—Ten. —Tosca me entregó un sobre casi sin mirarme.
Era de Anthony. Mi hermana había recibido otra carta distinta y se marchó a leerla a su habitación, como siempre. Yo, en cambio, la abrí allí mismo, en el sofá. No tenía nada que ocultar. Básicamente me escribía para contarme lo bien que se lo estaba pasando en Canadá con su amigo rico haciendo cosas de ricos como montar a caballo o jugar al golf. También estaba aprendiendo a conducir. Yo sabía que me contaba todo eso para hacerme rabiar porque él sabía que yo era un envidioso. Siempre que me escribía era para tomarme el pelo. Aun así, recibía sus cartas con entusiasmo, aunque me enviaba muchas menos que a Tosca. En las últimas líneas me avisó de que volvería a finales del verano para ver la fiesta de San Gennaro, que se celebraba el 19 de septiembre. Yo le había prometido llevarlo a probar los mejores cannoli del mundo, y como se suele decir, lo prometido es deuda.
Dejé la carta sobre la mesa y me acaricié el puente de la nariz, que ya estaba completamente curado. Entonces, Tosca salió de su habitación, sonriente y con rubor en las mejillas. Estaba muy enamorada. Era tan obvio que hasta yo, con lo negado que era para esas cosas, lo podía ver.
—Vendrá a finales del verano —me dijo, sonriendo como una tonta.
—Lo sé. Estaba al final, tras quince líneas presumiendo de sus vacaciones en Montreal.
—Aigh... —Suspiró—. Lo echo de menos.
Ella se sentó a mi lado y apoyó su cabeza sobre mi hombro.
—¿Qué te puso a tí? —pregunté.
—Es privado —me dijo, y soltó una risita tonta. Lo que hace el amor.
La rodeé con el brazo y cerré los ojos. Estaba cansado de trabajar toda la semana en la fábrica y ella también lo estaba de atender a los enfermos del hospital. Además, por la ventana entraba una brisa muy agradable que suavizaba el calor del verano y me invitaba a echarme una siesta. Desgraciadamente, Tosca estaba tan emocionada que no era capaz de dejar de hablar.
—¿Alguna vez te habla de mí?
—Sí, alguna. —Me reí.
—¿Y qué te dice?
—Le hace gracia que te llames Tosca Costa. No me había fijado en que son la misma palabra cambiando la «t» por la «c» hasta que él me lo dijo.
—¡Boh! ¡Lo digo en serio, Luca! —Se rio también y me pegó suavemente en el estómago.
—Está enamorado de tí, aunque no sé si debería decírtelo.
Entonces mi hermana sí que sonrió de verdad, aunque solo respondió con un:
—Eso creía.
***
Más tarde salí a pasear y a aprovechar ese sábado tan soleado. Ni siquiera me metí en el cine a ver una película, mi mayor afición, sino que fui directo a buscar a Jacob para pasar tiempo con él. Gio estaba trabajando, por lo que no me molesté en llamar a su puerta. Aunque siendo sincero, tampoco es que tuviese muchas ganas de verlo. Le había pedido perdón por mi reacción, pero de todas formas, seguía sin aprobar del todo su sexualidad, y tenía miedo de que la gente empezase a hablar de nosotros. Si Henry lo sabía, era posible que más gente supiese en que andaba metido mi amigo, y no quería que me relacionasen con él. En resumen, no me sentía cómodo con Gio. Además, él seguía ensimismado y callado, lo que me irritaba.
Al llegar a la casa de Helen, llamé a la puerta con los nudillos. Tuve cuidado de no clavarme ninguna astilla en aquel pedazo descuidado de madera al que llamaban «puerta».
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Little Italy
Historical Fiction🏅NOVELA GANADORA DE LOS WATTYS 2020 EN LA CATEGORÍA DE FICCIÓN HISTÓRICA «Me crié en Little Italy, en un pequeño apartamento de la calle Mott». Luca era un niño de tan solo siete años cuando su padre fue asesinado por un mafioso en 1929. Además de...