Me estaba quedando dormido mientras le preparaba el café a Oliver. Gio, en cambio, ya dormitaba sobre la barra.
—¿Se puede saber qué os pasa? —nos preguntó Frank riéndose mientras Anthony sacudía a Gio para que se despertase.
Gio levantó la cabeza bruscamente:
—¡Le juro que no estaba durmiendo, maestro! —dijo sin recordar que ya habíamos terminado la clase y que estábamos en el Cuínne.
Anthony se rio a carcajada limpia. Frank le dio un golpecito en la frente para que espabilase:
—Buenos días.
Gio se frotó los ojos y volvió a apoyar de nuevo la cabeza sobre la barra.
—Tenemos unos vecinos muy ruidosos —dijo con los ojos cerrados de nuevo.
—Llevan dos semanas... —Busqué una forma fina de decirlo.
—Follando sin parar. —Se me adelantó Gio.
Terminé el café de Oliver y se lo llevé al rincón donde estaba retratando a Andrew. El cuadro era maravilloso, y había sabido captar cada rasgo de Andrew, incluida la suciedad que lo rodeaba. Le había prometido a Andrew que, a cambio de que posase, le pagaría las comidas y las cenas de una semana.
Se abrió la puerta y entraron Jacob, Helen y una chica que no había visto en mi vida, pero que tendría más o menos nuestra edad. Llevaba el pelo recogido en una trenza y tenía los ojos verdes. Se quitó el abrigo y la boina gris que llevaba. Su vestido de flores, a pesar de estar sucio y de tener un agujero en la costura de la axila izquierda, era bastante bonito. Y sin embargo, no me pareció una niña fina. Quizás fuese por sus grandes botas negras llenas de barro o por su forma de moverse. Tal vez solo fue que me fije en la fiereza de sus ojos, que parecían retarte con la mirada. En cualquier caso, esa chica era un misterio.
—Buenos días —saludé—. ¿Qué os pongo?
—A mí un té —dijo Helen—. Negro —matizó—. Con dos de azúcar.
Asentí y me giré hacia mi amigo y la chica.
—¿Qué vas a querer? —le preguntó.
—Nada, ya te he dicho que solo venía a acompañarte.
—Pues un refresco para mí.
Asentí y me fui a preparar las bebidas. Le puse una Coca-Cola y un vaso a mi amigo y le llevé el té a Helen, que se había sentado a ver pintar a Oliver.
—Andrew está más delgado. —Señaló.
Al escucharla, Andrew giró la cabeza hacia ella, pero Oliver protestó y volvió a ponerse en la misma postura.
—Y tiene una nariz más bonita. —Sonrió, consciente de que ante cualquier cumplido haría que Andrew se sonrojase.
—¿Puedes irte a otro lugar? —le pidió Oliver— Estás desconcentrando a mi modelo.
Andrew agachó la cabeza, sonrojado y sonriente. Helen rio al ver cumplido su objetivo.
—Ya ha perdido la postura. —Resopló Oliver.
—Oh, venga, déjame descansar un rato —pidió Andrew—. Me duelen las costillas y el cuello de estar en esta posición.
—Está bien... —cedió.
Mientras Andrew iba a la pata coja hasta Helen para tontear con ella como de costumbre, yo volví a detrás de la barra. Me fijé entonces en que la chica que Jacob había traído miraba con odio a Anthony. Y Anthony, que tan difícil era de cabrear porque se tomaba todo a risa, también parecía recelar. Ella cogió su abrigo, se despidió de Jacob y se marchó.
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Little Italy
Historical Fiction🏅NOVELA GANADORA DE LOS WATTYS 2020 EN LA CATEGORÍA DE FICCIÓN HISTÓRICA «Me crié en Little Italy, en un pequeño apartamento de la calle Mott». Luca era un niño de tan solo siete años cuando su padre fue asesinado por un mafioso en 1929. Además de...