Capítulo 34

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¡Atención! Capítulo con contenido subido de tono... ups...
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Cuando vuelvo a la habitación y cierro la puerta detrás de mí siento un gran alivio el verla tal y como ha estado cuando salí.

Vuelvo a deshacerme del pantalón y voy hacia la cama. La admiro durante lo que me parecen horas, jamás me había sentido tan atraído por alguien... es tan intenso que apenas y puedo creerlo. Mis dedos avanzan hacia su espalda y la recorren de arriba abajo, trazando círculos y líneas sin sentido hasta que da un respingo y se sobresalta.

Parece desubicada, después sus ojos se posan en los míos y una tierna sonrisa se dibuja en su rostro.

—Hola.

—Hola— le digo murmurando y acariciando su rostro—. Lamento haberte despertado, vuelve a dormir.

—¿Qué hora es? — me pregunta estirándose.

No puedo evitar pasear mis ojos por su cuerpo cuando se endereza.

—No lo sé...

—Veré mi celular.

Los mensajes me revolotean en la mente y la ansiedad se apodera de mí, y antes de que lo alcance se detiene y mira por la ventana.

—Parece que aún no amanecerá— dice volviendo a la cama y entrando dentro de las sabanas—. Tengo frío.

—¿Quieres tu pijama? — le pregunto poniéndome de pie y buscando en el suelo.

—No, te quiero a ti.

Mi corazón se detiene y la miro. Ahora parece más despierta ya que sus ojos están bien abiertos. Vuelvo a la cama y abro las sabanas para entrar a su lado.

—Soñaba contigo— me dice admitiendo apenada.

—¿Ah sí? ¿Qué estabas soñando?

Y entonces lo hace, veo como mira hacia otro lado y se muerde el labio inferior, tal como cuando se siente nerviosa.

—Nada...

Arqueo una ceja y me acerco más a ella.

— ¿Nada? Que sueño tan más aburrido entonces, creí que el que soñaras conmigo sería algo más... especial.

—No ha sido aburrido, créeme.

—No estás diciéndome la verdad.

—No...

— ¿Vas a hacerlo?

—Me da vergüenza... dirás que soy una pervertida.

—Lo eres— le digo apuntando y tomando un mechón de su cabello.

—Lo soy— dice nerviosa.

—Entonces...

—Solo soñaba que tú y yo, ya sabes... dormíamos juntos.

—Eso hacíamos— la miro frunciendo el ceño sin entenderla.

—No en esa manera...

—Oh— caigo en cuenta y me siento un imbécil por no haber entendido.

Toma mi nariz y la aprieta con sus dedos dejándome por completo desconcertado.

— ¿Qué haces? — le pregunto riéndome.

—Desde que salí contigo por primera vez quería hacerlo.

— ¿Apretar mi nariz? Vaya, que eso es nuevo para mí. Me siento como un payaso con una enorme nariz roja.

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