MARÍA EN MULTIMEDIA. CRÉDITOS A GIA POR SU IMAGEN DEL PERSONAJE
Recorrió los pasillos, con una sonrisa en el rostro, mientras se dirigía a la oficina de su doctor. Nunca había sido una chica chismosa y meticona. Pero lo que había visto, tenía que contarlo. Al menos para compartir la felicidad de que su amiga tuviese a alguien que la amara como nadie.
Ella había estado toda la noche, nerviosa, esperando que Fernando y su hermano encontraran a María. Había orado todo lo que sabía, estuvo en la capilla, y cuando a las siete salió del cuarto para su desayuno, y la señora Esmeé le contó que su mejor amiga estaba de vuelta, no lo había podido creer. Para asomarse al baño y verlos abrazados como un par de tórtolos. Solo pudo sonreír cuando la puerta estuvo cerrada, y la señora Esmeé y ella hicieron sus apuestas de en cuanto tiempo estarían juntos. La que ganara tenía que darle a la otra, todos los postres del almuerzo de las siguientes tres semanas, posteriores a la apuesta.
Y luego en la tarde, ¿encontrarlos durmiendo juntos? Ella sí que iba a ganarle a la señora. Algo en su interior le dijo, desde que ellos se encontraron, que terminarían juntos. María era una mujer que necesitaba mucho amor y compañía. Y su amigo Gabriel, alguien que poseía mucho de ese amor y desear estar con la gente. Le daría ambas cosas por montones. Y ya no podía esperar a las próximas semanas. Por fin vería a su mejor amiga reír de nuevo.
Tocó dos veces en la puerta, aguardando a que Fernando le diera el permiso de entrada. Cuando se lo topó al medio día, le dijo que fuese a verlo al final de la tarde, para hablar sobre cierto tema importante, que ella ya se suponía de que trataba. Al final la abrió con suavidad, encontrándolo sentado en su escritorio, bebiendo café y hablando por teléfono. La bata médica había desaparecido. La invitó a entrar, con una sonrisa. Ella cerró la puerta.
—Sí, mamá. Ya te lo dije. Si no responde al teléfono es porque probablemente esté dormido—la miró—dame un momento—se apartó el teléfono de la oreja— ¿estabas llevándole la comida a María?—le preguntó a ella, tapando la bocina del teléfono en el pecho.
—Sí. Pero seguía dormida. Gabriel dijo que probablemente no despertara—
—Ah ok—se detuvo cuando iba a volver a ponerse la bocina— ¿Qué? ¿Gabriel? ¿No se ha ido?—ella negó.
—Acompañaba a María. Cuando llegué estaban dormidos. Juntos—
— ¿Juntos?—ella no pudo esconder una sonrisa—vaya. Juntos—volvió a ponerse el teléfono—que pena, mamá. Hablaba con una amiga. Y sí. Te lo confirmo. Gabriel está dormido—caminó por la oficina, rozando los libros de la biblioteca, y mirando por la ventana, la noche que empezaba a llegar— ¿Cómo que, que como sé? Porque ambos pasamos mala noche en el centro. Duerme en uno de los cuartos. No ha escuchado las cuarenta llamadas que le has hecho, y probablemente no las vea tampoco hasta mañana—su voz era impaciente.
Y hablaba con su madre. ¿Por qué la trataba así? Cuando ella hablaba antes con la suya, siempre tenía que ser dulce. Y no por obligación. Porque la amaba y no quería defraudarla. ¿La de Ferny no sería igual de buena?
—Si quisieras yo se lo diría a él. Pero tu impaciencia no deja—lo miró—Si Evangelina. Tu infantil impaciencia. Déjalo dormir y después lo llamas. De acuerdo. No te doy órdenes. Hasta luego—colgó el teléfono.
— ¿Problemas?—rozó la persiana con el dedo.
—Mi madre. Quería pedirle algo a Gabriel y aunque lo ha llamado pocas veces en el día, cuarenta, nótese el sarcasmo—ella rió—se queja porque él no le contesta—
—Es lógico. Los dos... digo, los tres, están agotados, mal dormidos. Dudo que Gabriel ya mire el teléfono hoy—
—Yo tampoco lo habría mirado. Hasta que a la señora Evangelina Echeverri de Osorio le dio por molestar a su hijo mayor—
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Gabriel Corazón. L1 de la Bilogía: El ángel de mis sueños
RomanceMaría, fue abandonada por su madre en un orfanato, cuando solo era una bebé. Y a sus doce años escapó. Dispuesta a buscarla y pedirle explicaciones. Ahora con veintidós años, conoce todas las drogas que pueden existir y vive entre la inmundicia que...