XLVI

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Era uno de los muchos días en los que me tocaba trabajar hasta prácticamente la noche y en cierto modo me cansaba.

Ordenaba y ordenaba documentos con el afán de ignorar la monotonía que hacer aquello suponía. Natalia siempre ha sabido leerme muy bien y conocía perfectamente sobre este hecho, así que, muchas veces, me llamaba a su despacho para que ayudara con el reconocimiento de algunos cuadros.

Aún así, ese trabajo no me llenaba del todo. No había hecho migas más que con aquella chica morena de la segunda planta, Africa, y con la recepcionista María. Pero en general el ambiente era bastante malo en comparación con mi trabajo en la tienda.

Visitando a Julia un día me di cuenta que mi trabajo era de esos con los que siempre sueñas, pero que parecen tan aburridos que sólo te metes en ellos por dinero y no por vocación.

Recordé la conversación que tuve con Natalia en la casa de Joan. Cuando me comentó que era la jefa de la empresa por decisión de sus padres y me pregunté si le hubiera gustado dedicarse a algo distinto.

Apoyé mi frente sobre la mesa una vez terminé de ordenar aquellas dichosas facturas, pues había tardado más tiempo del realmente necesario. Al levantar la miraba vi un hombre delgado y alto dirigirse al despacho de la morena.

Su aire formal se notaba a leguas. Traía un traje bien cuidado y, por los rasgos de su cara y su escasez de pelo, pude deducir que tendría alrededor de cincuenta años de edad.

Entró sin llamar y fruncí el ceño, preguntándome si realmente se trataba de una falta de educación o un cargo superior.

Abrí los ojos en grande cuando até cabos en mi cabeza. Si Natalia era la jefa de aquella empresa, el único cargo superior que tendría sería su propio padre.

Dudé mucho si hacer algo o no, pues el hombre había cerrado la puerta con fuerza a sus espaldas y no se había escuchado nada más desde entonces.

Me levanté de la silla y caminé por el pasillo hasta su despacho con la excusa de que me diera algo más de tarea. Toqué la madera con suavidad y esperé alguna señal desde dentro.

La puerta se abrió bruscamente y me encontré con los ojos de aquel hombre mirándome con algo de rabia. Me encogí y me escondí detrás del montón de papeles que tenía entre mis manos.

-Eh, busco a la señorita Lacunza.-Murmuré con un hilo de voz, sospechando que no me escucharía.

-¿No te han dicho que no interrumpas las reuniones importantes?-Preguntó furioso.

-Alba.-La morena apareció detrás de la figura de su padre y le apartó cuidadosamente para quedar frente a mí.-¿Qué pasa?

-¿Ahora la llamas por su nombre de pila?-Acusó, señalándome con desprecio.-¿Qué clase de gentuza contratas?

-Son mis empleados, padre.-Suspiró ella, agarrando mi muñeca para que pasara dentro, pues el resto de mis compañeros se habían comenzado a agrupar a algunos metros con el objetivo de cotillearnos.

-Ya.-Rió irónicamente.

-¿Necesitas más?-Ignoró al hombre, señalando los folios. Asentí.-Ven.

Me llevó hasta su escritorio y tecleó un par de cosas en el ordenador hasta que escuché la impresora en funcionamiento, quedándonos completamente en silencio.

-Gracias.-Susurré cuando me tendió los folios nuevos. Me sonrió levemente y rozó sus dedos con los míos al cogerlos, provocándome un escalofrío.

-¿Ésta es tu nueva zorrita?-Soltó su padre a mis espaldas. Abrí los ojos y la miré en busca de ayuda, pero vi como su mirada comenzó a oscurecerse y me entró miedo de su reacción.

-¿Cómo la has llamado?-Preguntó, cerciorándose de que había escuchado bien.

-Qué asco me das, ya podrías haber salido cómo tu hermana Elena.-No paraba de decir barbaridades y tuve que cerrar los puños y apretar los labios para no soltar ninguna palabra que hiriera sus sentimientos de macho.

-No es ninguna zorra.-Le señaló, colocándose delante mía en una posición protectora.

-Todas las chicas con las que te acuestas son zorras porque sois unas lesbianas de mierda.-Soltó una carcajada irónica y sin gracia, haciendo que se me subiera la bilis hasta la garganta.

-Deja de hablar así.-Masculló. Hizo algo que me sorprendió, pues me agarró la mano ante la atenta mirada de su padre y entrelazó nuestros dedos.

Bajé la cabeza avergonzada y me escondí aún más detrás de ella. Se crearon unos segundos de silencio agonizantes, en los que las únicas protagonistas eran las miradas amenazantes entre padre e hija.

-¡Ésta es la puta con la que te has ido a vivir!-Afirmó el hombre, señalándome con el dedo de manera acusadora.

-¡Qué dejes de insultarla!-Gritó Natalia. Haciéndome saltar del susto.-No voy a permitir que hables así delante de mí.

-Eres una hipócrita, con todo lo que te hemos dado.-Masculló su padre.

-¿Qué me habéis dado?-Preguntó, visiblemente afectada.-¿Ganas de morir?

Levanté la cabeza sorprendida y apretó mi mano, tanto que me había comenzado a doler, pero en aquel momento poco me importaba. Agarré su brazo con mi otra mano y lo acaricié con mis dedos, intentando tranquilizarla.

-¡Desagradecida de mierda!-Insultó el hombre, proporcionándole una bofetada que se escuchó por toda la oficina. Natalia giró la cabeza ante el impacto y pude ver como comenzó a llorar en silencio.

-Padre, vete.-Susurró.-Te lo suplico.

-Olvídate de nuestro dinero.-Amenazó.-Y no volverás a ver a tus hermanos nunca más.

Salió por aquella puerta dando un portazo y me abalancé contra Natalia, agarrando los lados de su cara con ambas manos.

Acaricié sus mejillas con delicadeza y sequé sus lágrimas, pues había comenzado a llorar muchísimo más.

La acogí entre mis brazos como a una niña pequeña y lloré junto a ella, sin querer imaginarme la cantidad de cosas por las que tuvo que pasar.

-Cariño.-Susurré.-Si te quita el trabajo no pasa nada, podemos conseguir otro, yo puedo buscar de lo mío y...

-No me puede despedir.-Me interrumpió entre sollozos.-Ahorré lo suficiente como para comprarle la parte de la empresa que me correspondía.

Chan chan chaaaan. Capítulo inspirado en los comentarios de capítulos anteriores. Muchas gracias. ❤️✨

¿Qué creéis que une a Natalia y a su padre?

@missbanana027

Aprender. | Albay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora