Capitulo 61

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   - ¿Por qué no subes y dejas de caminar? – le dijo el conductor desde la ventanilla.

¿Se había tomado la molestia de venir a buscarla para llevarla a su casa?

   - ¿Cómo sabias donde estaba, Tom? – le pregunto deteniendo su paso.

   -No fue difícil seguirte – respondió Tom bajándose del coche.

   -Pensé que no ibas a salir de tu habitación hasta mañana.

   - ¿Por qué? – pregunto el mientras su ceño se fruncía levemente.

   -Estabas muy enfadado cuando llegaste a la casa.

   -Ah... eso – articulo cuando estuvo frente a Sara – solo pase por un mal momento.

   -Emma te beso desprevenido – afirmo Sara mientras se cruzaba de brazos.

   - ¿Cómo lo sabes? – pregunto el realmente sorprendido.

   -Ella me lo dijo – Tom no dijo nada, solo guardo silencio - ¿me llevaras a mi casa, por favor? – le pidió para poder cambiar de tema, era bastante incómodo.

   -A eso vine – tomo las maletas de Sara y las coloco en el maletero de su coche, luego volvió y le abrió la puerta del copiloto a Sara para que pudiese entrar a su coche.

   - ¿Estas enfadada? – le pregunto Tom a Sara, en cuanto los dos estuvieron dentro del coche.

   - ¿Por qué debería estarlo?

   -No lo sé – puso en marcha el coche – perdón por ignorarte cuando llegue a casa.

   -No importa de todos modos ya estoy acostumbrada a tu indiferencia – eso lo había dicho sin pensar... estaba siendo demasiado dura con él.

Después de esas palabras se instalo un silencio profundo en el coche.

   -Siento lo que he dicho – susurro ella.

   -No lo sientas, tienes razón.

   -No, no la tengo. Además, cambiaste y no mereces que yo te trate así.

   -Merezco todo tu desprecio.

   - ¡Tom, por favor! – dijo en tono de súplica – no quiero discutir por eso.

   -Ni yo – apoyo el mientras la miraba por un momento.

El camino a la casa de Sara fue demasiado corto para el gusto de ambos, después arreglaron las cosas y se dedicaron a hablar todo el camino.

Tom aparco el coche enfrente de la casa de Sara.

   - ¿Es aquí? – pregunto Tom cerciorándose de que no haya se haya equivocado de dirección.

   -Si, aquí es – respondió ella mirando por ventana, se deshizo del cinturón de seguridad - ¿Puedes abrir el maletero?

   -Sara – dijo Tom suspirando – sé que estas enfadada.

   -No Tom, no tendría por que estarlo. Nosotros no somos nada, si piensas que me molesto lo que paso con Emma, pues te equivocas porque enserio no lo estoy – tomo una gran bocanada de aire para después dejarlo salir en forma de suspiro – tu eres libre y además ella es muy guapa, tenéis las mismas clases sociales.

   - ¿Piensas que a mí me importa eso?

   -Tal vez a ti no, pero si a tus padres.

   - ¿Y tú piensas que, si me enamoro de la persona mas pobre del planeta, crees que me importaría la opinión de mis padres? – Tom clavo su mirada fijamente en ella - ¿crees que los dejaría opinar en mis sentimientos?

   -Conociéndote, lo dudo.

   -Puede ser que Emma sea guapa como tu dices, pero no me gusta, no es lo que busco en una mujer.

   - ¿Y qué es lo que buscas? – pregunto curiosa.

   -Que sea fiel – suspiro – que sepa escucharme... que llore y ría conmigo, que confié plenamente en mí, que me ame de verdad, que sus sentimientos sean puros, tiernos – relamió sus labios – que sepa besar bien... vale, me estoy yendo por otro lado – Sara y Tom rieron juntos - ¿y el tuyo Sara, como seria tu hombre perfecto?

   -Bueno... lo primero que todo tiene que amarme sinceramente. Respetarme, ser fiel, que me entienda, que me quiera, y me acepte tal y como soy – la joven bajo la mirada – claramente ese hombre perfecto, no existe.

   -A lo mejor es que no has buscado bien – le dijo Tom sacando las llaves del coche.

   -A lo mejor – mordió su labio - ¿me podrías ayudar a bajar las maletas?

   -Claro.

Después de decir aquello, salió del coche, Sara tampoco lo pensó y se bajó también.

   -Gracias por traerme.

   -De nada, entonces nos vemos mañana – Sara asintió con un movimiento de cabeza – entonces adiós.

De improviso, Tom se inclino y beso cortamente los labios de ella, tomándola desprevenida.

   -Cuídate.

   -Tú también – sonrió y lo vio marcharse del lugar haciendo sonar las llantas de coche.

Su corazón palpitaba a cien kilómetros por hora ¿él la había dejado así?

Sonrió para ella misma y se dispuso a tomar sus maletas y ahora entrar a su querida casa.

Solo soy una empleadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora