Silencios

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-Hola Alex- saluda sin ánimo alguno, con una voz apagada y neutra. Su rostro no muestra más que cansancio, y aquellos ojos que me evaden sólo transmiten tristeza. Es como si Bailey estuviese canalizada, apagada, y yo tengo la culpa.

-Bue... buenos días Bailey.

-Alex eres un grosero por dejarme atras- los ojos de Bailey viajan hasta Sofia y sólo puedo cerrar los míos con fuerza, como si así pudiese desaparecer.

-Hola Sofía.- me exalto al escuchar que sabe su nombre.

-Hola Bail....

-¿Se conocen?- me atrevo a preguntar.

- Si, grosero- Sofia me fulmina con la mirada- nos conocimos en el hospital una noche de guardia, de hecho, mi primer guardia ahí.

-Yo ni idea de que se... conocian- Bailey intercala miradas entre ambos pero nunca llega a mis ojos, creyendo que así no podré ver lo mal que está.- en fin, yo sólo venía a ver si estabas en casa o si se te ofrecía algo, ya sabes, mi trabajo.

-Oh no te preocupes, estaremos bien- Sofía engancha su brazo con el mío y mi cuerpo no reacciona, simplemente estoy centrado en Bailey, en saber que pasa por su mente y en como será cuando yo me vaya.

- Si bueno... Que la pasen bien- sus ojos se cristalizan pero de inmediato desvía su mirada- nos vemos después.

Se da la media vuelta y sólo la veo irse. Un impulso se apodera de mi, ese impulso que quiere decirle que me iré, a pesar de que en mis planes estuviera el no anunciar nada, ella más que nadie merece saberlo, y que mejor ahora que Jack está a su lado para ayudarla.

-Bailey- corro hasta llegar a ella y la detengo.

-¿Pasa algo?- cuestiona en un hilo de voz, y sus ojos rojos.

-Yo...- dilo Alex, dale la noticia, aún que esto pueda hacerle más daño.- quería darte las gracias por estar atenta, en todo, digo, nunca me dejaste sólo y estuviste al pendiente de mi, así yo no estuviera en tu vida me buscaste. De verdad gracias por todo Bailey.

-No lo digas así que parece despedida- tristemente es una despedida.- y no hay de que Alex, ese es mi trabajo.

-Si... de todos modos, gracias Bailey.

- No hay de que Alex- su mirada y la mía se topan por fin pero estos no son los ojos que un día tanto me costaron plasmar en óleo, estos no son los ojos que se activan y brillan cuando ríe, estos no son los ojos que me quitan el sueño, los mismos que anhelo ver todos los días, así sea en un cuadro. Ahora sólo son unos ojos sin brillo, oscuros, tristes, y su mirada no es más que una demostración de lo mal que la está pasando, ¿lo peor de todo?, es que está cerrada por completo a mi, es una Bailey que desconozco.- hasta luego.

-Adios- es lo último que digo, porque se que probablemente no haya un hasta luego. Me quedo perplejo mientras la observo irse sin mirar atrás. Bailey renunció por completo, y eso duele, pero tal vez sea lo mejor para ella, que es lo importante. Las lágrimas de prepotencia inician a formarse en mis ojos y el duelo comienza en mi vida, un duelo que tendré que afrontar sólo.

Limpio las lágrimas y vuelvo hacia mis casa. Le pasó por un lado a Sofía y voy rápidamente a casa.

-Alex ¿a dónde vas?- la dejo atrás y cierro la puerta en su cara sin importarme nada- ¡Alex abreme, eres un grosero!.

Me asomo para enfrentaría y se lo digo claro.

-Quiero estar solo, entiendelo- dicho esto vuelvo a cerrar la puerta y me adentro en mi habitación.

Voy de un lado a otro entre estás 4 paredes. Rasco mi cabeza, mi nuca. Pasó mis manos por mi rostro, exasperado. Intentando controlar esto que siento, está mezcla de prepotencia, culpa, coraje y tristeza.
Me siento al borde de la cama intentando controlar mi respiración y canalizarme un poco pero antes de poder detenerme estalló y en cuestión de segundos mi puño está contra la pared una y otra vez.

La adrenalina se libera y la testosterona aumenta. Mi respiración resuena en la habitación. Las lágrimas corren por mi rostro junto con el sudor, mientras mis puños se siguen estampando. Suelto un grito exasperante y observo con la vista borrosa mis nudillos sangrantes.

-¡Esto es tu culpa Bailey!, ¡esto es tu culpa!.- grito.

Bailey.

Saber que ya no eres ni siquiera un poco necesaria en la vida de alguien a quien necesitas, pesa, pero no más que ver el porque; una chica que seguro nunca ha sufrido ño que yo por él, aún que no la culpo, Alex es alguien de quien es difícil enamorarse.

Camino hacia un parque y me siento en una de las bancas a relajarme un poco. No quiero llorar más, no quiero culpar a nadie por esto que me está pasando, y tampoco quiero someter a más personas a este descontrol que hoy en día soy.

Respiro profundamente intentando contener las lágrimas pero es imposible con tanto sobre mi. La tristeza y el coraje se instalan en todo mi ser como lo han hecho últimamente. Ya no quiero estar así, no más, estoy harta, cansada de estar así siempre, por años, y si la solución es desaparecer de la vida de Alex por más que duela, lo haré.
Las lágrimas salen más y más cada vez y mis uñas se entierran en la palma de mi mano hasta sangrar.

-Esto es tu culpa Alex, tuya y sólo tuya- digo entre respiraciones jadeantes.

El suplicio de BaileyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora