—Vaya...
Gio no tenía palabras para describir la mansión de los Williams, y yo, tampoco. Estaba enfrente de un parque precioso por donde paseaban las familias más ricas de la ciudad. Se encontraba bastante alejada del centro, en un barrio limpio y lleno de jardineras y árboles de hoja caduca. Una pena que fuese invierno.
Llamé a la puerta casi con miedo. Era enorme e imponente. No tardaron mucho en abrirnos.
—¿Hola? —nos saludó la sirvienta, extrañada.
—Somos Luca y Giovanni. —Señalé a mi amigo—. Venimos a ver a Anthony Williams. Él nos invitó.
Ella sonrió y entró de nuevo a anunciar nuestra llegada. Escuchamos pasos y la señora Williams vino a recibirnos.
—¡Pasad, pasad! ¡No tengáis miedo! Anthony está en su habitación, arriba. Margaret, querida, guíales, por favor.
—Sí, señora.
La señora Williams volvió al salón. Parecía que ella también tenía visita, pues a nuestros oídos llegaban risas de distintas mujeres.
Gio y yo contemplamos maravillados la entrada. Nos moríamos de curiosidad por ver el resto. Jacob no se lo creería cuando se lo contásemos. Una pena que su presencia fuese considerada una ofensa y que no pudiese estar con nosotros. En realidad, ni siquiera le habíamos contado que iríamos a ver a aquel niño.
Margaret nos condujo escaleras arriba y llamó a la segunda puerta a la izquierda.
—Adelante —dijo una voz desde el interior.
Entramos y Margaret cerró la puerta, para dejarnos a solas. Él estaba tumbado sobre la cama, con dos mantas por encima. Su voz era casi un susurro ronco, supuse que porque le había cogido el frío.
—¿Cuál de los dos me encontró? —preguntó.
—Yo.
Di un paso al frente y él me miró de arriba a abajo. Después hizo lo mismo con Gio. Parecía que estuviese decidiendo si éramos de fiar.
—¿Por qué les dijiste dónde estaba? ¿Por qué no me dejaste allí?
—Yo...
No entendía su pregunta. Es decir, le habíamos salvado la vida.
—Estabas enfermo... —respondí.
—No me perdí, me escapé. Y tú lo has echado todo a perder.
—Perdona que mi amigo te haya salvado la vida, imbécil —ladró Gio.
Lo aparté suavemente con la mano. Sabía que Gio era desconfiado y que tenía muy poca tolerancia con aquellos que eran maleducados o desagradecidos, y Anthony parecía las dos cosas.
—¿Por qué te quieres marchar? —pregunté— Es decir, este lugar... es enorme, el paraíso.
—Solo es una cárcel grande.
—Una cárcel con cinco comidas al día y agua caliente —respondió Gio entre dientes.
Le di un codazo suave a mi amigo. Sin embargo, en vez de ofenderse, Anthony sonrió.
—Me caes bien, te atreves a decir lo que piensas. No eres como esos lameculos que siempre me dan la razón.
Nos sorprendió su vocabulario, tan poco digno de la boca de un niño bien.
—¿Cómo os llamáis? —preguntó.
—Yo soy Gio, y este, Luca. —Me señaló.
—Yo soy Anthony.
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Little Italy
Historical Fiction🏅NOVELA GANADORA DE LOS WATTYS 2020 EN LA CATEGORÍA DE FICCIÓN HISTÓRICA «Me crié en Little Italy, en un pequeño apartamento de la calle Mott». Luca era un niño de tan solo siete años cuando su padre fue asesinado por un mafioso en 1929. Además de...