LVII

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Comencé a mover mis caderas al ritmo de las suyas y, por unos segundos bastante largos, dejé de escuchar la música y no pude diferenciar la canción que retumbaba por los altavoces de aquella discoteca.

Abrazó mi cuerpo con uno de sus brazos y sujetó mi abdomen para pegarme contra ella. Acercó su boca a mi oreja con decisión y me susurró la letra de la canción con sensualidad.

Me mordí el labio sonriendo y di media vuelta sobre mí misma para enfrentarla cara a cara. Su maquillaje era tan perfecto que dudaba sinceramente si había sido obra suya o de un profesional. Llevaba puesto un conjunto rosa palo con una minifalda y un top, ambos de este color. El detalle de las medias de rejilla negras sobre sus piernas me hizo volverme loca, pero estaba jodidamente preciosa.

Me di cuenta de que me había quedado demasiado tiempo admirando su belleza porque sentí su risa divertida incluso por encima de la música y, tambaleándome en el sitio, me aferré a ella con brusquedad.

-¿Estás borracha?-Se burló, pegando su mejilla contra la mía para que la escuchara.

-Estás buenísima.-Admití, ignorando su pregunta. Soltó una carcajada estridente y continuó hablándome al oído, haciendo que me embriagara con su perfume.

-Nada comparado contigo.-Confesó, agarrando mis caderas para sostenerme mejor.

-Vamos al baño.-Ordené, entrelazando mis dedos con los suyos y tirando de su mano. Me frenó las intenciones y negó con la cabeza, poniéndose algo más seria.

-No voy a aprovecharme de ti.-Sentenció, acariciando mi mejilla con cuidado. Rodé los ojos y tiré de su brazo de nuevo, me miró confundida.

-Quiero fumar.-Aclaré. Asintió poco convencida y la arrastré a la salida de la discoteca después de hacernos huecos entre la gente. Agarramos nuestras cazadoras del ropero tras un buen rat esperando y llegamos a la calle, dejando la música detrás de nosotras.

-¡Qué agobio!-Exclamó, suspirando mientras apoyaba su cuerpo en la pared más cercana.

Me estremecí por el frío de la noche aún con el abrigo adornando mis hombros. Saqué aquel paquete tan familiar con las manos temblorosas y le ofrecí uno de mis cigarrillos. Aceptó y nos repartimos los dos últimos que me quedaban.

Le tendí su mechero y lo miró con una sonrisa, repasándolo con las yemas de sus dedos para después mirarme con ilusión.

-Lo tenías tú.-Murmuró. Asentí sin mucha gana y se lo quité de las manos para rodar la rueda y quemar la punta de mi cigarro, dejando al humo invadir mis pulmones con ansiedad.

-Saliste tan pitando que te lo olvidaste en la ventana.-Solté, dando otra calada más y restándole importancia.

-Alba...

-No quiero saberlo.-La frené, levantando mi mano en señal de que parara de hablar.-Estoy borracha y no quiero perdonarte.

La expresión de Natalia se relajó y las comisuras de sus labios se levantaron en una sonrisa. Me negué a mirarla para evitar hacer una tontería y cerré los ojos mientras suspiraba.

-No has cambiado nada.-Señaló, contemplándome de arriba a abajo sin vergüenza.

-Soy dos años más vieja.-Carcajeé entre caladas llenas de desesperación.

-Yo te veo más guapa.-Piropeó, haciendo que temblaran mis piernas.

Tiré la colilla al suelo y la pisé. Natalia ni siquiera se había encendido su cigarro pero poco me importó cuando, antes de que pudiera objetarme nada la había empujado dentro del local de nuevo.

-Quiero otra copa.-Pedí, dirigiéndome a la barra para pedir. Me cogió de la cintura y negó con la cabeza.

-Ya has bebido mucho.-Me recordó. Rodé los ojos y me intenté soltar de su agarre pero me mantuvo contra su cuerpo.

-Me quiero ir a casa.-Protesté, arrastrando las palabras. Soltó una carcajada y asintió.-Tengo que avisar a Julia.

-Quédate aquí.-Me indicó, alejándose de mí para, minutos después, aparecer de nuevo entre la gente.

-¿Dónde estabas?-Pregunté confundida.

-Ya he hablado con tu amiga, vamos.-Me dijo, ofreciéndome su mano para comenzar a caminar.

La miré durante unos segundos pero decidí aceptarla, entrelazándola con la mía. Una vez en la calle, serpenteó a los fumadores y me guío hasta su coche.

Abrí los ojos como platos cuando vi su nueva adquisición. La cabrona se había comprado un Ferrari con el dinero que le había generado su nuevo puesto de trabajo.

Ofreció su asiento de copiloto para mí y me subí con miedo, pensando que en cualquier momento dañaría algo y costaría todos mis sueldos de un año.

-Natalia.-La llamé cuándo se colocó de piloto. Hizo un sonido en respuesta.-Este puto coche es una pasada.

Se rió de mi ilusión y arrancó, dejando ver unas luces de neón violetas que decoraban todo el vehículo. Me sorprendí mucho más y abrí la boca emocionada.

-Un día de estos te dejo conducirlo.-Propuso. Asentí de acuerdo.-No sé dónde vives.

Señaló su GPS e introduje la ubicación con algo de dificultad debido a los efectos de la bebida, pero aún así conseguí ponerla correctamente.

Conducía en silencio y a mí me dieron unas ganas horribles de meterle dos guantazos por haberme dejado tirada hace dos años. Suspiré frustrada y pareció notarlo, porque me dedicó una sonrisa tranquilizante.

Murmuré palabras inaudibles y contemplé el paisaje que la ventana de su coche dejaba ver. Alargó su brazo y encendió la radio.

Y así, con Billie Eilish de fondo y nuestras respiraciones acompasadas, llegamos a mi apartamento.

Consiguió apartar sorprendentemente cerca de la zona y sólo tuvimos que andar un par de metros hasta mi portal. Yo me agarraba a ella para evitar caerme y se burlaba de mí.

Saqué mis llaves y, tras varios intentos fallidos de abrir, me ayudó y consiguió encajarla en la cerradura a la primera.

-¿Crees que podrás tú sola?-Preguntó, permaneciendo en la calle. Fruncí el ceño extrañada.

-¿No vas a subir?-Interrogué. Se encogió de hombros.-Anda, vamos.

Pude ver su expresión de felicidad antes de caminar junto a mí. Pero decidí dejarla entrar y disfrutar de ella sólo una última noche.

El cansancio es real. ¿Os vais a disfrazar para carnaval? Leo vuestras originalidades. ❤️✨

@missbanana027

Aprender. | Albay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora