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Yesung no podía probar bocado alguno de su desayuno en aquel día mientras veía cómo aquel ser de ultratumba en descomposición se paseaba por la mesa para dejar la comida. Y no lo decía porque le diera asco, simplemente le daba pena por aquella persona... Que alguna vez lo fue pero había vendido su alma, ahora condenada a vagar en estado de descomposición hasta que alguien se apiadara de su ser. Observó sus manos para ver cómo trataba de sostener con fuerza de la charola de pan la cual trataba de denar justo enfrente suyo.

Trató de ayudarle pero era imposible, aquel hombre negó con una tímida sonrisa mientras dejaba al fin la charola y levantaba la vista hacia su señor esperando alguna orden más.

—Ya vete de aquí.

Bueno, eso era un gracias por servirnos, puedes retirarte.

Observó cómo se daba la vuelta para caminar hasta la puerta del salón mientras arrastraba su pie derecho después de que este casi quisiera desprenderse de su cuerpo.

Yesung giró la vista hacia su padre quien estaba interesado leyendo el periódico en que en comenzar a comer algo. Así qué carraspeo un poco para tratar de atraer su atención, cosa que funcionó porque este alzó una ceja mientras bajaba aquél periódico.

—Creo que deberíamos de arreglar su pie —susurró tomando un tenedor de plata para mirar su desayuno—, no nos servirá si no puede andar.

—Ese es mi hijo, caray.

Vale, tuvo que haberlo dicho de aquella manera para que su padre cediera. Porque si era de la forma amable entonces estaba seguro que se iría al instituto sin probar bocado alguno.

Mientras llevaba un trozo de fruta hacia su boca, alzó la mirada apara ver a su padre quien estaba sentado justo enfrente suyo. Claramente la mesa era lo suficientemente larga como para tener la más mínima conversación pero era imposible, su padre siempre trataba de meterle cizaña para que dejara de “jugar al mago bueno”.

Pero no, el nunca escogería ese lado. Jamás, primero muerto que decidir que la oscuridad se apoderara de el.

—Papá, necesito cambiar de lugar a Bonsori, los malditos niños del instituto andan de chismosos. Dicen que la mascota del diablo está detrás de esa puerta.

Notó la sonrisa sancarrona de su padre quien comenzaba a probar de su desayuno haciendo algunas muecas.

—Sabes muy bien que puedes ser el diablo.

—Estoy hablando en serio, no quiero que lo lastimen. LeeTeuk es un mentiroso.

—¿Y hasta apenas te das cuenta?

Frunció un poco sus labios sabiendo que por fin tenía algo en común con su padre y era el desagrado que en muchas ocasiones LeeTeuk les ocasionaba.

El principal, rechazo del apellido cuando se supone debía ser un gran honor.

—Veré que puedo hacer, ¿Si? —tomó de aquella copa de oro casi forrado de diamante rojo que apenas dejaba ver el dorado—, pero lo hago solo porque eres mi hijo y sé que nunca me vas a defraudar, y obviamente este viejo demonio tiene sentimientos hacia a ti.

Se llevó la copa hacia sus labios para poder beber del contenido, sabía perfectamente que se trataba de sangre por lo cual trató de mirar hacia a otro lado e ignorar el sonido que su garganta hacia al pasar el líquido a través de esta.

Pero sus palabras solo lo hacían reír.

—Me quieres demasiado que cuando tuve mis 4 años..

—Te deje abandonado en el bosque maldito, si, siempre me lo recuerdas. Pero tenías que crecer siendo alguien fuerte, duro... Si te morías pues ya qué. —recibió una mirada llena de reproche por el más joven provocando que sonriera ladino—, nunca me fui, estuve al pendiente de ti a cada momento, aunque estabas en peligro sabía que lo ibas a lograr y mira lo hiciste. Sigues aquí.

• Ya'aburnee; [ Kyusung ]    Donde viven las historias. Descúbrelo ahora