Capítulo 42

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Me sudaban las manos y me estaba planteando volver a cambiarme de ropa por cuarta vez cuando Tosca me preguntó que qué me ocurría.

—¿Ocurrirme? ¿A mí? Nada.

Ella se rio, apoyada en el marco de la puerta de mi habitación.

—¿Quién es ella? —me preguntó con expresión juguetona.

—¿Ella? No sé de que me hablas. —Me abotoné mal la camisa por segunda vez.

—Luca, te has puesto un calcetín blanco y otro negro. —Señaló mis pies—. Solo hay una razón para que puedas estar tan despistado y sudoroso. Te conozco. Si estás así es porque te gusta alguien. ¡Venga, puedes contármelo!

—No me gusta nadie. Y no me molestes, que voy a llegar tarde.

—Claro, no debes hacerla esperar. —Rio. 

Me mordí las uñas, o más bien los dedos. Llevaba toda la mañana machacándome las uñas y pellejos y ahora me dolían, y sin embargo el dolor no lograba distraerme de lo nervioso que estaba.

—Creo que voy a vomitar —dije.

—A ver, Luca, tranquilízate. —Tosca se acercó y me agarró por los hombros—. Respira. 

—¿Qué aspecto tengo? —pregunté.

—Estás bien. Sudoroso y pálido, pero bien. —Sonrió.

Inspiré profundamente y solté el aire lentamente. Aquello siempre me relajaba. Estaba siendo un exagerado, pero es que nunca había tenido una cita, y no sabía si estaba haciendo lo correcto. 

—Tosca, ¿y si no es la persona adecuada?

Entonces ella sonrió, pero no burlona como antes, sino como la hermana mayor preocupada que era. Nos sentamos sobre mi cama y me puso la mano en el hombro:

—Así que tenía razón... —Suspiró—. Luca, nunca lo sabrás hasta que lo intentes. Dale una oportunidad, y si no te sientes cómodo, no pasa nada. ¿Lo entiendes?

—Ayer... la besé —confesé, un poco sonrojado.

—¡Vaya! —exclamó—. ¿Y qué te pareció?

—¡Ese es el problema, Tosca! —Me tiré hacia atrás y estuve a punto de darme con la cabeza en la pared—. Que no sé si me gusta. El beso fue... maravilloso. Pero no sé si la veo como algo más que una amiga. Es... extraño. Y nunca había vivido nada igual, y no quiero disgustarla, pero no sé todavía lo que siento por ella, y...

—Luca, respira —repitió—. Escucha, que la hayas besado no te ata a ella para siempre. Puedes ir e intentarlo. Si no te convence, no importa. Siempre habrá muchas otras chicas a las que besar. Mi primer beso fue maravilloso, pero al poco dejé de ver a John y...

—¡¿Anthony no fue tu primer beso?! —exclamé, volviéndome a sentar.

—¡No, claro que no! —Rio—. Él es el tercero... ¿Anthony no había besado a nadie antes? —preguntó sorprendida.

—Que yo sepa no, pero tampoco sabía que había habido dos antes de él, así que yo que tú no me fiaría de mí.  

—Oh, venga, Luca... Un beso no es una boda. Ese es tu problema, te lo tomas todo muy en serio. ¡Sé más... flexible! ¡Libérate un poco! ¡Sé más espontáneo! —Alzó los brazos, animada.

—Creo que me va a dar algo... —Volví a notar una punzada en el estómago.

—Venga, vete ya —me animó y se puso en pie.

—¡La hora!

Me levanté y me dirigí hacia la puerta.

—¡Luca, los zapatos! —me tuvo que recordar.

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