El invierno dio paso a la primavera, y con ella llegó el deshielo y la mejora del tiempo. El ataque a la ciudad de Bolonia, que se venía posponiendo desde octubre, al fin era posible. Se cumplían las condiciones climáticas y de abastecimiento necesarias para llevarlo a cabo. Dejamos atrás las escarpadas montañas de los Apeninos y nos adentramos en el valle del río Savena, siguiendo el curso de la carretera 65 hacia Bolonia.
Era de noche, y aunque las suaves colinas del valle eran infinitamente mejores que la cordillera, nos estaba costando bastante avanzar. Al menos teníamos la suerte de que la artillería y los aviones habían menguado bastante las fuerzas alemanas. Confiábamos en hacernos con la victoria. El 19 de abril el Comité de Liberación Nacional llamó a la insurrección general de los partisanos, con lo que los alemanes no solo tenían que enfrentarse a los Aliados en el frente, sino también a los ciudadanos furiosos en las ciudades. En el fondo, estábamos seguros de que los alemanes también estaban hartos de Italia y que deseaban tanto como nosotros, o incluso más, volver a casa. Para ellos solo era una carga inútil.
—Allí. —Señaló Jesse.
Disparé, pero no había nada a lo que acertar. Un destello nos había hecho equivocarnos.
—No veo nada... —protestó.
No era la primera vez que luchábamos a oscuras, recordábamos demasiado bien Montecassino, pero eso no lo hacía más fácil. La luna nos proporcionaba únicamente la mitad de su luz y no bastaba. Desgraciadamente, la oscuridad no afectaba al oído, y nos devolvieron una ráfaga de disparos. Nos apretamos contra los troncos de los árboles y contraatacamos, pero no podíamos estar seguros de haber terminado con la amenaza. Entonces, una bengala iluminó el cielo y vi a Turner caído en el suelo. No se movía. Estaba muerto.
La muerte de Turner me dejó sin aliento. De repente, me sentí bloqueado. No quería creer lo que mis ojos acababan de ver. Turner tendría que haber vuelto a casa, con sus dos hijas preciosas y su mujer, pero allí estaba, muerto. Sentí una punzada de culpa por haber atraído aquellos disparos por error. Notaba mis lágrimas queriendo asomar. No me lo permití. Tenía que seguir adelante. No se lo dije a nadie. Descubrirles su muerte no serviría para nada, así que me guardé mi dolor. Turner era un gran hombre que cuidó de todos nosotros lo mejor que supo. Ahora me tocaba a mí ser el fuerte.
Avanzamos por el margen del río disparando a cualquier destello, ruido o señal. Aunque intentábamos no llamar la atención, a veces no podíamos evitar hacer crujir las ramas bajo nuestros pies. A unos metros a nuestra derecha, tres soldados activaron un tripflare, una trampa consistente en un cable que al ser activado inicia una llamarada. Al convertirse en objetivos visibles, no tardaron ni un minuto en ser abatidos. Su desdichado final nos distrajo y Mario no vio el alambre de espino que se extendía delante de él. Tropezó y aulló de dolor, lo que atrajo los disparos enemigos. La mayor parte de nuestra escuadra corrió a protegerse, pero Jesse y yo nos negamos a abandonar a Mario a su suerte. Tiramos por él para intentar levantarlo. Tan solo logramos provocarle más dolor y hacerle gritar. Jesse se apresuró a taparle la boca y yo devolví a tientas los disparos.
—La mia gamba è intrappolata —susurró entre lágrimas por el dolor.
—¿Qué dice? —preguntó Jesse.
—Está enganchado.
Sin luz ni alicates iba a ser complicado liberarlo. Me dolió tener que decirle que no había nada que nosotros pudiésemos hacer por él, aunque Mario ya lo sabía. Estábamos desprotegidos, y si queríamos tener una oportunidad de sobrevivir, teníamos que dejarlo atrás.
—Guarda silencio. Buscaremos a un médico o a alguien con un cortaalambres para que te venga a ayudar. ¿Vale?
Me respondió un «sí» en albano que yo comprendí por costumbre y corrimos a escondernos con el resto de nuestros compañeros. Dejar a Mario atrás, atrapado en el cable, me hizo sentir fatal. No quería verme en su situación: herido, inmóvil e indefenso.
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Little Italy
Historical Fiction🏅NOVELA GANADORA DE LOS WATTYS 2020 EN LA CATEGORÍA DE FICCIÓN HISTÓRICA «Me crié en Little Italy, en un pequeño apartamento de la calle Mott». Luca era un niño de tan solo siete años cuando su padre fue asesinado por un mafioso en 1929. Además de...