—Chico, te noto distraído —dijo Randall.
Me di cuenta de que le había echado tanto café que se desbordaba de la taza. Avergonzado, me puse a limpiar el desastre que había montado.
—Lo siento muchísimo.
Pero Randall no estaba enfadado, en realidad se reía.
—¿Qué le ocurre a este chico, Frank? Está muy disperso. ¿Se habrá enamorado? —bromeó.
—Quién sabe, Randall —respondió Frank desde la barra.
—¿Es eso? ¿Vas a seguir el camino de Andrew? —Rio de nuevo.
—No, no estoy enamorado.
Lo que estaba era preocupado. No tenía tiempo para pensar en cosas tan tontas como el amor teniendo todos los problemas que tenía.
—Dime, ¿cómo se llama? ¿Es guapa? —preguntó, buscando obtener algún cotilleo.
—No hay ninguna chica —respondí, muy seco.
—Yo a tu edad andaba desquiciado detrás de ellas, no te creo —Se rio.
Randall me estaba empezando a recordar a la típica vecina pensada que quiere conocer cada detalle de tu vida y me estaba poniendo de mal humor, así que preferí no contestar.
—Qué taciturno te has vuelto —apuntó antes de beber un sorbo de su café.
Sacó un bolígrafo y empezó a escribir en su libreta. Pude respirar tranquilo: cuando Randall se centraba en sus novelas, se olvidaba por completo del mundo que le rodeaba.
Lavé el trapo manchado con el café de Randall y cuando me giré, tenía a Frank frente a mí sujetando el que sería mi primer sueldo.
—Vete a casa, Luca, te estarán esperando —dijo sonriente, entregándomelo.
—Gracias, señor.
—Ya te he dicho que con «Frank» me llega. —Se rio—. Ve, te lo has ganado.
Me despedí con una débil sonrisa y me marché de allí. Fuera hacía frío, se notaba que el invierno estaba cerca. Me guardé los billetes en el bolsillo para al llegar a casa entregárselos a mi abuelo. Él era ahora el encargado de gestionar el dinero: mi madre estaba demasiado deprimida, tanto que apenas salía ya de su habitación. Mi abuelo estaba tan preocupado por su situación mental que me pidió que no le contase que yo estaba trabajando. Dijo que, si se enteraba, le atormentaría saber que su hijo menor estaba trabajando para mantener a la familia mientras que ella no podía hacer nada. Y es por eso que mi pequeño empleo quedó en secreto entre nosotros dos. Nadie preguntaba de dónde había salido la comida que ahora había sobre la mesa, lo importante era que había comida. Las sobras que Frank me dejaba llevarme a casa estaban deliciosas. Puede que su mujer estuviese fuera, pero estaba claro que él no se quedaba atrás en el arte de la cocina.
Abrí la puerta de casa.
—Ya estoy aquí.
La mesa ya estaba puesta, pero solo con dos platos.
—¿Qué ocurre? —pregunté.
—¿Hoy no has traído nada? —preguntó Tosca, nada más verme.
Negué con la cabeza.
—Vaya...
Sirvió la sopa, pero yo ya había comido en el Cúinne, así que le cedí mi plato a mi hermana porque sabía que tendría más hambre que yo, y ella me lo agradeció con una sonrisa.
Escuché una tos.
—Mamma no se encuentra muy bien, Luca —dijo Tosca con preocupación—. El abuelo cree que le ha cogido el frío. Lleva con fiebre todo el día.
ESTÁS LEYENDO
Little Italy
Historical Fiction🏅NOVELA GANADORA DE LOS WATTYS 2020 EN LA CATEGORÍA DE FICCIÓN HISTÓRICA «Me crié en Little Italy, en un pequeño apartamento de la calle Mott». Luca era un niño de tan solo siete años cuando su padre fue asesinado por un mafioso en 1929. Además de...