mis intenciones y me hizo prometer que no tendría nada contigo. Yo no le tomé importancia y acepté el trato.
-¿Por qué no lo cumpliste?-Intentaba transmitirle tranquilidad a través de mi tono dulce.
-No lo sé.-Negó con la cabeza.-El caso es que se ha enfadado y me ha echado de casa.
-Pero es tuya.
-Es de los dos.-Me corrigió.-Joan ha pagado su parte.
-No puede hacerte eso.-Me encogí de hombros.
-Peores cosas le he hecho yo.
-Quédate en mi casa.-Solté sin filtro. Abrió mucho los ojos y me miró como si estuviera loca, pero ya no podía retractarme.
-No.-Apartó su mirada de la mía, dejándola clavada en el suelo. Me agaché para quedar a su altura entre sus piernas y me apoyé en sus rodillas.
-Tú me ayudaste dándome un trabajo.-Le recordé.-Yo no puedo permitir que vivas en un hotel.
-Tengo dinero.-Se mordió las uñas nerviosa. Aparté su mano de la boca y la acaricié entre mis dedos.
-No somos nada.-Confesé, porque eso es lo que ella quería escuchar.-Y no lo seremos porque te vengas conmigo hasta que arregles las cosas con Joan.
-Si vivo contigo y se entera, no me va a perdonar nunca.-Suspiró.
-Bueno, no me importa el tiempo que te quedes.-Me encogí de hombros.-Te he cogido cariño.
Sonrió tímidamente y apartó su mirada, haciendo que me derritiera por ella. Coloqué un mechón de pelo detrás de su oreja y le acaricié la mejilla con mi pulgar con delicadeza, con algo de miedo de que se rompiera.
-Eres demasiado buena persona, Alba.-Me susurró, como si quisiera que sólo yo lo escuchara.-No entiendo porqué la vida te ha tratado tan mal.
-Tampoco sabes mucho de ella.-Me retorcí incómoda, no me gustaba que se metiera en ese tema.
-Puedo intuirlo.
Me miró con ternura y yo suspiré frustrada. Me había prometido a mí misma alejarme de ella y la había invitado a vivir en mi propia casa.
-¿Vas a venir?-Pregunté, desesperada por saber su decisión.
-Si me prometes que me harás esa crema de champiñones que tanto me gusta.
-Trato hecho.-Le ofrecí mi mano a modo de conclusión y la estrechó con ganas, soltando una risita.
-¿Te espero a la salida y vamos juntas?-Me sorprendió mucho su oferta, me resultaba tan surrealista aquello que me faltaría tiempo suficiente para asumirlo todo.
-Claro.-Murmuré mientras me levantaba. Dejé un beso delicado sobre su mejilla y me dieron ganas de quedarme allí para siempre, pero me aparté entre bufidos.
Me miraba desde abajo con una sonrisa y me alejé de ella hasta la puerta. Movía las caderas al caminar y sabía que me estaba observando detalladamente, quizá lo hacía por eso.
Puse mi mano en el picaporte y la dejé allí mientras permanecía de espaldas a ella, pensando.
-Ah, por cierto.-Me giré, levantando mi dedo índice al aire.-Sólo tengo una cama.
Y salí de allí sin esperar ver la reacción de la morena. Sonreí triunfante mientras me tiraba sobre mi silla.
Me llevé las manos a la cabeza y solté una risa. Mis compañeros me miraban confundidos pero decidí ignorarlos completamente.
No tenía ni idea de que coño acababa de hacer.
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