Capítulo 19

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Me desperté bastante tarde. El día anterior había estado trabajando hasta las dos en el Cuínne y me dolía la cabeza. Me senté y me froté los ojos. Anthony no estaba. Al poco, Tosca abrió la puerta de mi habitación.

—Buenos días, dormilón. Feliz sábado. ¿Desayunamos?

Ella todavía estaba en pijama, pero probablemente llevase un buen rato despierta, a juzgar por su ánimo.

—¿Dónde está Anthony? —pregunté en un bostezo.

—Salió hace media hora. Dijo que iba a casa de Gio.

Me puse en pie y busqué las zapatillas con los pies mientras me colocaba bien la camiseta. Había dado tantas vueltas en la cama ese día, que la tenía toda retorcida y enroscada sobre mí. Caminé hasta la cocina y me senté pesadamente sobre la silla.

—Ayer volviste más tarde que de costumbre —comentó mientras preparaba unas tostadas.

—Había mucha gente. Estaba lleno hasta arriba de irlandeses, y Frank me pidió que me quedase un poco más para echarle una mano, atenderles y limpiar el desastre después. No le iba a decir que no después de todo lo que ha hecho por mí. —Me froté de nuevo los ojos para espabilarme—. Dios mío, cómo los detesto. Beben un poco y ya no hay quien los aguante. 

—¿Los irlandeses? Ellos dirán lo mismo de los italianos.

—Tanto jaleo... No sé qué estaban celebrando, pero... —Resoplé—. Me daban ganas de matarlos a todos. 

—¡No exageres!

—¡¿Que no exagere?! Uno me dio una nalgada y por su culpa se me cayó una Guinness encima.

Tosca se empezó a reír como una loca.

—De camino a casa me crucé con un policía que creyó que estaba borracho. Me echó la bronca por beber así a mi edad y volver a casa a las tantas oliendo a cerveza. —Tosca no podía aguantar la risa—. Sí, tú ríete.

Me revolvió el pelo y puso tres tostadas en mi plato.

—¿Qué vas a hacer hoy? —me preguntó.

—Lo de siempre. Iré a ver qué están haciendo los chicos y por la tarde iré al Cúinne a trabajar. ¿Tú?

Tosca sonrió y me di cuenta de que estaba esperando esa pregunta.

—Esta noche iré con mis amigas a bailar. ¿Quieres venir?

—¿Qué?

—Venga, quiero encontrarte pareja. —Ladeó la cabeza, divertida.

—No, gracias, pero no. Ni siquiera sé bailar. —Rechacé la propuesta—. Y tengo que ir a trabajar.

—¡Eso no importa! 

—¿Por qué no te llevas a Anthony?

—Porque él intimida a los hombres. Es guapo, joven, y si alguno lo reconoce, sabrá que su familia es rica.

—¿Y yo no? ¿Me estás llamando feo? —Me reí.

—No, nadie ha dicho eso, Luca, pero es que estáis en niveles distintos.

—Me ayudas mucho con la autoestima...

—No es eso. Tú tienes unos ojos muy brillantes y un color bonito de pelo, pero...

—Tosca, mis ojos y mi pelo son castaños, del montón. Estoy más flaco de lo que debería estar, tengo granos por toda la cara y...

—Eso no es cierto. 

—Yo creo que sí.

Al final Tosca se cansó de insistir. Yo no era feo, en realidad, se me podía considerar agradable a la vista, pero una cosa es no ser feo, y otra competir con Anthony. Él, como bien había dicho Tosca, estaba en «un nivel distinto». Lo envidiaba. Siempre que íbamos a cualquier parte, las chicas lo miraban a él. Gio y yo, a su lado, no teníamos nada que hacer.

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