LIV

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Al día siguiente tenía un dolor de cabeza espantoso. Me incorporé en mi cama y froté mi frente con dos de mis dedos intentando apaciguar el sufrimiento.

Gruñí y me levanté para despejarme un poco con agua y tomarme una pastilla. No había bebido nada pero aún así sentía mi cuerpo con una resaca emocional increíble.

Me vestí como pude y recogí todas mis cosas antes de salir de casa en dirección al trabajo. Me senté en el asiento del coche y suspiré, llevando mis manos al volante llena de dudas.

Finalmente decidí emprender mi camino a la oficina con el deseo profundo de que la morena me dejara en paz, al menos ese día.

María me hizo una seña de que me acercara nada más entrar por la puerta y fruncí el ceño confundida, aún esperando de que podría ir el tema.

-¡Alba!-Exclamó.-¿Qué tal?

-Bien, ahí vamos.-Contesté sin emoción, levantando mis hombros suavemente.

-Bueno, que te quería decir que está Natalia arriba.-Me avisó, señalando el techo.

-¿Enserio?-Me quejé, rodando los ojos y suspirando con frustración. Noté como mi estómago se revolucionaba en mi interior pero no quise prestarle atención en aquel momento.

-Chica, tanto que me preguntabas por ella y ahora no te alegras de verla.-Se burló, cruzándose de brazos y recostándose en el asiento con una sonrisa burlona.

-Eres mala.-Insulté, ocultando una sonrisa mientras me dirigía a la zona de ascensores.-¡Mala!

-¡No decías lo mismo cuando me rogabas!-Gritó, soltando una carcajada después. Bufé divertida y pulsé el botón que me dirigiría a la última planta.

Mis nervios aumentaban a medida que el indicador cambiaba de número y comencé a dar golpecitos sobre el suelo con la punta de mi pie.

Cuando sonó el timbre que indicaba el destino, suspiré frustrada, odiaba que la chica provocara esa sensación en mí.

Salí de aquella caja metálica y recorrí los pasillos con una lentitud demasiado desesperante. Mis pasos resonaron hasta la puerta del que era ahora mi despacho y abrí.

Y cómo si el tiempo no hubiera pasado, Natalia estaba allí parada mientras miraba el gran ventanal que me pertenecía a partir de aquel instante.

Giró su cuerpo cuando me escuchó y añadió a su gesto un sonrisa de lo más arrogante. Bufé y la ignoré, caminando hasta mi silla y dejándola detrás de mi cuerpo.

-Hola, Alba.-Murmuró divertida. Rodé los ojos y comencé a remover los papeles de mi escritorio en busca de algo útil que hacer antes de que comenzara a sacar conversación.

-¿Qué desea?-Pregunté formalmente, provocándole una sonrisa aún más grande si cabía.

-Hablar.-Confesó, sentándose en la silla que se encontraba justo frente a mí.

-Lástima, tengo mucho trabajo.-Negué, tecleando aleatoriamente en mi ordenador para evitar mirarla.

Se cruzó de piernas y me observó tranquila, poniéndome completamente nerviosa. Me estremecí ligeramente y gruñí, cuestionándola con la mirada.

-Estoy esperando a que termines.-Soltó, encogiéndose de hombros.

-¿Estás de coña?-Negó con la cabeza y solté una carcajada irónica.-Anda, pírate de aquí.

-Necesitamos aclarar las cosas.-Insistió.

-Las cosas están bastante claras.-Corté, escribiendo números en una pequeña libreta.

-No sabía que estuvieras con Joan.-Dijo, haciéndome casi atragantarme con mi propia saliva.

-¡No estoy con Joan!-Grité indignada. Levantó las manos en forma de rendición y asintió.

-Vale, vale, sólo preguntaba.

-No quiero que estés aquí.-Admití, convenciéndome a mí misma de aquella frase.

-Después de todos estos años sigo siendo tu jefa.-Advirtió, levantando un dedo en el aire en señal de amenaza.

-Estupendo.-Ironicé.-¿Ahora vas a estar aquí todos los días?

-No todos, sólo unos cuántos, éste es mi despacho.-Acarició el sillón de cuero negro y miró alrededor.

-Ahora ya no.-Informé, señalándome a mí misma sentada en aquella silla.

Se levantó con una lentitud tortuosa y rodeó el escritorio despacio. Pasó por detrás de mi cuerpo y no quise mirarla pero estaba muy impaciente por saber qué estaría haciendo.

-Es mío, igual que tú.-Susurró en mi oído, provocando que mi piel se pusiera de gallina. Y estremecí y noté su risa malvada, alejándose de nuevo.

-Vete.-Exclamé enfadada.-Te ruego que me dejes en paz, Natalia.

-Necesito que me escuches primero.-Explicó. Alargó su mano con la intención de tocarme la cara pero se la agarré al vuelo, sujetando mi muñeca.

-Me vas a escuchar tú a mí.-Dije. Me miró sorprendida pero pareció contenta con el simple hecho de que le siguiera el juego, así que simplemente asintió con una sonrisa.

-Adelante.

-Me despierto por la noche y has desaparecido.-Comienzo, intentando retener las lágrimas de dolor con un nudo en la garganta.-Te busco por todos los putos rincones de Madrid hasta que me dicen que no vas a volver y me rindo. No sabes lo que he pasado, Natalia.

-Tú tampoco sabes lo que he pasado yo.-Dijo a la defensiva.

-No lo sé, pero estoy segura de que no es ni el uno por ciento de lo que he llorado por ti, gilipollas.

Cuando aquel insulto salió de mi boca, una lágrima comenzó a caer por mi mejilla. Intenté quitármela sin que supiera de su existencia pero, por su cara de preocupación, supe que me estaba viendo.

-Alba...-Me llamó, acercándome más. Frené su paso con mi mano y negué con la cabeza.

-No, ya no tienes derecho de venir suplicando.-Advertí molesta, echándome el pelo hacia atrás con mis manos.

-Lo siento.-Me soltó, poniendo una mueca triste. Abrí los ojos sorprendida y mi cabreo aumentó con creces.

-¡Vete a la mierda!-Grité, perdiendo completamente los papeles.-¡No es justo!

-Lo sé, pero necesito que me entiendas.

-Necesito que entiendas tú.-Golpeé su pecho con mi dedo índice.-No quiero volver a tener nada que ver contigo, no existes para mí.

-Eso es mentira.-Dijo con dolor. Negué.

-Estás muy lejos de ser lo que yo quiero ahora mismo.

Holii. Lo siento por no actualizar antes, pero como expliqué por twitter, ayer tuve muchísimo sueño al llegar de la firma. Os quiero. ❤️✨

@missbanana027

Aprender. | Albay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora