XXI

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Esa misma semana Natalia se había portado muy bien conmigo, no sobrepasábamos los límites profesionales y en parte me tranquilizaba.

Estaba concentrada ordenando unas facturas cuando un chico elegante salió por la puerta del despacho de la morena y se giró para darle la cara. Se asomó un poco y pude verle una sonrisa sincera.

Estrecharon sus manos y el chico se marchó, dejando la puerta abierta. Desde mi mesa podía verla perfectamente y eso sólo conseguía distraerme.

La miraba de reojo mientras suspiraba de vez en cuando. Movía los papeles de un lado para otro buscando ordenarlos.

Levantó la cabeza de su escritorio y me miró, supuse que había sentido que la observaban y se había encontrado conmigo.

Me sonrió tímidamente y yo me sonrojé, carraspeando mi garganta e intentando esconderme de ella. Escuché su risa resonar por todo el pasillo y yo sólo quería meter la cabeza en un agujero y no salir más.

Pasaron dos horas más y me dolía algo la cabeza, así que me levanté a tomarme una pastilla y, ya de paso, beber un café.

Volví con una taza en la mano y di un sorbo mientras me apretaba el puente de la nariz con mis dedos. Miré a mi mesa y fruncí el ceño cuando vi todos los papeles revueltos, incluso algunos tirados por el suelo.

Me asusté y busqué con la mirada algún sospechoso, pero todo el mundo se encontraba distraído o trabajando.

Mierda, no me podía estar pasando esto a mí. Suspiré varias veces y me comencé a agobiar, perdiendo el control de mi respiración.

Escuché como Natalia se levantaba de su silla y se acercaba a pasos apresurados. Llegó donde estaba y me situó la mano en la espalda con una expresión preocupada.

-Alba.-Me llamó, cogiendo mi barbilla para obligarme a mirarla.-¿Qué te pasa?

Intentaba responder pero no me salían las palabras, intentaba respirar y no podía. Mis ojos se aguaron y ella tiró de mí hasta su despacho, cerrando la puerta cuando ambas estuvimos dentro.

-Oye.-Me sujetó por las mejillas y quitó un par de lágrimas con sus pulgares.-Tranquila, respira.

Tomé unas cuántas bocanadas de aire pero sentía que ninguna de ellas llegaba a mis pulmones. Ninguna de las dos sabía que hacer.

Intentó hacer que imitara su respiración, respiraba hondo y soltaba el aire despacio. Me relajé y comencé a llorar desesperada.

Me lancé a sus brazos y ella me apretó fuerte, intentando hacerme saber que estaba allí. Nos quedamos así por un buen rato, pudieron ser veinte minutos.

-¿Qué ha pasado?-Me preguntó, acariciando mi pelo con suavidad.

-Me han desordenado todo.-Sollocé con la voz ahogada.

-¿Quién?-Parecía confundida y enfadada.

-No lo sé. Me he levantado a por un café y al volver estaba todo tirado.

Suspiró y me apretó incluso más, sobando mi espalda con cuidado mientras escondía su cabeza en mi cuello y dejaba un pequeño beso.

-Ven.-Se separó de mi cuerpo y entrelazó nuestros dedos mientras salía de aquella sala.

Volvimos a mi mesa y observó el panorama con una expresión seria. Levantó la mirada y gritó.

-¡Ustedes!-Los empleados se asustaron y Natalia captó toda su atención, apretando fuertemente mi mano.-¿Quién se creen para joder el trabajo de los demás?

Se escucharon murmullos y yo bajé la cabeza, totalmente avergonzada. Me acarició con sus dedos y yo suspiré.

-Como me entere de quién ha sido...¡Puede ir recogiendo sus cosas!-Exclamó, totalmente enrabiada.

Me miró e intentó sonreírme, pero le salió una mueca torcida. Llevó sus manos a mi cara, como intentando arreglar el desastre que había pasado hace unos minutos.

-Gracias.-Susurré. Negó con la cabeza.

-Es mi trabajo.-Me dio un toque en la nariz divertida y colocó un mechón de pelo detrás de mi oreja.-Si pasa algo así otra vez, me avisas.

Asentí y ella se retiró de nuevo. Me senté en mi silla y gruñí un poco ante todo aquel descontrol de facturas. Comencé de nuevo todo en lo que había estado perdiendo mi tiempo durante dos horas o más.

Cuando terminé era de noche. Podía observar la cuidad iluminada por la luces a través de aquel gran ventanal que tenía la planta.

Bufé y guardé todo, entrando al despacho de mi jefa después de llamar. Levantó su mirada y pude ver que estaba algo cansada.

-Ya está.-Le dejé los papeles en su mesa y sonreí.

-Sí, yo también he terminado.-Suspiró.-Hoy se me ha hecho eterno.

La miré con compasión y di un par de palmadas en mi muslo para después comenzar a andar hacia la salida.

-Bueno, me voy a casa.-Avisé.

-¿Te apetece ir a cenar conmigo?-Me ofreció. Me giré en su dirección y fruncí el ceño, incrédula ante sus palabras.

-¿Cómo?

-Eso, que si vienes a cenar conmigo.-Me sonrió, moviendo el pie nerviosa.

-Pero estás cansada.-Dije irónicamente.

-Bueno, cansada de trabajar.

-Iré.-Confirmé.-Con una condición.

-Lo que sea señorita.-Tenía una sonrisa preciosa.

-Vamos dónde yo diga.-Ordené, obteniendo una mueca de su parte.

-Te quería llevar a un restaurante.-Puso un puchero en sus labios.

-Las condiciones son las condiciones.-Me reí. Suspiró.

-Está bien.-Aceptó resignada.

-Pues vamos.-Indiqué, haciendo que se levantara y caminara hacia mí.

-¿Estás mejor?-Me preguntó mientras caminábamos a la salida.

-Bueno, algo sí.-Bajamos el ascensor y me apoyé en una de las paredes.

-Son unos hijos de puta.-Insultó cabreada.

-No ha sido nada, Natalia.-Le quité hierro al asunto.

Salimos del edificio y no había casi nadie. Hacía algo de frío y me estremecí.

-Mi coche está allí.-Señaló un punto de la calle y comenzamos a caminar.

Nos subimos y puso la calefacción mientras, en la radio, sonaba automáticamente una lista de reproducción. Miré en la pantalla y me reí al ver el nombre.

-¿Macarrones con tomatico?-Levanté las cejas. Se sonrojó y se encogió de hombros.

-Están buenos.-Negué con la cabeza divertida.-¿Dónde vamos, bella dama?

Lo prometido es deuda, aquí estoy. Os quiero mucho mucho y gracias por el apoyo. ❤️

@Missbanana027

Aprender. | Albay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora