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Comencé a despertarme al escuchar un ruido lejano y me removí sobre la cama, encontrándome a Natalia completamente pegada a mi cuerpo. Sonreí levemente y me acurruqué contra ella hasta que un timbre retumbó por toda la casa.

Fruncí el ceño y me froté los ojos para después levantarme en dirección a la puerta. Abrí sin mirar quien era y me asusté al encontrarme a Joan en mi portal.

-Hola, Alba.-Me sonrió con tristeza. No supe como reaccionar y comencé a pensar en que tenía a la morena de fugitiva en mi habitación.

-Eh, Joan.-Entrecerré para que no quisiera atreverse a entrar.-¿Qué haces aquí?

-Necesito hablar contigo.-Me explicó.-¿Puedo pasar?

Suspiré y le dejé atravesar el marco hasta pisar el parqué de mi casa. Casi le empujé al sofá para evitar que escuchara algún ruido en mi habitación.

-¿Qué pasa?-Pregunté, sentándome en el sofá mientras movía mi pierna nerviosa.

-No sé cómo hablarte de esto.-Suspiró.-Igual ya lo sabes, pero...

-¡Alba!-Cerré los ojos con fuerza al escuchar el grito de Natalia, que cruzaba el pasillo a paso ancho.-¡Ven aquí!

Asomó su cabeza hacia el salón y, al ver a su amigo, abrió mucho la boca y comenzó a parecerse a una especie de tomate de huerta.

-¿Natalia?-El chico parecía sorprendido, pues la miraba de arriba a abajo con la cara descompuesta.

-Mierda.-Murmuró la morena en alto. Había colapsado y no sabía cómo reaccionar.

-¿Qué coño haces aquí?-Me miró confundido y yo me encogí de hombros, esto no debería haber sido así.

-Alba...-Me pidió ayuda, pero yo tampoco tenía ni idea.

-Esto es el puto colmo.-Soltó entre risas irónicas.

-Joan.-Hablé.-No es lo que parece.

-¿Y qué parece?-Tenía algo de rencor en su tono de voz.-Os estáis riendo de mí en mi puta cara.

-Natalia estaba en un hotel y le ofrecí venirse aquí hasta que las cosas se solucionaran.

-¿Lo sabes todo?-Cuestionó con temor. Asentí avergonzada y gruñó, llevándose las manos a la cabeza.

-Pero Natalia no tiene la culpa de esto.-Advertí.-Yo no sabía que te gustaba, lo siento.

-Ella sí.-La señaló.-Y aún así no pudo aguantarse las ganas de follar.

-¡No ha sido así!-Se pronunció la morena.-Deja de decir que fue un puto calentón.

-A ti no te va el rollo romántico.-Se rió sarcásticamente.

-No tiene nada que ver.

-Te pedí que dejaras a Alba.-Suspiró, haciendo como si no estuviera allí.-Para una puta chica que me gusta de verdad y me jodes de esta manera.

-Lo siento.-Susurró cabizbaja la morena.

-¿Cuántas veces han sido?-Ahora se dirigía a mí.

-Dos.-Respondí con sinceridad. Bufó decepcionado.

-Pero no lo he hecho por follar y ya, Joan.-Murmuraba la morena, jugando la tela de su sudadera.

-¿Entonces?

-Me gusta de verdad.-Confesó, dejándome totalmente de piedra.

-¿Qué?-Susurró sorprendido.

-Lo siento, pero no he podido negar mis sentimientos.-Suspiró.-Me gusta mucho Alba.

-Pero...-Balbuceaba.-Tú no quieres a nadie.

-Ya lo sé.-Se encogió de hombros.-Lo siento, Joan.

-Pero, ¿Cómo ha pasado?

-¿La has visto?-Me miró con ternura y yo fruncí el ceño visiblemente confundida, pero acabé contagiándome de sus ojos.

Joan alternaba su mirada entre su cara y la mía y suspiró rendido. Recogió su chaqueta del sofá y se colocó el pelo antes de decir.

-Os entiendo.-Confesó.-Ahora lo entiendo.

-¿Qué?-Dije sin entender.

-Lo siento mucho, Natalia.-Se disculpó, observando a su amiga, que permanecía de pie en el salón.-Soy tu amigo, si te gusta Alba, yo no tengo nada más que apoyarte.

-Pero...

-Pensaba que era un calentón, pero veo que no, y espero que no me estés mintiendo.

Natalia negó con la cabeza y mostró una sonrisa tímida en sus finos labios. Se le aguaron los ojos y una lágrima resbaló por su mejilla hasta caer al suelo.

Joan la abrazó con fuerza y yo me descompuse, mirando la escena con demasiada ternura. El chico levantó su cabeza del cuello de Natalia y me miró, sonriéndome mientras me animaba a unirme.

Me estreché contra sus cuerpos y comenzamos a reír. Era una situación de lo más extraña pero, al mismo tiempo, muy bonita y emotiva.

-Me voy ya.-Se separó de nosotras.-Tendréis cosas de que hablar.

Sonrió enormemente y salió por la puerta, dejándonos solas entre el silencio de aquella casa. La contemplé y se removía inquieta.

-Bueno...-Me rasqué la nuca.-Ha ido bien.

-Supongo.-Se encogió de hombros.-¿Quieres desayunar?

Asentí despacio y salió corriendo a la cocina para huirme. La seguí y la abracé por la cintura, sintiendo como se tensaba alrededor de mis brazos.

-Eres súper mona.-Susurré, queriendo que sólo me escuchara ella.

Sentí su sonrisa y se separó de mí para mirarme a los ojos fijamente. Subió ambas manos y me acarició las mejillas con ternura.

-Siento haberte dicho eso así.-Se disculpó, fruncí el ceño.

-¿El qué?-Me hice la loca y ella sonrió incluso más.

-Qué me gustas.-Murmuró.

-No te he oído.-Hice un gesto con mi mano y arqueó una ceja.

-Me gustas.-Dijo un poco más alto.

-¿Qué?-Elevé la voz.

-¡Qué me gustas!-Gritó entre carcajadas. Sonreí en grande y me lancé a sus labios. Soltando un suspiro de alivio una vez unidos.

Era un beso totalmente distinto al que nos habíamos dado anteriormente, este demostraba sentimientos que antes no estaban ahí.

Nos quedamos toda la mañana en casa haciendo el payaso. Decidimos mantener las distancias y darnos espacio para poder adaptarnos y asumir que estábamos todo el día necesitando un contacto físico insoportable.

No me apetecía ir a trabajar aquella tarde pero mi jefa me obligó, amenazando con bajarme el sueldo si me quedaba en casa, fuera la causa que fuera.

Dios, perdón por la mierda de capítulo pero tengo muchísimo sueño, aún así no quería dejaros sin actualización. ❤️

Aprender. | Albay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora