— ¡Mierda! ¡Doble mierda, maldita sea!—le dio otro golpe a la mesa.
Debería haberlo previsto. Debería haber considerado que estas cosas pasarían. Pero él se confió. Y olvidó que María viniendo de un gran pasado con consumo de drogas, y con la policía persiguiéndola no solo por la droga, sino por robos, haría lo mismo al presentársele la oportunidad.
— ¿Pasa algo con esa chica, señor Gabriel?—bufó.
—Sí. Pasa. No la conoces porque quien la vio llegar fue Boris, pero es amiga de una amiga mía, le brindé alojamiento, y ahora se ha robado mi computadora. Con todas las cosas importantes que tenía allí. Documentos de mi trabajo, fotografías personales. Todo—el vigilante se puso de pie.
—Entonces hay que llamar a la policía, ya mismo, señor—Gabriel dejó de caminar por el lugar, y detuvo de los brazos al hombre, cuando iba a llamar al administrador del edificio o a la misma policía.
— ¡¡Noooooooo!!—gritó—no podemos hacer tal cosa. No llames a nadie—
Aunque estaba muy cabreado porque ella se le llevara todo, simplemente no podía tirarla a la boca del lobo y entregarla a las autoridades. Manchas se la había encargado. Ella confiaba en él, en que mantendría a salvo a su mejor amiga, y eso iba a hacer. Aunque tuviera que buscarla por toda la ciudad, y la trajera del cabello, o la metiera en el centro de su hermano.
—Pe... ¿pero como que no, señor Gabriel? Esa ladrona se ha metido en su casa y le ha robado sus cosas, delante de nuestras narices—el hombre no parecía entender porqué uno de los habitantes más amables del edificio, se quedaba sin hacer nada, ante un ataque.
—No se ha metido ella. Lo he hecho yo. Yo la he metido en la casa. Estaba herida, le ofrecí un lugar donde quedarse, y ahora... me ha robado, ¡Maldición!—golpeó el muro de cemento, dando vueltas después por todo el lugar.
¿Por qué lo hiciste, María?
Fue la voz de su hermano en la cabeza, la que le respondió a esa pregunta. "Las drogas" Y tenía sentido. "Ella está enferma, no actúa de forma consciente, solo hace lo que la droga le ordena"
Recordó la vez que se lo había dicho, mientras el contemplaba un paciente en rehabilitación, en la cama, con los ojos muy abiertos como si estuviese muerto. No se movía y casi parecía no respirar.
"Gabriel. Las drogas son como un dragón que las personas adictas tienen por dentro. El dragón estará calmado mientras obtenga lo que desea. Maneja a su víctima a su antojo y lo induce a hacer cosas, que tal vez la persona en estado consciente y desintoxicado, jamás haría. Las hacen, y no les importa en el momento. Roban, matan, agreden. Y cuando el efecto se termina, no saben qué pasó. Harán de todo por satisfacer ese dragón interno, sin importar las consecuencias"
María no estaba siendo ella misma. Estaba dominada por el impulso de consumir la droga, y sabía que el dinero la llevaba a ella. Y al no tenerlo, robar era la única solución.
—No hagas nada, Ricardo—miró al señor a la cara—ni avisar a las autoridades, ni al administrador del edificio. De este problemita me encargo yo—confundido por la petición, asintió de forma muy reticente.
—No... No diré nada, señor. Pero si necesita ayuda, solo dígalo—
—Por ahora no. Gracias—se retiró de la oficina, con una misión.
Iría a la casa, se arreglaría, e iría en busca de María. Al menos para confrontarla y ver si podía tener de vuelta su computadora. O lo que había allí. La figura de cristal le daba igual. Pero no solo iría a confrontarla. Necesitaba saber si estaba bien. Y ya podía imaginarse a donde habría ido ella.
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Gabriel Corazón. L1 de la Bilogía: El ángel de mis sueños
RomanceMaría, fue abandonada por su madre en un orfanato, cuando solo era una bebé. Y a sus doce años escapó. Dispuesta a buscarla y pedirle explicaciones. Ahora con veintidós años, conoce todas las drogas que pueden existir y vive entre la inmundicia que...