XIV

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Presioné nuestros labios y cerré los ojos, esperando algún tipo de reacción por su parte. Subió sus manos y las colocó en mis hombros, apartándose delicadamente.

-Qué coño haces.-Me preguntó, muy cerca de mi cara. Me sonrojé y comencé a balbucear cosas sin sentido.

-Yo...-No sabía que decir. Natalia suspiró y me alejó de su cuerpo.

-No sé si te he dado razones para que pienses esto, Alba.-Se apoyó en el coche.-Pero no te equivoques, soy tu jefa.

-Pero,-Intenté darle explicaciones, pero realmente no había ninguna y me golpeé mentalmente.-lo siento.

-No pasa nada.-Me tranquilizó.-Pero no lo vuelvas a hacer.

-Vale...-Dije, mirando al suelo con las mejillas al rojo vivo. Me había sentido segura al besarla porque creía que mínimamente se sentía atraída por mí, pero no era producto más que de mi imaginación.

-Vamos a dejar las cosas claras.-Se puso firme.-No sé si te gusto.-La intenté frenar, pero no me dejó.-Pero quiero que comprendas que nosotras no podemos tener nada.

-¿Por qué?-No tenía intenciones, pero era simplemente curiosidad.

-Pues...-Se quedó pensando.-Porque soy tu jefa.

-¿Y hay un contrato en el que diga que no puedes mantener relaciones con tus empleados?-Pregunté sarcástica.

-No lo hay.-Se irritó.-Pero intentaba buscar una manera más suave de decir que tú a mí no me gustas.

Debo decir que me ofendieron sus palabras, me entró ira e intenté controlarla, pero era demasiado tarde. Anduve de un lado para otro, con las manos en el pelo.

-Mira, no me gustas tampoco, Natalia.-Aclaré, haciendo que soltara una risa.-¿De qué te ríes?

-De que es mentira.-Tenía una sonrisa. Se inclinó hacia atrás y apoyó sus manos en el capó, quedando recostada.

-Pues supongo que ambas somos unas mentirosas.

-Yo no lo soy.

-Ni yo.

-¿Y por qué me has besado?-Me había pillado desprevenida.

-No lo sé.-Me encogí de hombros.-Supongo que quería pasar un buen rato y ya, pero no significa que esté enamorada de ti.

-Bueno, pues espero que, si no te gusto.-Hizo comillas con sus dedos.-Te será más fácil resistirte a la tentación.

Solté un bufido y me marché de allí, era una estúpida de mierda y no merecía ni un sólo segundo de mi atención. Se pensaba que me tenía a su disposición por ser su jefa, pero estaba muy equivocada si pensaba que me quedaría trabajando en su asquerosa empresa.

Bajé las escaleras rápidamente y me encontré de nuevo con aquella fiesta. Me acerqué a Joan, el cuál iba bastante afectado, y le comuniqué que me marchaba. Asintió con la cabeza y siguió bailando, ajeno a la situación.

Me puse mi abrigo y salí a la calle, el frío me golpeó de lleno y comencé a tiritar. No sabía dónde ir pero caminé sin rumbo, esperando encontrar una estación de metro o algo parecido.

Busqué en Google Maps y ponía que estaba a veinte minutos de la parada más próxima, genial, me iba a congelar por el camino.

Seguí andando por aquellas calles del barrio residencial y me entró bastante miedo. Por lo general no me gustaba ir sola y menos por la noche, era horrible, lo sé, pero al fin y al cabo la realidad.

Natalia me comenzó a llamar constantemente y yo bufé, colgándole todas y cada una de sus llamadas, lo último que quería era aguantarla.

No llevaba mucho dinero y dudaba si tenía la tarjeta de transporte recargada, pero por intentarlo no me quedaba nada.

Mi teléfono comenzó a sonar de nuevo y me impacienté, descolgando para que me dejara tranquila.

-¿Qué coño quieres?-Elevé mi voz.

-¿Dónde estás?-Me dijo cortante.

-No te importa, eres mi jefa. ¿Recuerdas?

-Alba, no me hace ni puta gracia.-La oí suspirar.-Son las tres de la mañana, no hay metro y no puedes volver a casa.

Abrí los ojos y miré la hora, mierda, que coño hacía yo ahora. El frío estaba haciendo que no sintiera ni mis propios pies.

-Pues buscaré la manera.

-No seas cabezota, dime dónde estás.-Me exigió, pero yo negué.

-Aquí la cabezota no soy yo.-Me reí.

-¡Qué me contestes!-Me gritó, pero no me intimidaba.

-No sé dónde estoy. ¿Contenta?

-Mándame tu ubicación.

-No puedes conducir, has bebido.-Le advertí.

-Joder, voy andando. Hazme el favor.

Gruñí y colgué, pasándole la ubicación y sentándome en el bordillo de la carretera, intentando darme calor a mí misma, cosa que resultó imposible.

Estaba al borde de la hipotermia, comencé a temblar como una loca mientras esperaba, pero parecía haberme alejado mucho porque estaba tardando mucho.

Sentí un abrigo rodearme y miré a Natalia, que estaba muy preocupada. Me levantó y me envolvió en sus brazos, intentando transmitirme el calor de su cuerpo.

-No.-Negué, quitándome su ropa. Prácticamente no podía hablar.-Te vas a congelar.

-Tienes los labios morados, Alba.-Me advirtió, nunca la había visto tan inquieta. Tiraba de mí para andar más rápido, pero mis piernas no me respondían, así que me cogió a caballito.

-Si me hubieras besado no los tendría tan fríos.-Intenté bromear, ganándome un suspiro de su parte.

Me llevó a su casa y, sin avisar a nadie, me subió las escaleras y entramos a su habitación.

Me dejó tumbada en la cama mientras rebuscaba en el armario y pude ver su cuarto al completo. Las paredes estaban pintadas de blanco y tenía varios dibujos colgados. Algunos libros de colores en sus estanterías, dos guitarras apoyadas en la pared y un teclado junto al escritorio.

Sonreí al ver todo aquello, me sentía en su rincón de privacidad, me atrevía a decir que pocos habían pisado esas cuatro paredes y a mí me sorprendió que me llevara allí.

Me comenzó a quitar la ropa mientras yo tiritaba. Empezando por mi camiseta, me quejé por el frío e intenté que no lo hiciera.

-Vale, ponte el pijama.-Me lo tendió. La miré con ojos de cordero y salió de la habitación, dejándome algo de privacidad.

Terminé de cambiarme y entró de nuevo cuando la avisé. Me metió debajo de sus mantas y descubrí que era muy friolera, me sentía como en un burrito.

-Eres una inconsciente.-Me regañó.-¿En qué cabeza cabe hacer eso, Alba?

Seguí tiritando, haciendo oídos sordos a sus palabras y frotándome los pies, los tenía totalmente congelados. Había estado alrededor de una hora en la calle sin apenas abrigo, a cero grados centígrados.

-¿Me abrazas?-Pregunté inocentemente. Me miró confundida pero suspiró y abrió las miles de colchas, atrapándome en sus brazos y frotando mi espalda suavemente.

-Me has preocupado de verdad.-Me susurró.

Algunxs de vosotrxs me dais mucho miedo cuándo pedís nuevo capítulo. JAJAJA. ❤️

Aprender. | Albay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora