PARTE 2 REDENCIÓN (CAPITULO 52):

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Eché la cabeza hacia atrás, mientras tragaba la pastilla con un poco de agua. Manchas me miraba a la espera, para ir al jardín. La medicación me ayudaba en las adicciones, pero tenía su punto negativo. El amargo sabor. Y de vez en cuando me caía mal al estómago. Suspiré, entregando el vaso a una de las cocineras.

—Mil gracias, Estella—sonrió, moviendo la cabeza.

—Con gusto, María—acomodé mi suéter y me alejé a donde estaba mi amiga.

— ¿Lista?—afirmé y ella me tomó del brazo.

—Aunque no sé cuándo me acostumbraré a ese amargo sabor—hice una mueca.

—Antes cuando estabas en las drogas, no te parecía malo—

—Porque estaba poseída por esos demonios. Ahora no. Ahora puedo ver las cosas con más claridad y me he dado cuenta que son malas—sonrió radiante.

Y tenía todo el derecho. Ella ya había terminado su tratamiento desde el día anterior. Fernando nos lo había revelado a todos en la cena, pidió que en cocina se preparara postre de celebración y que todos brindáramos con refresco. Ahora tenía que decidir qué hacer con su vida. Y aunque a mí me ponía feliz que lo hubiese conseguido, tambien sentía nostalgia. Manchas era libre y podía hacer lo que quisiera. Y eso incluía, marcharse del centro con su familia. Con su padre y hermana. Y se lo merecía. Tenía plazo hasta mañana para informar al dueño del centro de su decisión, y darle la noticia a la familia. Y ya veía el problema. Su padre seguía sin saber sobre las visitas de Jhoanna a su hermana. Y como lo tomaría cuando se enterara.

—Ese es el paso más importante que puedas dar en tu proceso, nena. Y me alegra que cayeras en la cuenta de ello. Solo queda que salgas de aquí. Y presiento que será pronto—me reí con sequedad.

—Ya quisieras, Manchas. No es tan simple—se detuvo.

— ¿Cómo no? Si te veo de lo más bien. Superas las adicciones, no has intentado escapar luego de meses. Deberías creer en ti misma—

— ¿Crees que estoy superando bien las adicciones? No me has visto en las noches, Manchas—

Los había engañado todo este tiempo. Sonriendo en público, angustiada y con insomnios y ansiedades en soledad. La compulsión no era tan fuerte, pero a veces seguía con esos deseos. Y sentía que me faltaba algo importante en mi vida. Como si tuviese una pieza en blanco en mi corazón. O quizás era la tristeza porque mi mejor amiga se iba.

— ¿Te sientes mal? ¿La medicación no te hace efecto? ¿O es tristeza y depresión lo que oigo?—

—Solo un poco triste—

— ¿Porque?—negué, instándola a caminar al jardín— ¿María?—

—Ignórame, Manchas. No pasa nada—frenó y al ir tomadas del brazo me hizo trastabillar a mí.

—Nada de ignorarte. ¿Qué pasa? ¿Por qué estás triste?—

—Me pone feliz que ya estés libre, Manchas—me miró suspicaz.

—Pero... No quieres que me vaya—no respondí.

— ¿Cómo puedo quererlo? Es tu familia, tu vida, tu libertad. No puedes quedarte por mí—

—Pero tampoco puedo irme sin ti. Hemos estado juntas desde hace años. Si me pides que me quede...—

—No lo voy a pedir. Te estaría obligando. Tienes derecho a ser feliz. Me quedaría el consuelo de que vendrías a verme—

— ¿Quién dijo que hubiese tomado mi decisión? Antes por eso deseaba que charláramos en el jardín—nos sentamos en el suelo, con la espalda apoyada en las paredes de la casa, mirando la ciudad—quería que me ayudes a tomar mi decisión—

Gabriel Corazón. L1 de la Bilogía: El ángel de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora