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Él día si que iba a ser súper pesado, demasiado pesado. Pensaba mientras se acomodaba su sacó negro ya dispuesto para poder bajar de aquel coche que era conducido por sus padres quienes no habían parado de hablar en todo el camino desde que salieron de su casa. Ellos parecían más emocionados que el mismo, pues tan solo con sus 15 años no podía hacer otra cosa más que apretar sus labios y asentir un par de veces cada que su madre giraba a verle.

Pronto tendría 16 años a lo que se refería qué era la edad adecuada para ingresar al instituto Kairos donde sus padres habían estudiado hace más de 30 años logrando hacer historia. Nunca paraban de recordarle que pusiera el honor de la familia en alto.

Sus padres lo habían preparado lo suficiente desde su niñez hasta su pubertad en lo que cumplía los 16 años para poder ingresar. Pues así se vería en que eran buenos los estudiantes, que se necesitaba reforzar, o que era los que le faltaban en la educación que había llevado. Si los humanos sé quejaban por tantos años estudiando en su vida para poder ser alguien en su sociedad, seguro los envidiarian de saber que hasta los 16 años estudiaban y a los 25 se graduaban con honores, y hasta los 27 si se deseaba entrar a alguna corte de magia o para ser parte del mismo instituto.

Su familia era de las más reconocida entre los seres de magia, los Cho o como muchos más los solían conocer: Los Loup. Eran los que siempre andaban en boca de todos y con la mirada fija en ellos en cada minuto. Incluso si su padre era quién sería el próximo ministro de la corte de magia. Un lugar bastante interesante y deseado por muchos.

—Nunca he convivido con otros. ¿Que haré?

Murmuró un poco nervioso y mirando por la ventana aquel cielo violeta que estaba avisando que el atardecer no tardaría en comenzar.

—Solo sé tú, haz amigos y se un buen estudiante. —su madre junto sus manos aún mientras miraba a sus lados, tal vez tratando de ya tener a la vista aquella escuela—, vas a encontrar de todo. Magos, hadas, duendes, cambia formas, centauros..

—¿Licántropos?

Su padre fue el que asintió en ese momento mientras tensaba si mandíbula. No estaba preparado, nunca más que con magos había convivido en sus malditos casi 16 años de vida.

—Tranquilo, se que es difícil pero con los días vas a querer venir más seguido —esta vez fue su padre quien tomó la palabra—, no te preocupes por los demás, recuerda que tu madre es una excelente maga..

—Y tú un honorario licántropo.

Murmuró acompletando la frase que siempre solían decirle.

Entonces al ver la sonrisa de bobos que ambos ponían, rodó un poco sus ojos porque sabía que iban a comenzar a contarle cómo es que se habían conocido en aquel instituto y su historia de amor por la cual habían pasado muchas cosas pero supieron salir adelante hasta estar juntos, y poner en alto su matrimonio en la sociedad a pesar de que muchos los llegaban a ver con duda.

Él no estaba yendo a aquel instituto para encontrar al amor de su vida en los pasillos de la escuela, estaba yendo para ser de los mejores magos en el tiempo y en lo que pudiese existir en ese maldito mundo. Y aunque admitía que los humanos no le caían tan bien, quería protegerlos de algunos que había oído por ahí. También admitía que los humanos eran unos engreídos por creerse los dueños del universo pero se debía dejar soñar a los niños de vez en cuando.

Cuando solía salir al reino de estos, también podía darse cuenta de la bondad que muchos tenían a su alrededor e incluso la felicidad que se notaba en las familias. Que a pesar de no contar con lo que los seres mitológicos tenían, eran felices con eso poco, con la compañía de su familia no pedían nada más. Y eso era lo importante qué sus padres le habían enseñado, el valor de la familia. Pero eso no quitaba el alto ego que se cargaba encima al igual que su orgullo y seguridad.

• Ya'aburnee; [ Kyusung ]    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora