PARA EMPEZAR, ESTE BELLO CAPITULO VA DEDICADO A ALGUIEN MUY ESPECIAL. MI MEJOR AMIGO EN TODO EL MUNDO. SANTIAGO. GRACIAS POR COMO ERES SIEMPRE CONMIGO. TE QUIERO UN MONTÓN. AHÍ TE DI TU REGALO COMO PERSONAJE DE MI LIBRO. UN ABRACITO Y NO ESTUDIES TANTA ARMONÍA.
LAS DEMÁS, DISFRUTEN
— ¿Lo dices en serio?—vi cómo se ponía pálido, tal y como pensé cuando se lo contara todo.
Me sentía mal. Con tanto miedo qué me parecía qué en cualquier momento, ese hombre entraría al cuarto. Tanto miedo, qué me había hecho encima, sin poderlo evitar. Parecía de nuevo una niña. Y Gabriel como siempre estaba allí, para salvarme de esos demonios nocturnos. Había cometido más errores qué cualquiera, y sin embargo el seguía allí, y no me juzgaba. Igual a Papá Dios.
—No estoy cien por ciento segura. Pero un noventa por ciento de mí, sí. Vi sus ojos verdes cuando pasó junto a mi ventana. Y noté qué ese brillo en esa mirada ya lo había visto antes. No es simple coincidencia el sentirme observada cuando salimos esta mañana. Menos, verlo después limpiando vidrios por donde estábamos nosotros, y luego seguirnos hasta donde comprábamos los lentes—sacudió la cabeza como si no terminara de entender.
—No comprendo del todo. ¿Porque no nos sentamos en el cuarto, y me lo explicas?—afirmé en silencio, secándome el rostro con la manga de la bata de felpa, y siguiéndolo fuera del baño.
Me senté en la cama en posición de loto, cubriéndome con las mantas. Él lo hizo en el borde, mirándome con interés.
—Cuando salimos en la mañana, sentí como si alguien me observara, pero no vi nada. Tú lo intuiste y yo negué lo qué pasaba. Después pasó lo del chico limpiando los vidrios del auto. Y me asusté cuando echó el agua, no porque la echara, sino porque se me pareció demasiado a Gato. Tampoco te lo quise decir. Y cuando hablabas con el vendedor de la óptica, yo me alejé y te dije que era para mirarlo todo y curiosear. No fue así. Estaba segura de que él nos había seguido. Lo vi al fondo de la calle, y fui, queriendo comprobar si era imaginación mía o de verdad era él. Pero ya se había ido cuando llegué. Por eso me asusté cuando te apareciste de golpe. Creí que me iban a secuestrar—
Él se puso de pie, con las manos en puños, como si quisiera golpear los muros. Al final se pasó las manos por la cabeza, exhalando de forma ruidosa. Volvió a la cama.
— ¿Porque no me lo dijiste?—miré mis manos, temiendo hallar sus ojos enojados.
—No quería preocuparte—suspiró—te preocupas demasiado por mí. Además, ¿de qué iba a servir?—
— ¡¿Como de qué, María?! Podría haberlo enfrentado a ver qué quería de ti, avisar a la policía—se puso de pie y yo lo detuve.
— ¡No podemos llamar a la policía! ¿Se te olvida? No estoy lista para ir a la cárcel—me tomó de las mejillas.
— ¿Preferirías morir en lugar de estar unos años en la cárcel?—gritó.
—No. Pero tampoco quiero a prisión todavía. Simplemente... dejemos las cosas como están—el suspiró.
— ¿Y si en serio es él y te hace daño?—apoyé mi mejilla en su mano—no podría soportar qué te hagan daño. Antes me muero yo—lo abracé, recostando mi mejilla en su hombro.
—No me pasará nada—susurré—en tanto me quede aquí—
— ¿Y si sabe qué estás aquí? Lo eres todo para mí. Si te pierdo, yo...—
—No me vas a perder. Todo va a estar bien—me miró a los ojos, queriendo saber si era verdad—me quedaré aquí con Mónica. No iré a ninguna parte. Y en el centro, te aseguro qué no se acercará. Voy a estar bien—le di un beso.
ESTÁS LEYENDO
Gabriel Corazón. L1 de la Bilogía: El ángel de mis sueños
RomanceMaría, fue abandonada por su madre en un orfanato, cuando solo era una bebé. Y a sus doce años escapó. Dispuesta a buscarla y pedirle explicaciones. Ahora con veintidós años, conoce todas las drogas que pueden existir y vive entre la inmundicia que...