XLIV

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Tenía a la morena encima de mí sobre el sofá con una sonrisa y me dio por pensar que estaba preciosa. Incliné mi cabeza hacia arriba para lograr que nuestros labios conectaran y hacer que soltara un gruñido adorable.

-¿Quieres cenar?-Me preguntó entre besos. Asentí y agarré sus dos mejillas para contemplarla mientras le acariciaba la ceja.

Dejó un último pico y se levantó para perderse por la puerta de la cocina. Me quedé mirando al techo embobada mientras escuchaba el sonido de los movimientos de Natalia de fondo.

Cerré los ojos con una sonrisa y suspiré, tan y como hacen los adolescentes cursis de las películas románticas. Rodé los ojos ante mi ocurrencia, pues yo no podía estar enamorada de ella todavía.

Me perdí en mis pensamientos durante un rato hasta que oí el estruendo de una sartén contra el suelo y me asusté, corriendo hacia el lugar donde se había producido el sonido.

Crucé el umbral de la puerta de la cocina asustada y me encontré con una Natalia completamente asustada, repitiendo la situación que varias veces se había dado.

Abrí mucho los ojos y me acerqué a ella despacio, agarrando la sartén caída y colocándola sobre la encimera.

La observé detenidamente. Tenía la mirada completamente perdida y respiraba entrecortadamente debido a los temblores de su cuerpo.

No sabía muy bien que hacer, pero no se me ocurrió nada mejor que abrazarme a ella como si fuera la única manera de que volviera a ser persona.

Noté un nudo en mi garganta y comencé a llorar en silencio, agobiada por la situación y por no saber qué era lo que originaba ese estado en la chica.

Sentí unos brazos rodearme son suavidad y apretarme fuerte. Sollocé incluso más después de aquello, sintiéndome completamente desesperada e indefensa.

Apoyó su barbilla sobre mi cabeza y suspiró, acariciando mi pelo con una de sus manos mientras la otra me tenía sujeta de la cintura, evitando que fallaran mis piernas.

-Alba...-Murmuró, obligándome a levantar la mirada y conectarla con la suya. Sonrió triste y acunó mis mejillas, dejando un suave beso sobre mi nariz.

-¿Qué te pasa, Nat?-Pregunté entre lágrimas, esperando una respuesta coherente de su parte.

-Nada, cariño.-Me soltó con un tono relajado. Fruncí el ceño, esta vez no.

-No estás bien.-Señalé.-Cuéntamelo, por favor.

-No llores.-Cambió de tema, apartando las gotas que caían por mis mejillas con sus dedos.

-Estoy muy preocupada por ti.-Lloré.

Se formó un silencio algo denso y me alejé de ella, sabiendo que no me lo contaría aquella noche. Intentó agarrarme de la muñeca para atraerme pero la aparté, haciéndole saber con la mirada que no era el momento.

-Albi...-Me llamó cuando me giré, provocándome un bufido.

-No puedes quedarte así y decirme que no te pasa nada.-Me cabreé.

-Estoy bien.

-¡Que no!-Grité, llevándome las manos a la cabeza con frustración.

-No es nada, de verdad.-Intentaba explicarme, moviendo las manos de un lado para otro.

-¿Sabes lo que es?-Pregunté extrañada, pensando que no se daba cuenta de los ataques que tenía.

-Sí, pero...

-¿Qué coño es?-Interrumpí, cruzándome de brazos.

-Son...parálisis, no sé.-Se encogió de hombros.

-¿Te pasa desde pequeña?-Negó.-¿Desde cuándo?

-Yo...vamos a dejar el tema.

-¿Crees que voy a ignorar que te quedas así cada vez que se cae algo?

-Puedes hacerlo.-Pidió tranquila, haciéndome soltar una carcajada irónica.

-¡Natalia!-Protesté.-¡Qué me preocupo por ti!

-¡Y yo!-Exclamó, señalándose a sí misma.-¡Pero te estoy diciendo que no es nada!

La miré por unos cuantos minutos hasta que comencé a llorar otra vez. Intentó acercarse pero la frené con mi mano, apoyándome en la encimera con un suspiro.

-¿Qué te han hecho?-Sollocé. Apartó su mirada y la posó en el suelo.

-Nada.-Dijo dura.

-Natalia, por favor.-Supliqué, acercándome a ella.

-Tuve un accidente. ¿Vale?-Confesó, frotando sus manos.-Estuve a punto de morir.

-Pero...¿Cómo?

-Fue mi padre.-Suspiró.-Siempre ha sido un borracho de mierda y un día se encargó de joderme la vida.

-¿Te pegó?-Cuestioné asustada.

-¡No!-Exclamó.-Me atropelló con el coche.

-¿Qué?

-Estaba saliendo de casa con los auriculares cuando escuché el sonido de las ruedas contra el asfalto. Literalmente salí volando.

-¿Y por eso te pasa esto?-Asintió.

-No soporto los sonidos fuertes, no puedo evitar quedarme así, pero no es nada malo.

-¿Y no me lo has podido contar antes?

-Lo siento.-Se encogió de hombros, mirando al suelo con detenimiento.

Bufé y la abracé, haciéndole saber que estaría allí para lo que necesitara. Noté su sollozo en mi cuello y acaricié la parte trasera de su cabeza, llorando junto a ella.

Dejaba besos sobre mi piel y me agradecía entre murmullos lo mucho que le apoyaba, alegando que era lo más importante que tenía en su vida.

La escuchaba con atención, suplicándole que dejara de llorar y se tranquilizara, que estaba bien. Me aferré a su camiseta sobé su espalda con delicadeza, intentando transmitirle paz.

-Alba.-Me llamó, separándose despacio para mirarme a los ojos.

-¿Qué pasa?

-Te quiero.-Soltó mientras una lágrima rodaba por su cara y sorbía su nariz.-Y lo siento.

-¿Qué es lo que sientes?-Pregunté confundida.

-No ser suficiente para ti.-Explicó.-Soy un desastre.

-Eres la única persona que se ha preocupado por mí incluso cuando no me conocía, Natalia.-Susurré.-Eres mucho más que suficiente para mí.

-Tengo miedo de perderte.

-Estoy aquí.-Tranquilicé, acariciando toda su cara con las yemas de mis dedos, haciendo que cerrara los ojos ante mi contacto.

No esperaba nada de aquella relación, pero sabía que la morena se había convertido en un componente esencial en mi rompecabezas y eso, en cierto modo, me asustaba mucho.

La abracé por horas, sintiendo mi cuerpo prácticamente entumecido por la manera de apretarla contra mí, pero no podía soltarla, menos en ese momento.

No sé si ir terminando ya... pero me estoy quedando sin ideas. ¿Alguna sugerencia? ❤️✨

Aprender. | Albay.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora