Los días en la oficina pasaban y yo cada vez me sentía algo más cómoda con mi trabajo. Conocí a una compañera llamada Africa, una chica morena que trabajaba en una sección diferente. Nos habíamos hablado por casualidad en la máquina expendedora de la planta inferior y habíamos congeniado bastante bien. Era muy simpática y su humor sarcástico me parecía lo más.
No tuve mucho contacto con el resto de los empleados pero alguno que otro se paraba a presentarse y me deseaba buena suerte. Yo les respondía amablemente y sin problemas.
Natalia me dejó libre cuando vio que me manejaba perfectamente y sólo la veía cinco minutos al día, lo justo para que me entregara las tareas y se marchara.
El viernes por la tarde tanto Joan como yo teníamos libre y me invitó a una reunión de amigos que organizaba en su casa. Dudé mucho si ir, no conocía a nadie y me resultaría algo incómodo, pero el pobre tenía muchas esperanzas y no pude decirle que no.
Me mandó un mensaje explicándome que no podía pasarme a buscar y yo bufé frustrada, pero lo solucionó rápidamente informando que mandaría a Natalia, la chica acababa de terminar de trabajar y no tenía problema en pasar por allí, le pillaba de camino.
Y allí estaba yo, montada en el coche de mi jefa, la cual llevaba sin intercambiar palabra desde hace unos días. Me había sorprendido verla conducir, tenía el aire elegante que tanto la caracteriza, pero iba relajada y tranquila.
Tenía un Audi deportivo blanco bastante bonito, el interior estaba tapizado con cuero y los asientos eran muy cómodos. En el momento de subirme pude sentir perfectamente su olor impregnarse en mi nariz como un aroma nuevo y a la vez ya conocido.
Estábamos en silencio, supuse que no quedaba ningún tema de conversación posible y sólo se limitó a poner música de Billie Eilish y a tararear distraída sus canciones.
La miraba de reojo un par de veces, intentaba que no me descubriera pero me pillaba, era demasiado evidente. Soltaba una sonrisa torcida y negaba con la cabeza divertida.
-No conozco a ninguno de tus amigos.-Murmuré, rompiendo el silencio.
-Son los amigos de Joan.-Me corrigió. Fruncí el ceño.-Y hay algunos que son de la oficina, María, la recepcionista, por ejemplo.
-No he hablado con ella en mi vida.-Me reí.
-Es un personaje, ya la conocerás.
Llegamos a la casa y, al salir del coche, podía escuchar el murmullo de las voces y la música y fruncí el ceño, no sabía que se trataba de una fiesta.
Entré detrás de Natalia y pude divisar un par de perdonas a través de la puerta del salón y me tensé, nunca me había considerado un ser sociable.
Me pegue a la morena como una lapa y juntas entramos a la sala, intentó fingir una sonrisa y saludaba a todos, presentándomelos amablemente, cosa que agradecí.
-¡Hombre!-Escuché detrás de mí.-Si es la chica de la ofi.
Me giré y vi a la recepcionista con una cerveza en la mano, estaba bailando mientras levantaba los brazos, se veía muy distinta a como estaba normalmente.
-Hola.-Era muy tímida.-Me llamo Alba.
-Lo sé, me lo ha dicho esta señora.-Señaló a Natalia, que permanecía a mi lado, y gruñó un poco mientras rodaba los ojos.
-¿Quieres algo de beber?-Me preguntó, muy cerca de mi oído. Asentí y me dejó sola con la rubia para ir a por lo que supuse que eran nuestras bebidas.
Conversé con la tal María y resultó ser una chica de los más divertida, hablaba de las cosas sin filtro y me animó incluso a bailar, cosa que no había hecho nunca.
Joan apareció y sonrió grande al verme, acercándose a mí y dándome un cálido abrazo mientras me preguntaba por el día.
Natalia volvió con dos vasos en la mano y me tendió uno, le agradecí el gesto y nos sentamos todos juntos en el sofá.
-Bueno.-Exclamó un chico castaño, tenía barba y parecía llevarse muy bien con Joan.-¿Quién se anima a una ronda de chupitos?
Todos gritaron emocionados y yo miré a Natalia con algo de pánico. Se encogió de hombros y cogió dos de ellos, invitándome a beber con ella.
Pasamos la noche entre risas y me sorprendió la facilidad que tuve para integrarme. No era un grupo pero se veía que se lo pasaban bien juntos y eso era agradable, yo nunca había tenido algo así.
La morena había pegado su espalda al sofá y yo la miré, imitando su acción tiempo después y encerrándonos en nuestra burbuja.
-¿Qué te pasa?-Le pregunté, ella negó con la cabeza.
-Estoy cansada.
-Bueno, es tu oportunidad para ser amable con la gente.-Bromeé.
-Yo no sé cómo se hace eso, Alba.-Me miró intensamente y a mí me entró un escalofrío. Suspiró un poco y se levantó, supongo que para irse a fumar un cigarro.
Nunca había conocido a una chica tan extraña cómo Natalia. Parecía una persona totalmente distinta a como yo la percibía y eso, en cierto punto, me asustaba.
No apareció en mucho tiempo y yo me preocupé, pero parecía ser la única que se percató de su ausencia. La busqué por el patio sin éxito, me atreví a subir las escaleras pero tampoco estaba en ninguna de las habitaciones.
Bajé al garaje asustada y me la encontré allí, apoyada en el capó de su coche con los ojos cerrados. Me acerqué a ella despacio y le toqué el hombro, haciendo que pegara un bote y se cayera al suelo de lleno.
Me comencé a reír como una loca y ella me miró enfadada, sacudiendo su trasero al levantarse. Se cruzó de brazos y arqueó una ceja, poniéndome una mueca desafiante.
-¿Te parece gracioso?-Me preguntó. Asentí.
-Tendrías que haber visto tu cara, joder.-Me continuaba riendo de ella.
Rodó los ojos y se apoyó de nuevo, justo en frente de mí. Me llevé la mano a la tripa del dolor y solté unos quejidos entre carcajada y carcajada.
-¿Ya?-Dijo impaciente, viendo como calmaba mi respiración.
-La próxima vez no tardes tanto.-Me encogí de hombros.
-La enana se preocupa por mí.-Ironizó, fingiendo ternura. Le saqué la lengua.
-No soy enana, tú eres una jirafa.
Se incorporó y se acercó, poniéndose enfrente de mi cuerpo para medirnos. Me miró desde abajo y se burló, la cabrona me sacaba una cabeza.
Me puse de puntillas y tiré de ella hacia abajo, dejándola muy cerca de mi cara. Sonreí tiernamente y ella miró mis labios.
-Ahora somos iguales.-Susurré. Su miraba se intercalaba entre mi boca y mis ojos y parecía que se había quedado empanada.
Esperé a que hiciera algo pero se acercaba y se alejaba, dudando de sus intenciones. Me reí un poco y ella se tranquilizó. La sujeté de la cintura en un movimiento valiente.
No sabía si quería besarla por la cantidad de consecuencias que eso supondría, pero poco me importó cuando la tenía pegada a mis labios con necesidad.
