- ¿Por qué no subes y dejas de caminar? – le dijo el conductor desde la ventanilla.
¿Se había tomado la molestia de venir a buscarla para llevarla a su casa?
- ¿Cómo sabias donde estaba, Tom? – le pregunto deteniendo su paso.
-No fue difícil seguirte – respondió Tom bajándose del coche.
-Pensé que no ibas a salir de tu habitación hasta mañana.
- ¿Por qué? – pregunto el mientras su ceño se fruncía levemente.
-Estabas muy enfadado cuando llegaste a la casa.
-Ah... eso – articulo cuando estuvo frente a Sara – solo pase por un mal momento.
-Emma te beso desprevenido – afirmo Sara mientras se cruzaba de brazos.
- ¿Cómo lo sabes? – pregunto el realmente sorprendido.
-Ella me lo dijo – Tom no dijo nada, solo guardo silencio - ¿me llevaras a mi casa, por favor? – le pidió para poder cambiar de tema, era bastante incómodo.
-A eso vine – tomo las maletas de Sara y las coloco en el maletero de su coche, luego volvió y le abrió la puerta del copiloto a Sara para que pudiese entrar a su coche.
- ¿Estas enfadada? – le pregunto Tom a Sara, en cuanto los dos estuvieron dentro del coche.
- ¿Por qué debería estarlo?
-No lo sé – puso en marcha el coche – perdón por ignorarte cuando llegue a casa.
-No importa de todos modos ya estoy acostumbrada a tu indiferencia – eso lo había dicho sin pensar... estaba siendo demasiado dura con él.
Después de esas palabras se instalo un silencio profundo en el coche.
-Siento lo que he dicho – susurro ella.
-No lo sientas, tienes razón.
-No, no la tengo. Además, cambiaste y no mereces que yo te trate así.
-Merezco todo tu desprecio.
- ¡Tom, por favor! – dijo en tono de súplica – no quiero discutir por eso.
-Ni yo – apoyo el mientras la miraba por un momento.
El camino a la casa de Sara fue demasiado corto para el gusto de ambos, después arreglaron las cosas y se dedicaron a hablar todo el camino.
Tom aparco el coche enfrente de la casa de Sara.
- ¿Es aquí? – pregunto Tom cerciorándose de que no haya se haya equivocado de dirección.
-Si, aquí es – respondió ella mirando por ventana, se deshizo del cinturón de seguridad - ¿Puedes abrir el maletero?
-Sara – dijo Tom suspirando – sé que estas enfadada.
-No Tom, no tendría por que estarlo. Nosotros no somos nada, si piensas que me molesto lo que paso con Emma, pues te equivocas porque enserio no lo estoy – tomo una gran bocanada de aire para después dejarlo salir en forma de suspiro – tu eres libre y además ella es muy guapa, tenéis las mismas clases sociales.
- ¿Piensas que a mí me importa eso?
-Tal vez a ti no, pero si a tus padres.
- ¿Y tú piensas que, si me enamoro de la persona mas pobre del planeta, crees que me importaría la opinión de mis padres? – Tom clavo su mirada fijamente en ella - ¿crees que los dejaría opinar en mis sentimientos?
-Conociéndote, lo dudo.
-Puede ser que Emma sea guapa como tu dices, pero no me gusta, no es lo que busco en una mujer.
- ¿Y qué es lo que buscas? – pregunto curiosa.
-Que sea fiel – suspiro – que sepa escucharme... que llore y ría conmigo, que confié plenamente en mí, que me ame de verdad, que sus sentimientos sean puros, tiernos – relamió sus labios – que sepa besar bien... vale, me estoy yendo por otro lado – Sara y Tom rieron juntos - ¿y el tuyo Sara, como seria tu hombre perfecto?
-Bueno... lo primero que todo tiene que amarme sinceramente. Respetarme, ser fiel, que me entienda, que me quiera, y me acepte tal y como soy – la joven bajo la mirada – claramente ese hombre perfecto, no existe.
-A lo mejor es que no has buscado bien – le dijo Tom sacando las llaves del coche.
-A lo mejor – mordió su labio - ¿me podrías ayudar a bajar las maletas?
-Claro.
Después de decir aquello, salió del coche, Sara tampoco lo pensó y se bajó también.
-Gracias por traerme.
-De nada, entonces nos vemos mañana – Sara asintió con un movimiento de cabeza – entonces adiós.
De improviso, Tom se inclino y beso cortamente los labios de ella, tomándola desprevenida.
-Cuídate.
-Tú también – sonrió y lo vio marcharse del lugar haciendo sonar las llantas de coche.
Su corazón palpitaba a cien kilómetros por hora ¿él la había dejado así?
Sonrió para ella misma y se dispuso a tomar sus maletas y ahora entrar a su querida casa.
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Solo soy una empleada
RomanceSara Hyland una muchacha de veintidós años, humilde, de buen corazón. Ella decide trabajar en una casa de ricos, la casa de los "Hiddleston". Una familia que se deja llevar por la avaricia, las apariencias y la ambición. Jamás pensó que trabajar en...