Recuerdos

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Bailey.

No hay más ánimos, ni ganas de continuar. Todo es idéntico a la primera vez que él se fue, a excepción de que Dani no está a mi lado en estos momentos y que estoy en una ciudad distinta. Pero el dolor tan penetrante y la soledad son idénticas aún que en mayor intensidad.

Si antes creía que todo estaba hecho, y que los niveles de necesidad y dolor no podían ser más altos, hoy me arrepiento, ¿la diferencia?, que no quiero a Alex de vuelta, y tampoco pretendo buscarlo, no después de todo el daño que me ha hecho, sin embargo, por el momento, tampoco tengo ánimos de pensar más en él, en esto.

Estoy tirada en mi cama con Hacía mi lado, en silencio, sólo observandome.

-¿Quieres comer algo?- niego.- ¿Se te antoja hacer algo?.

Vuelvo a negar.

-¿Sabes que eres lo suficientemente fuerte para salir de esta y más verdad?.

- Es muy complicado Jack.

-Pero podras- musita con seguridad, una seguridad que en este momento me encantaría tener, una seguridad que necesito pues siento que cada día me derrumbó más.

-Quiero dormir- me da una mirada de duda.- estaré bien, sólo... lo necesito.

-Estaré aquí para cuando despiertes- me da un beso en la frente.

-Gracias- es lo último que digo antes de verlo cruzar la puerta.

Me acomodo un poco y el cansancio hace que mis párpados pesen hasta no poder abrir mis ojos y caer en un sueño profundo.

Alex

Estoy frente al computador, debatiendo el mandarle o no un mensaje al doctor y comentarle lo que en mi está naciendo hacia Bailey. Pues es arriesgado ya que pueden despedirla y a mi encerrarme nuevamente en el hospital y tal vez en terapia intensiva.

Dejo el mensaje escrito y voy de un lado a otro pensando en que hacer.

-¿Por qué dicen que es arriesgado amar a alguien en mis condiciones?- le preguntó al doctor.

-Tus estados mentales cambian drásticamente, puedes estar feliz, y de la nada explotar en euforia, se le llaman episodios, y lo mismo pasa cuando quieres mucho a alguien, no le quieres lejos, pero llega un episodio y sientes repugnancia hacia esa persona.

-¿Y si la amo?- me observa preocupado.

-Tus impulsos pueden cegarte en aquellos episodios, convirtiendo e de amor en odio y euforia, una euforia que te puede llevar a lastimar a la otra persona.

-¿Físicamente?- continuó indagando. Quiero la realidad y no respuestas entre líneas.- somos adultos doctor, puede decirlo.

- No es que no quiera decírtelo Alex, simplemente es un tema delicado, un tema...

-Del que debo estar informado, acciones y consecuencias de las que debo estar advertido.

- Si Alex, puede ser daño físico.

-¿Hasta qué punto?.

-Alex- intenta detenerme.

-¿Hasta la muerte?- lo escupo pero el doctor sólo traga grueso.- ¿puedo legar a matara quien amo?.

-Entiende que no depende de ti, es de tu condición Alex, pero bajo tratamiento todo eso se puede evitar, sólo no dejes el tratamiento y podrás tener una vida al lado de esa persona, mientras ella este consiente de lo que contigo pasa.

-No la voy a arriesgar de tal forma.- salgo de ese lugar con Baikey en mi cabeza y una horrible imagen de ella siendo lastimado por mi, una imagen que me aterroriza y me pone la sangre helada. Es como si esto me convirtiera en un monstruo.

Recuerdo aquella conversación con mi primer doctor e intento bloquear aquella imagen de Bailey en un mal estado.

Voy por mis medicamentos y reviso la hora; es tiempo de tomármelos.

Esto está empeorando cada vez más y se que debo mantenerme lo más alejado del exterior, de cosas o actividades que me estresen o den indicios a un ataque, a un episodio.

Me siento en uno de los sofás y hundo mi cabeza en mis manos apoyadas en mis rodillas. Esto cada vez parece ser más difícil. Bailey vuelve a mi cabeza y un dolor se instala en mi pecho, la amo tanto que duele. No puedo imaginar siquiera como esta ella, no antes de sentirme la mayor de las mierdas, no sin darme cuenta que ella es todo lo que necesito para estar bien pues cuando le tenía cerca era como si yo no tuviese problema alguno simplemente era un ser humano, estable y sin ninguna condición mental. Pero yo soy lo último que ella necesita para estar bien y por más que pese afrontarlo, es la realidad.

Se que si sigo aquí, sólo pensando en ella empeorare.

Me paro de inmediato y tomo mi manojo de llaves para ir a la calle. Voy a una de las gasolineras y luego de comprar gasolina vuelvo al departamento. Saco la moto de el pequeño espacio que está debajo de las escaleras, y le pongo todo el combustible. Me monto sobre ella sin pensarlo dos veces y temeroso la enciendo. Su característico rugido estalla en mi adrenalina pura y sin más que esperar arrancó, llendo a donde mis deseos me lleven, a donde mis necesidades me conduzcan.

El suplicio de BaileyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora