XXVII

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Aparecí por la oficina el siguiente día. Suspiré varias veces mientras me removía inquieta en el ascensor, esperando llegar a la última planta.

Estaba muy nerviosa y mis temblores fueron en aumento a medida que mis tacones resonaban por el pasillo en dirección al despacho de Natalia.

Golpeé mis nudillos suavemente contra la madera oscura del portón y nadie contestó. Dudé mucho si abrir o no, pero antes de poder tomar una decisión mis manos ya habían girado el picaporte.

Asomé la cabeza y me encontré con la figura de la morena de espaldas a mí, con la mirada perdida en el gran ventanal que cubría aquella sala tan blanca.

Carraspeé mi garganta y ella suspiró sin girarse. Di unos cuantos pasos hacia el interior y cerré la puerta a mis espaldas mientras permanecía apoyada en ella.

-¿Qué quieres, Alba?-Le escuché murmurar desde su posición. Fruncí el ceño confundida y abrí la boca dudosa.

-¿Cómo sabes que soy yo?-Pregunté en un susurro.

-La única que entra sin permiso en estas oficinas eres tú.-Dijo obvia. Rodé los ojos y me acerqué a ella.

-¿Cómo estás?-Rompí el hielo. Movió su cabeza y me mostró su perfil.

-Bien.-Me contestó con desgana.-¿Y tú?

-Pues preocupada.-Admití, quedando a la altura de su escritorio transparente.

-¿Y eso?

-¿Me estás vacilando?-No entendía porqué fingía que no había pasado nada.-¿Has hablado con Joan?

Se giró por fin y me miró a los ojos. Tenía la cara descompuesta y se notaba que no había dormido nada la noche anterior.

-Sí, he hablado con él.-Me confesó, jugando con los anillos de su mano.

-¿Y?-Me estaba impacientando.

-Estoy durmiendo en un hotel.-Soltó una risa irónica.

-¿Qué?-No me salía la voz. Negué con la cabeza sin entender.-Pero, ¿le has dicho lo nuestro?

-¿Tú qué creías?-Se puso a la defensiva.-¿Qué iba a ocultarlo?

-Pero...

-Se lo prometí, Alba.-Suspiró y se sentó en su silla, dejándome a un costado de su mesa.-Hay cosas que no sabes y por eso no lo entiendes.

-Explícamelo.-Exigí, acercándome a ella.

-El día que fuimos al sitio donde trabajabas.-Comenzó.-Esa mañana me dijo que te había conocido y que tenía que ayudarle a buscar una excusa para verte. Yo me burlaba de él porque no creía que fueras para tanto pero, bueno, si lo eres.

Escondí una sonrisa tímida y me situé a su lado, recostándome sobre el borde de su mesa.

-¿Entonces?-La animé.

-Cuando pasó lo del mechero sospechó de mis intenciones y me hizo prometer que no tendría nada contigo. Yo no le tomé importancia y acepté el trato.

-¿Por qué no lo cumpliste?-Intentaba transmitirle tranquilidad a través de mi tono dulce.

-No lo sé.-Negó con la cabeza.-El caso es que se ha enfadado y me ha echado de casa.

-Pero es tuya.

-Es de los dos.-Me corrigió.-Joan ha pagado su parte.

-No puede hacerte eso.-Me encogí de hombros.

-Peores cosas le he hecho yo.

-Quédate en mi casa.-Solté sin filtro. Abrió mucho los ojos y me miró como si estuviera loca, pero ya no podía retractarme.

-No.-Apartó su mirada de la mía, dejándola clavada en el suelo. Me agaché para quedar a su altura entre sus piernas y me apoyé en sus rodillas.

-Tú me ayudaste dándome un trabajo.-Le recordé.-Yo no puedo permitir que vivas en un hotel.

-Tengo dinero.-Se mordió las uñas nerviosa. Aparté su mano de la boca y la acaricié entre mis dedos.

-No somos nada.-Confesé, porque eso es lo que ella quería escuchar.-Y no lo seremos porque te vengas conmigo hasta que arregles las cosas con Joan.

-Si vivo contigo y se entera, no me va a perdonar nunca.-Suspiró.

-Bueno, no me importa el tiempo que te quedes.-Me encogí de hombros.-Te he cogido cariño.

Sonrió tímidamente y apartó su mirada, haciendo que me derritiera por ella. Coloqué un mechón de pelo detrás de su oreja y le acaricié la mejilla con mi pulgar con delicadeza, con algo de miedo de que se rompiera.

-Eres demasiado buena persona, Alba.-Me susurró, como si quisiera que sólo yo lo escuchara.-No entiendo porqué la vida te ha tratado tan mal.

-Tampoco sabes mucho de ella.-Me retorcí incómoda, no me gustaba que se metiera en ese tema.

-Puedo intuirlo.

Me miró con ternura y yo suspiré frustrada. Me había prometido a mí misma alejarme de ella y la había invitado a vivir en mi propia casa.

-¿Vas a venir?-Pregunté, desesperada por saber su decisión.

-Si me prometes que me harás esa crema de champiñones que tanto me gusta.

-Trato hecho.-Le ofrecí mi mano a modo de conclusión y la estrechó con ganas, soltando una risita.

-¿Te espero a la salida y vamos juntas?-Me sorprendió mucho su oferta, me resultaba tan surrealista aquello que me faltaría tiempo suficiente para asumirlo todo.

-Claro.-Murmuré mientras me levantaba. Dejé un beso delicado sobre su mejilla y me dieron ganas de quedarme allí para siempre, pero me aparté entre bufidos.

Me miraba desde abajo con una sonrisa y me alejé de ella hasta la puerta. Movía las caderas al caminar y sabía que me estaba observando detalladamente, quizá lo hacía por eso.

Puse mi mano en el picaporte y la dejé allí mientras permanecía de espaldas a ella, pensando.

-Ah, por cierto.-Me giré, levantando mi dedo índice al aire.-Sólo tengo una cama.

Y salí de allí sin esperar ver la reacción de la morena. Sonreí triunfante mientras me tiraba sobre mi silla.

Me llevé las manos a la cabeza y solté una risa. Mis compañeros me miraban confundidos pero decidí ignorarlos completamente.

No tenía ni idea de que coño acababa de hacer.

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Aprender. | Albay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora