En busca de ti, Alex.

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Bailey

-Jack...- lo observo sin saber que decir.

-Me llegó la noticia está mañana, ¿lo más extraño?, es que tu ahora ya no quieres casarte, y casualmente Alex se sometió a terapia intensiva- se acerca a mi amenazante y retrocedo.- ¿qué pretendes Bailey?.

-Nada- susurro pensando en aquella promesa en Alex y en su estado- el detalle es que con Alex o sin Alex, yo no quiero está boda.

-¿Y apenas lo dices?- sus dientes rechinan del coraje y el miedo me pone alerta.- sino querías estar conmigo me lo hubieras dicho antes y así yo no perdía mi tiempo contigo cuando podía emplearlo en alguien más.

-¿Entonces hay otra?- el coraje inicia a arder bajo mi piel.- te dije que si llegaba a haber alguien más me dejaras en paz y te fueras con esa persona, yo no voy a ser segunda opción, y tampoco una estúpida a quien le ven la cara.

-Eso no es lo que quise decir- intenta tocarme pero no lo permito.

-Pero lo dijiste- ahora yo lo hago retroceder. Voy a la habitación de ambos, me encierro antes de que él pueda llegar. Tomo una maleta e inicio a meter toda mi ropa y pertenencias en esta. Luego tomo una mochila y la lleno de ropa hasta el punto en el que no queda nada mío más que un par de prendas que Jack me obsequió.

-Bailey abre la maldita puerta- ordena forcejeando la chapa, pero no lo hago- Bailey no fue lo quise decir.

-Pero lo hiciste- intento contener más lágrimas del coraje. Si, no soy estable y tampoco la mejor, a Jack le han tocado mis peores momentos, pero jamás lo forcejeando a quedarse, y si quería a alguien más, un trato diferente, se hubiese ido desde hace mucho tiempo.

-No, no es lo que piensas.- abro la puerta y me enfrento a un Jack envuelto en la desesperación.

-Dilo Jack, dime quien es ella.

-Bailey- intenta quitarme una de las maletas como si esto fuese a convencerme de no irme.

-Es la enfermera ¿cierto?- su seño se cae y lo entiendo todo. Me quito el anillo de compromiso mientras las lágrimas descienden del rostro de ambos.- entonces pídele a esa mujer que sea tu esposa, probablemente ella este de acuerdo en los estúpidos cubiertos o el color de la manteleria.

Le doy el anillo para luego pasarle por un lado.

-Bailey por favor no, eso fue solo un desliz- me toma del brazo pero me suelto de su agarre.

-Un deliz no dura semanas, tal vez meses Jack- reclamó recordando la vez que los vi entrar juntos y entre risas a la cafetería del hospital, tal vez ahí empezó todo, tal vez desde antes. Limpio mis lágrimas con coraje y trago grueso antes de continuar- y si teniendome a mi buscaste a alguien más, es porque no te bastó lo que yo ofrecía, lo sé, se que no soy alguien estable y que no tengo mucho por ofrecer, pero tampoco creo merecer esto.

-¿Y tú, no tuviste una aventura con Alex?, porque hay pruebas.

-Tristemete tubo un alto, un límite, y fuiste tu, a excepción de hoy, cuando me sentí tan jodidamente bien mientras Alex tocaba mi cuerpo.

-¿Ese imbécil te tocó?- todos sus músculos de tensan y mi osadía cae al piso.

-Es mejor que me vaya Jack.

-No- me toma fuerte del brazo como aquella vez a las afueras del edificio donde viviamos- esto no se puede quedar así Bailey, no cuando ese imbécil vino a mi casa y toco a mi mujer.

-No soy tuya, y aparentemente el único imbécil aquí estas siento tu, y no alguien que piensa en mi más que en él, alguien que se sometió a terapia intensiva para estar conmigo sin riesgo a hacerme daño.

Me suelta mientras me observa con coraje. Aprovecho e inició a caminar con mis maletas en mano. Camino un par de cuadras hasta que al fin encuentro un taxi. No, no iba a tomar el auto porque se que sería pretexto para volver a esa casa, y no quiero ver a Jack, así tenga que cambiarme de turno en el trabajo si es que vuelvo. Mi cabeza inicia a enfriarse mientras voy en camino a el hospital donde Jack está. No puedo siquiera soportar la idea de que ahora esta ahí abajo, sufriendo.

Observo como las gotas de la lluvia inician a estamparse en el cristal de la ventana del taxi, sin alguien más en mi cabeza que Alex. Nunca baje a terapia intensiva, pero los mismos doctores afirmaban que las terapias dolorosas de las que se habla son reales. No quiero a Alex torturado y menos por mi culpa.

Limpio rápidamente las lagrimas y lucho por no morder mis uñas llena de nervios, preocupación, ansiedad. Solo quiero verlo, y abrazarlo, saber que está bien y que mis suposiciones son falsas, que solo estoy siendo exagerada al imaginarlo sufriendo.

-Señorita, hemos llegado- salgo de mis pensamientos y observo al chófer. Le pago y voy junto con mis maletas a la entrada del hospital. La lluvia aumenta e inicia a mojarme haciendo de esta caminata más eterna. Mi piel cosquillea, mi estómago está hecho nudo, y mi respiración parece ser nula en ocasiones mientras mi corazón retumba con fuerza en mis oídos.

Entro y voy a recepción sin saber que decir o como hablar. Trago grueso y estoy por preguntar por el doctor que antes entendía a Alex quien estoy segura sabe de él y tal vez sea quien lo esté tratando cuando una voz me interrumpe, una voz que tanto deseaba escuchar.

-¿Bailey?- suelto todo el aire que mis pulmones retenía y me giró para observarlo.

El suplicio de BaileyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora