Capítulo 11

53 15 7
                                    


—Oye tú, este café esta frío.

—Te he pedido un chai late y me has traído un capuchino, ¿acaso no sabes escuchar?

—Pedazo de imbécil, yo no ordené esto.

—Serás idiota, has derramado todo encima de mí.

Respiro hondo y trato de controlarme, mis manos tiemblan y estoy seguro de que al siguiente que me llame idiota o imbécil le destrozaré el rostro en cuestión de segundos.

—Relájate, aun te queda toda una semana y media de soportar a estos cretinos— dice mi tío cuando entra al almacén y me ve sentado sobre los costales de granos.

— ¿Cómo los soportas?

—¿Soportarlos? Bueno, ellos son quienes pagan mis cuentas, ¿Cómo no hacerlo?

Salgo de nuevo sintiéndome más calmado, cuando veo a un niño vomitar todo el suelo. Mi tío me mira con gesto desagradable y me da un trapo.

—No esperas que yo limpie eso...

—No lo espero, lo harás— me mira con gesto serio y me recuerdo mil veces que es el hermano de mi madre.

— ¡Vaya que eso si lo sabes hacer! — se ríe un tipo de la mesa de al lado cuando me ve limpiando esa pastosa mancha en el suelo.

Mi temperamento no me lo permite, y antes de que reaccione mi puño se encuentra estampado con fuerza en su nariz. Su acompañante, un hombre grande y lleno de músculos se levanta y da un paso hacia mí.

—Será mejor que se marchen— mi tío se interpone entre ambos, veo que ha sacado el pecho y lo mira retadoramente—. La casa invita.

Los tipos nos miran una vez más antes de salir y les sonrío triunfante. En cuanto salen mi tío me mira con gesto duro.

—Desde hoy te encargas de la limpieza del almacén.

— ¿No has visto que se ha burlado?

—Si no tuvieras ese carácter tan terco y amargado tuyo, sin duda su comentario se te hubiese resbalado, ahora ve a terminar de limpiar.

Farfullo unas cuantas groserías y cuando llego al almacén pateo con fuerza un costal que se encuentra en el suelo, este se abre esparciendo miles de granos de café por todo el suelo, Nicolás entra y mira el desorden, niega con la cabeza y da media vuelta.

—Eso lo limpias— dice antes de salir con un portazo.




—¡Carajo! — grito cuando entro en la casa y azoto la puerta.

—Oye, oye ¿Qué es eso de entrar gritando y azotando puertas? — mi madre se levanta en pijama del sofá y me mira enojada—. ¿Qué ha sido eso de la pelea en el café?

—Ah, te lo ha contado tu hermano.

—Si, me lo ha contado mi hermano. ¿Qué pasó?

—Un imbécil que ha querido hacerse el gracioso conmigo y tu hermano me ha puesto a limpiar todo el almacén. ¿ves esto?

Le enseño mis manos con ampollas. 

—Solo son unas cuantas ampollas Eiden, no tienes por qué ponerte cascarrabias.

—¿Cascarrabias? Se supone que tengo que cuidarme ahora que estamos tan cerca.

—Deja de refunfuñar y ven aquí a ayudarme a preparar la cena—. Pobre de la chica que deba soportarte.

Nova LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora