Capítulo 49

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«No pienses en ella, no pienses en ella, no pienses en ella...». Me moría por salir del trabajo y correr a casa de Nicole como llevaba haciendo mes y medio. Los días se me hacían eternos, aunque al menos esta vez no era por la culpabilidad, sino por las ganas que tenía de llegar a su cama y hacerle el amor hasta caer rendido. Había mejorado mucho. La seducción, el aguante, las técnicas... ¿Por qué no decirlo? Estaba orgulloso y solía alardear de ello delante de Jacob. A Gio apenas lo veía, estaba muy ocupado con su pareja y él nunca me contaba nada de aquel chico de pelo negro. 

«No pienses en ella, no pienses en ella, no pienses en ella...». Una gota de sudor resbaló por mi frente al mirar el reloj y ver que solo habían transcurrido cuatro minutos desde la última vez que le eché un vistazo. Era inútil que me repitiese eso una y otra vez, pues únicamente aumentaba mis deseos de verla. No podía esperar a estar sobre ella. Ahora Nicole me dejaba llevar el ritmo y que actuase libremente y eso me encantaba, pero también me volvía loco su forma de someterme. Era tan... «Joder, Luca, concéntrate. Vas a perder un dedo. No pienses en ella. Piensa en otra cosa. Piensa en Bambi. Piensa en como te recordó el sonido de la escopeta a Papà. Bambi se quedó huérfano. Un niño se rio de tí al verte llorar.» No, ni la tristeza ni la vergüenza me distrajeron de Nicole. «Piensa en la nonna. Cuánto la echas de menos...» No, realmente no era capaz de pensar en mi difunta abuela y dejé de hacerlo porque me parecía una falta de respeto usar su recuerdo para dejar de pensar en sexo. «Piensa en...». Me hice un corte de unos cuatro centímetros en la mano.

—¡Argh!

Andrew, que en ese momento estaba trabajando a mi lado, se apresuró a apretarme la herida con un paño limpio. Yo estaba tan pasmado que no había hecho nada.

—¡Luca! ¡¿Se puede saber qué cojones te pasa?! ¡Tienes que estar más atento! Llevas unas semanas muy distraído. ¡Qué digo distraído! Estás en tu mundo. Te prefería cuando estabas triste y amargado. Al menos no tenía que estar pendiente de que no te quedes manco...

—Lo siento. —Yo mismo me apreté la herida para que dejase de sangrar. Al menos no era un corte muy profundo...

—Sé que las chicas son muy monas, pero tienes que fijarte en lo que haces —me regañó.

Andrew no lo decía por Nicole. Desde el inicio de la guerra, cada vez había menos varones trabajando en la fábrica. Muchos estaban en el frente y allí solo quedábamos los extranjeros, como Milenko (que a mayores era ciego de un ojo); gente muy mayor; lisiados, como Andrew; o gente «poco de fiar», como yo. Poco a poco, la fábrica se fue llenando de mujeres para sustituir a los hombres. Llevaban pantalones y muchas trabajaban con más entusiasmo que sus compañeros. 

«Media hora, solo media hora», pensé mientras el paño absorbía mi sangre.

***

—Luca, ¿qué te ha...? 

La callé con un beso en los labios antes de que pudiese preguntarme por mi mano. Ella se separó de mi y me golpeó el brazo. Sonreí.

—Te he dicho mil veces que no quiero que me beses.

—Es por el aliento, ¿verdad? —bromeé a la vez que bajaba mis manos hacia sus nalgas.

—Luca... —protestó—. Lo hemos hablado muchas veces.

—Sigo sin entenderlo. —La besé en la mandíbula.

Ella no me dejaba besarla en la boca. No le importaba que mis labios rozasen el resto de su cuerpo, de hecho, le encantaba, pero cada vez que se acercaban a los suyos, ella apartaba la cabeza. No entendía por qué ese rechazo, pero aunque lo aceptaba y me había acabado acostumbrando, había veces en las que simplemente no podía evitarlo. Nicole decía que no éramos novios, solo amigos, y que por eso no quería que la besase. Para mí, eso simplemente no tenía sentido. Nos acostábamos y yo la quería. Estaba enamorado y creía que era mi novia.

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