XLI

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-¿Me puedes explicar qué coño hacías?-Me preguntó Natalia, justo después de cerrar la puerta de casa.

Sabía perfectamente que se había guardado todo para este momento y de ahí el silencio sepulcral en el coche. Rodé los ojos y me quité el abrigo, ignorándola.

-¿Qué quieres de cenar?-Cambié de tema. Pude notar un suspiro frustrado después de una pausa.

-¡Contéstame!-Gruñó, siguiéndome por todo el recorrido hasta la cocina.

-Nada, Natalia.-Me encogí de hombros.-¿Qué coño te pasa?

-¿Por qué hablabas con Sabela?-Cuestionó. Fruncí el ceño extrañada y me giré para enfrentarla.

-¿Quién es esa?

-Ah, te la ligas y encima no sabes ni cómo se llama.-Se cruzó de brazos y se puso seria. Levanté una ceja de forma amenazante y le señalé con el dedo índice.

-Uno, me estaba ayudando.-Conté.-Y dos, no te tiene que importar una mierda si ligo o si no.

-¡Claro que sí!-Enloqueció, sentándose en una de las sillas de la cocina mientras intentaba calmar su respiración.

-Deja de ser tan hipócrita, Nat.-Advertí, sonriendo burlonamente.-Tú misma dijiste que las relaciones no son lo tuyo.

-Pero eso no significa que no tengamos algo.

-Algo tenemos.-Concordé.-Porque yo no follo con cualquier persona.

-Oh, gracias.-Ironizó, soltando un bufido enfadado y poniendo un puchero.

-Y deja de ser tan gruñona.

Me giré para darle la espalda mientras comenzaba a sacar los ingredientes necesarios de la nevera. Al cerrarla, noté como unos brazos me agarraban desde atrás y me apretaban fuerte.

Suspiré y Natalia escondió su cabeza en el hueco de mi cuello, haciéndome estremecer al sentir sus labios en mi piel.

-Lo siento.-Me susurró, provocando mis cosquillas. Me retorcí como acto reflejo y me giró para que pudiera observarme.

-Tienes que dejar de ser tan impulsiva.-Advertí, dando un pequeño toque sobre la punta de su nariz.

-No quiero que estés con nadie más.-Desvió su mirada de la mía y agarré su cara.

-¿Qué te pasa?-Pregunté preocupada, viendo como se rompían todas y cada una de sus barreras.

-Me da miedo.-Murmuró, casi sin que pudiera entenderla.-Me da miedo perderte.

Puse una mueca de lo tierna que era y me abracé a ella casi a punto de echarme a llorar. Me dieron ganas de no soltarla nunca más.

-Está blandita la baby.-Me burlé, acariciando su espalda con delicadeza.

-No sé que me pasa.-Se rió flojito, sonreí levemente y dejé un beso sobre su mejilla.

-Venga, ayúdame anda.-Le di un azote y le tiré un calabacín, que casi se le cae al intentar atraparlo al vuelo.

Continuamos con nuestra tarea entre risas mientras charlábamos sobre cualquier gilipollez del día, como, por ejemplo, nuestras series favoritas de la infancia.

-Yo nunca he visto series de dibujos.-Me confesó.-Bueno, al menos no de pequeña.

-¿No veías la tele?-Pregunté extrañada.

-Sí, pero sólo lo que mi padre quería.-Se encogió de hombros.

-¿Y tu madre?

-Mi madre nunca tuvo tiempo para perderse en la tecnología.-Sonrió.-Le gustaba salir y disfrutar del aire. Se iba se viaje sin decir nada y volvía a la semana con nuevas historias, era increíble.

-¿Era?-Temí por su respuesta.

-Bueno, la edad asienta cabezas, supongo.-Suspiré con alivio, pensando que me iba a decir que estaba muerta o algo parecido.

-Tienes pinta de tener una familia muy complicada.-Opiné, cortando una zanahoria.

Se quedó callada mirando un punto muerto por unos segundos hasta que carraspeó su garganta y siguió cortando verdura. Me arrepentí al instante de haber soltado ese comentario porque estaba completamente fuera de lugar.

-No considero que tenga familia.-Me dijo, después de un buen rato.

-¿Cómo?-No creía haberlo oído bien.

-Mi padre es un controlador de mierda, mi madre una loca esquizofrénica que no sabe ni cómo se llaman sus hijos y mis dos hermanos no se atreven ni a hablarme.

-¿Loca esquizofrénica?-Me quedé helada. Suspiró y dejó el cuchillo en la mesa, mirándome con los ojos llenos de rabia.

-Lleva cinco años encerrada en un psiquiátrico.-Soltó.

-Pero me has dicho que era una aventurera.-No entendía nada de lo que estaba pasando. Se encogió de hombros y gruñó, girándose para que no le viera la cara.

Preferí dejar el tema, suficiente había sido por hoy, más sabiendo cuanto le costaba abrirse a las personas. Me acerqué lentamente y acaricié su hombro, dándole señal de apoyo.

Cuando terminamos de cenar, decidí romper un poco el hielo y propuse ver una película para calmar la tensión que se había creado aquella noche.

Me senté en el sofá alejada de ella para darle espacio, ya que no sabía si, después de todo, querría abrazarme o simplemente mantener las distancias conmigo.

Tuve la grata sorpresa de encontrarme con su mano acariciando la mía sobre el cojín. La miré y me contemplaba con una sonrisa sobre sus labios, agradeciéndome todo con un solo gesto.

Correspondí con una mueca torcida y dio unos cuantos toques con su mano en el sitio que estaba junto a ella, invitándome a que me acurrucara a su cuerpo.

Me moví lentamente hasta su posición y estiró su brazo para pasarlo por detrás de mi cabeza, dejándome completamente apoyada contra ella.

Suspiré y me agarré a su sudadera negra con ambas manos, impregnándome su olor. Me encantaba el aroma de su piel.

No presté absolutamente nada de atención a la película, mirarla era mucho más importante que la imagen de una pantalla.

Me fijé en sus pequeñas muecas, que mostraban la reacción que tenía ante cada escena. Los pequeños espasmos de su cuerpo para intentar acomodarse después de un rato en la misma postura. Cómo se peinaba el pelo y sonreía pícaramente cuando me miraba de reojo. Pero lo que más me gustaba era la manera en la que decidía apretarse contra mí cuando pasaba una escena romántica en la televisión.

Misterio resuelto. ¿Qué pasará? Chan chan... nos vemos en el siguiente. ❤️

@missbanana027

Aprender. | Albay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora