Aquella misma noche, un poco después de que Anthony se metiese en cama, su madre llamó a la puerta:
—Anthony está aquí, ¿verdad? —me preguntó.
—No —mentí.
Quise cerrar la puerta, pero ella me lo impidió. Me fijé entonces en que tenía la mano morada, como si alguien se la hubiese aplastado o agarrado con demasiada fuerza. Obviamente, me imaginaba quién era ese alguien.
—Por favor, necesito hablar con él —me rogó—. Sé que está aquí. ¡Anthony! —Lo llamó—.¡Anthony!
Tosca dejó el libro que estaba leyendo sobre la mesa y se acercó a la puerta para ver qué ocurría. La señora Williams se quedó mirándola, casi con curiosidad.
—Por favor, yo...
—No está aquí. —Marqué cada palabra—. Márchese.
—Luca, déjala pasar —dijo Anthony a mi espalda.
Me aparté un poco y ella corrió para abrazarlo. Anthony no mostró más que indiferencia. Se dejó abrazar, pero no la rodeó con sus brazos ni sonrió. Estaba frío y distante. Se había serenado después de lo del parque, y no dejó que la visita de su madre lo alterase, o si lo hizo, no lo exteriorizó. Ella, en cambio, lloraba.
—Anthony. —Le puso la mano en la nuca cariñosamente—. Hijo mío...
—¿Qué quieres?
Al recibir esa contestación, ella dio un paso atrás, un poco decepcionada.
—Grace le contó a tu hermana que te había visto en Central Park, y Mary a nosotros —explicó—. Tu padre se ha vuelto loco. No puedes volver por casa en una temporada, ¿vale? Tienes que dejar que yo arregle esto, esperar a que se calmen las cosas.
—Tampoco tenía intención de volver —respondió Anthony con dureza.
Disgustada, intentó acariciarle la mejilla, pero él se apartó.
—Entiendo que no hayas querido volver a casa. No hemos sido los mejores padres y...
—¿¡«No hemos sido los mejores padres»?! —repitió Anthony, furioso—. No sé ni qué contestar a eso. Tú has permitido durante años que me maltratase. No has hecho lo más mínimo por protegerme jamás. Solo te importa Mary. Yo fui un error, pero no tengo la culpa de haber nacido.
—¡Eres mi hijo!
—Eres una cobarde. Y una mala madre. Eso es lo que eres.
Anthony había dejado a un lado el miedo, y en aquel momento solo sentía odio y rencor. El tono de su voz era hiriente, y había logrado hacer llorar a su madre, quien poco a poco, se fue desmoronando.
—No me perdí, ¿sabes? —Se refirió a cuando era un niño y lo encontré en la nieve—. Me escapé.
—Lo sé. —Lloró su madre.
—Y hubiera muerto el día de la fiesta de no ser por mis amigos.
—Lo sé —repitió su madre, esta vez casi sin voz.
—Y tú lo permitiste.
—Lo sé. ¡Lo sé! ¡Lo sé!
La mujer estalló en llanto. Le dolía escuchar la verdad en boca de su hijo.
—No quiero volveros a ver nunca más.
Y aquella última frase le partió el corazón. Se dejó caer de rodillas en el suelo ante nuestra atónita mirada. Le cogió las manos a su hijo, casi como si le estuviese implorando piedad. Y entonces Anthony vio lo mismo que había visto yo: su mano ennegrecida.
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Little Italy
Historical Fiction🏅NOVELA GANADORA DE LOS WATTYS 2020 EN LA CATEGORÍA DE FICCIÓN HISTÓRICA «Me crié en Little Italy, en un pequeño apartamento de la calle Mott». Luca era un niño de tan solo siete años cuando su padre fue asesinado por un mafioso en 1929. Además de...