- ¿Y tú que miras? – critico la rubia echa una rabia.
-La cara de perro asustado que tienes – dijo sin pensar.
- ¿Me estas llamando perra? – pregunto la rubia con la boca abierta de la impresión.
-Te queda bien la correa, digo el collar – dijo Sara con una sonrisa y se retiró de la habitación.
Vio a Tom salir de su habitación con su chaqueta.
Seguramente iba a salir y ni siquiera había recibido un gracias de parte de él, pero bueno ¿qué se puede esperar de una persona tan frívola como él?
La joven bajo las escaleras y lo vio subirse a su coche y perderse de vista, seguramente a despejarse de todo lo que paso recientemente.
Sara fue hacia la cocina, donde había dejado a Millie, la niña se encontraba comiendo un helado de fresa, muy tranquila.
- ¿Esta bueno el helado? – pregunto Sara entrando a la cocina.
-Si, ¿me lo puedo llevar a la habitación? Quiero comerlo mientras dibujo.
-Está bien – autorizo.
La niña salió de la cocina, y Sara se quedo sola, saco una manzana del canasto y se sentó a comerla.
Domingo. Ocho y media de la mañana.
Sara se levantó, aunque no se encontraba de buen humor, en realidad se sentía sola en la casa. Se levantó de aquella cama a darse una ducha para luego poner su ropa, salió de la habitación rumbo a la cocina, se sentó en una de las sillas y tomó su desayuno, una llamada telefónica la saco de sus pensamientos, sacó su teléfono del bolsillo y contesto.
- ¿sí? – contesto.
-Sara, ¿Cómo estás? – preguntaron al otro lado de la línea.
-Bien mamá, ¿y tú? – dijo ella mientras mordía su tostada.
-Hija, necesito que vengas al hospital – menciono la madre de ella con desesperación.
- ¡¿Qué ha pasado?! – pregunto Sara dejando la tostada de lado.
-Tu hermana sufrió un ataque cardíaco y no se encuentra bien – expreso su madre.
- ¡¿Cómo?! – dio un grito – ¡¿Cómo esta?!, ¡¿Qué le están haciendo?!... mamá contesta por favor no te quedes callada.
-Se encuentra mal, está en estado de coma – explicaba la madre, mientras Sara se le cristalizaron los ojos – los médicos están haciendo lo posible. Por favor Sara, tu hermana te necesita.
-Enseguida estoy allí.
Colgó el teléfono y se levantó de aquella silla corriendo, salió corriendo de la casa y tomo un taxi. A los diez minutos ya se encontraba en el hospital.
-Buenos días, busco la habitación de la paciente Mckenna – le dijo Sara a la mujer de administración.
-Pasillo veintiséis, sala ocho – respondió la amable mujer.
-Muchas gracias.
Corrió por los pasillos, hasta que encontró el número y se topó con su madre sentada en las afuera de la sala.
-Por fin llegas – dijo su madre levantándose de su asiento y abrazando a su hija – tengo miedo Sara.
-Tranquila mamá... - la abrazo de vuelta – ella es fuerte y se que se recuperara, no puede hacernos esto. No puede – deshizo aquel abrazo mientras lagrimas recorrían sus mejillas - ¿Quién esta con ella?
-El doctor, saldrá en un momento, ¿Cómo hiciste para salir de aquella casa? – pregunto.
-Nada, estaba desayunando y solo salí, estaban durmiendo todavía – respondió Sara.
Un médico salió de la habitación de la hermana con unos papeles en las manos, su vista se desvió hacia donde esta Sara son su madre.
-Buenos días – saludo el médico.
-Buenos días, ¿Cómo se encuentra mi hermana? – pregunto Sara nerviosa.
-La pequeña se encuentro mejor, cuando salga de aquí traten de no tenerla encerrada todo el tiempo, eso hace que su organismo se agite y junto con ello se agita su corazón y provoque un ataque cardíaco – detallo el médico.
- ¿Pero se encuentra despierta? – pregunto la madre.
-No, esta consciente, pero ahora está durmiendo – respondió el médico – ahora con permiso, pero tengo más pacientes.
-No se preocupe – dijo Sara.
Sara se encontraba sola con su hermana en la sala, su madre había ido a tomarse un café, tomaba de su mano y hacia suaves caricias en ella, mientras la pequeña dormía.
Las ganas de llorar eran inmensas, así que no aguantó y lloro, ese llanto que demostraba, tristeza, rabia, amor hacia su hermana.
Preocupación... eran todo tipo de sentimientos mezclados. Estuvo por los menos tres horas con ella, hasta que se dijo a si misma que era hora de volver a la casa de los Hiddleston, se había ido sin avisar y le esperaba un tirón de orejas de parte de cada uno, se miro en un pequeño espejo y arreglo su cabello, tenia los ojos rojos, de notaba a leguas que había llorado tres horas, salió de la sala, se despidió de su querida madre para luego tomar un taxi rumbo a la casa.
Sintió tanto miedo de perder a su hermana, sintió que no había aprovechado el tiempo para realmente estar con ella, pero todo lo que estaba haciendo, la ayudaría a ella, trabajaba para poder comprarles cosas y pagar su rehabilitación, que se tendrá que suspender por un tiempo mientras ella se recupera completamente de aquella crisis en su corazón.
El taxi se detuvo fuer a de la casa de los Hiddleston, entró y echo unas lagrimas para luego limpiarlas, dar un suspiro y entrar completamente en la casa, entró por la puerta trasera que daba a la cocina, no había nadie, y luego fue a la sala y se encontró con Tom, Millie y Noah desayunando felizmente, habían preparado el desayuno ellos mismos, ellos al instante la miraron, dándose cuenta de la presencia de ella en la sala.
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Solo soy una empleada
RomanceSara Hyland una muchacha de veintidós años, humilde, de buen corazón. Ella decide trabajar en una casa de ricos, la casa de los "Hiddleston". Una familia que se deja llevar por la avaricia, las apariencias y la ambición. Jamás pensó que trabajar en...