El ataque comenzó una hora después del amanecer. El terreno era tan llano que me sentía indefenso avanzando entre la maleza dorada. En Cassino, me había acostumbrado a la montaña, a la lluvia y al barro. Aquello era totalmente distinto. Al menos esta vez contábamos con el apoyo de los tanques.
Las malas hierbas se me enganchaban en los pantalones. Ese no era el mayor problema ni de lejos, pero era preferible pensar en lo molestas que eran, que en que estábamos atravesando un campo minado. Miré a mi alrededor un instante y mis ojos se encontraron con los de Antonio. Asintió levemente. Quizás lo hizo para confirmarme que estaba bien, o quizás simplemente me estuviese infundiendo ánimos. El caso es que me recordó que no estaba solo en aquel horror.
La hierba alta fue desapareciendo paulatinamente para dar paso a una zona más despejada todavía. No habíamos avanzado ni cinco metros cuando un disparo de artillería golpeó la zona. Escuché los gritos de Vincent e instintivamente giré la cabeza hacia él, aunque deseé no haberlo hecho. Eugene estaba muerto y a él le faltaba la pierna derecha mientras que la izquierda le colgaba de dos tendones. David corrió hacia él y se lo cargó sobre los hombros.
—¡Corred! —nos ordenó Turner.
Estaba paralizado. Cuando David me adelantó, pude ver su espalda manchada con la sangre de Vincent. El herido pudo levantar la cabeza por un instante y profirió un grito de puro dolor. Aquel sonido me bloqueó por completo hasta que un segundo disparo de artillería me devolvió a la realidad. Eché a correr como un caballo desbocado, pero por algún motivo, volví la vista atrás y vi a Jesse arrodillado en el suelo junto el cadáver de Eugene y la pierna de Vincent. Regresé a por él a toda prisa, lo obligué a ponerse en pie y tiré por su brazo hasta una encina cercana.
—¡Jesse! —lo llamé y pasé mi mano frente a sus ojos para devolverlo a la realidad—. ¡Jesse! ¡¿Estás bien?!
Jesse asintió, pero no estaba bien. Estaba conmocionado por la escena, igual que yo lo había estado unos segundos antes. Estaba pero no estaba. Comprendía muy bien qué era aquello. Dejé que se sentase unos segundos en el suelo mientras yo vigilaba al grupo para no perderlos de vista. Habían llegado al terraplén del ferrocarril.
—Tenemos que seguir. No podemos quedarnos atrás —dije.
—No puedo. No puedo. No puedo.
—Sí que puedes. Ponte en pie.
Miré a Jesse. Estaba llorando y le moqueaba la nariz. Tenía la mirada perdida y se balanceaba de delante atrás. El miedo se había apoderado de él. Le di la mano y le hice ponerse en pie.
—Atravesaremos ese campo juntos, ¿vale? No te dejaré atrás. —Asintió—. No dejes de correr hasta que lleguemos al terraplén.
Jesse volvió a asentir y yo salí de detrás de la encina. Corrí lo más rápido que pude asegurándome que no dejaba atrás a mi amigo. Se escuchó el sonido de una mina al estallar a nuestra derecha. Temí que eso bloquease a Jesse otra vez, pero no lo hizo y logramos llegar al terraplén.
—¡¿Dónde estábais?! —gritó Antonio antes de apretar el gatillo.
Estaba tendido sobre el suelo, disparando al frente. Él y Alan se había quedado cubriendo a David mientras hacía lo que podía por salvarle la vida a Vincent. Me tumbé a recobrar el aliento un instante. Jesse hizo lo mismo. Poco a poco, fueron llegando otros soldados tan exhaustos como nosotros a aquel terraplén.
—Te voy a salvar, ¿me oyes? —le dijo David a su paciente mientras le aplicaba un torniquete—. Te voy a salvar y tendrás que invitarme a cenar a tu casa con tu mujer y tu preciosa hija. Vas a volver a verlas, te lo prometo.
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Little Italy
Historical Fiction🏅NOVELA GANADORA DE LOS WATTYS 2020 EN LA CATEGORÍA DE FICCIÓN HISTÓRICA «Me crié en Little Italy, en un pequeño apartamento de la calle Mott». Luca era un niño de tan solo siete años cuando su padre fue asesinado por un mafioso en 1929. Además de...