• Ya'aburnee; [ Kyusung ]

• 26;

Pequeño maratón 1/2;

Decir que las cosas estaban yendo totalmente fáciles era incierto, y totalmente falso. Eso lo estaba descubriendo con cada día que pasaba desde que había decidido jugar las cartas para el lado opuesto de lo normal.

Su padre estaba totalmente orgulloso, no cabía de la emoción cada que los dos se miraban a los ojos logrando entender los planes de cada uno. Hizo que su padre solamente le abrazara, prometiendole que ante su muerte, le cedía a sus seguidores.

Pero también había algo que le molestaba, aquella maldita marca que Choi SiWon había dejado en su espalda. Y ni siquiera lo había vuelto a ver desde ese entonces para exigir una explicación.

En esas dos semanas que pasaron como agua, seguía armando planes con HeeChul quien sacaba la lista de los posibles magos que podrían estar de su lado, y si no les resultaba. Pues la muerte era la última opción para evitar ser atrapados en aquel plan que tenían entre manos. Además, Bosorni estaba bastante hambriento como para poder disfrutar de unos pequeños aperitivos cuando se lo permitiera. 

Todo estaba yendo tan bien, algunos magos estaban totalmente maravillados con su pensamiento y forma de actuar por lo cual no tardaron en decir un si cuando los fue a visitar. Solo tenía a 2 entre sus lista, incluyendo a HeeChul su segundo a mano quien se encargaba de estos, que no fueran a traicionarlos ante el menor descuidado. Pero no solo podía escoger a cualquiera, siempre se fijaba en los más fuertes, capaces y valientes. Pero que también la ambición y avaricia estuviera a la mano de ellos.

Hasta el momento, sus más allegados, los que confiaban plenamente en él, en sus planes y el futuro qué prometía (aparte de HeeChul) eran KiBum, graduado de Kairos, el mejor de la generación para ser verdad, su porte y carisma podría pasar desapercibido para cualquiera quien se atrevería a confiar en el a ciegas, sin imaginarse que detrás de aquella cálida sonrisa, lo único que había detrás era ambición y necesidad de poder, de dominar, y acabar con los débiles. Realmente tenía un nivel de magia sorprendete, a pesar de ser un simple maestro en otro instituto, tan solo con 32 años de edad. Y la otra, quien menos se esperaban: SeoHyun.

Ella siendo hija de grandes millonarios, siempre había tenido todo tan solo con estirar su mano y nunca había conocido los límites. Nunca se le enseño la gratitud, o bondad. Jamás recibió ninguna clase de enseñanza referida a los valores, siempre le inculcaron qué todos debían permanecer debajo de sus pies, que todos estaban completamente debajo suyo, y las personas que no llegaban a su altura, no eran dignos de un mundo mágico donde ella vivía. Podría ser la chica dulce y amable en el instituto, pero era lo contrario afuera, ambiciosa, desafiante, decidida y sádica.

Y justo en su mente, estaba pensando en alguien más. En alguien con quien había convivido sus 5 años de estudio en el instituto, YunHo. Sabía cómo era la relación con su padre, como le exigía a tal grado de llegar a golpearle. Miraba las marcas en sus brazos y este intentaba ocultarlas diciendo que se había pegado, pero sabía la verdad.

La cuestión era, como lograr convencerlo de que ese mundo estaba mal. Que juntos podían mejorarlo, demostrar que no necesitaban de nadie más para poder triunfar, y de una manera espectacular.

Las clases comenzaban después de un largo tiempo, alumnos nuevos llegaban cuando otros se habían ido. Y ellos estaban más cerca de su cometido, simplemente seguirían fingiendo por el momento hasta que fuera necesario, porque sabían que algún día tendrían que ser atrapados pero para ese entonces, sería demasiado tarde. Los planes siempre iban a tener que ser largos para llegar a un cometido.

—!Bienvenidos sean a Kairos!

JungSoo volvía a repetir las malditas palabras de cada maldito año, con lo cual estaba comenzando a cansarse.