Meses más tarde, empezamos a alcanzar algo cercano a la normalidad. Yo iba a trabajar a la fábrica, mi hermana al hospital, Laura al consulado, Agnese a la escuela y Anthony se quedaba en casa leyendo o salía a pasear con el perro si estaba de buen humor. Odiaba mi trabajo. Era agotador revivir cada jornada los horrores de la guerra al montar aquellas armas. Me resultaba imposible mirarlas y no recordar la larga lista de nombres de aquellos que una vez conocí y que habían perdido la vida. Turner, Fred, Vincent... Todos ellos. Si alguna vez me conocieron como «Fast Hands» en la fábrica, en aquellas jornadas tras la guerra, perdí el derecho a ese título. De hecho, me volví un trabajador muy poco productivo, a pesar incluso de que desde el final de la guerra la carga de trabajo se había reducido. Sabía que si no me habían despedido a aquellas alturas era porque mis superiores sabían que los Volta me tenían mucho cariño. Definitivamente me convencí de que no podía seguir trabajando allí, pero mientras no encontrase otro empleo, no podía dejarlo.
Un día, salí de la fábrica y volví a casa arrastrando los pies. Realmente aquel trabajo me estaba consumiendo. Me deprimía, y mi mayor consuelo era saber que en casa me estaba esperando Laura. Pero aquel día, ella se estaba retrasando algo más de lo habitual, así que me senté con Anthony en el sofá. Tenía puesta la emisora de música clásica de la radio. Cada vez estaba más convencido de que Tosca tenía razón respecto a sus sospechas de que Anthony había perdido buena parte de su audición en el oído izquierdo. Colocaba la radio a su derecha, y cuando no entendía algo que le decíamos, siempre se inclinaba hacia su derecha. A pesar de que su mejoría tanto física como mental era claramente reconocible, cada vez que le hacíamos una pregunta, él la esquivaba. Únicamente teníamos conjeturas. Sospechábamos que se había quedado medio sordo en una explosión y que por eso tenía tanto miedo de los ruidos fuertes y súbitos. Anthony era incapaz de hablar de lo que había vivido en la guerra. O al menos, hasta aquel día.
—Encontré una armónica en un cajón —comentó.
—Era de mi abuelo. Dice ser muy bueno, pero yo nunca le he escuchado tocarla.
Entonces hubo un breve silencio, y cuando Anthony volvió a hablar, lo hizo con una sonrisa agridulce.
—Tenía un amigo que tocaba la armónica. Bueno, en realidad solo conocía una canción —Rio tímidamente y se frotó un ojo—: «When the saints go marching in». Nos volvía locos. Aun así, de vez en cuando le pedíamos que nos la tocase. Lo hacía muy bien...
Sonreí. Era la primera vez que hablaba de la guerra y aunque solo fuese una historia de un compañero que tocaba la armónica, suponía un paso enorme.
—¿Solo esa canción?
—Solo esa. —Entonces, la sonrisa de Anthony desapareció y supe que la historia no tenía un final feliz—. Los japoneses se hartaron de escucharle tocar.
No quise ahondar en la historia. Que se hubiese abierto a hablar de la guerra era bueno, y no quise presionarlo. Temía que se volviese a cerrar si lo hacía.
—Yo tenía un amigo que se llamaba Fred. Odiaba «Boogie Woogie Bugle Boy» y se la cantábamos muchas veces solo por hacerlo rabiar.
Anthony sonrió. Aquel día desarrollamos una especie de complicidad. Ambos habíamos sobrevivido a la guerra, y aunque nuestras experiencias habían sido distintas, comprendíamos lo que eso significaba. Tosca, Laura, Jacob o cualquier otra persona que no hubiese pisado el frente, jamás entendería, por ejemplo, el compañerismo que surge en situaciones extremas. Tampoco sabría lo que se siente al avanzar hacia tu posible muerte o al ver como tus amigos van cayendo uno a uno sin que tú puedas hacer nada por evitarlo. Hay cosas que son imposibles de explicar. Me sentí inmensamente aliviado al hablar con Anthony sobre Fred, aunque solo fuese una tontería como aquella. Sabía que él también había sentido lo mismo. Llevábamos un gran peso a nuestras espaldas, y aquel pequeño respiro me hizo darme cuenta de lo enorme que era mi carga. Puede que Anthony no fuese el único que había estado evitando el tema.
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Little Italy
Historical Fiction🏅NOVELA GANADORA DE LOS WATTYS 2020 EN LA CATEGORÍA DE FICCIÓN HISTÓRICA «Me crié en Little Italy, en un pequeño apartamento de la calle Mott». Luca era un niño de tan solo siete años cuando su padre fue asesinado por un mafioso en 1929. Además de...