PARTE 2 REDENCIÓN (CAPITULO 48):

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El padre de Manchas se fue, cuando ya eran las seis de la tarde. Y la mayoría de visitantes tambien. Ella lo despidió en la puerta del centro, con lágrimas en los ojos, mientras el prometía venir cada fin de semana a visitarla. De Gabriel y de mi tambien se despidió, pidiendo, casi suplicando, que cuidáramos de su hija, en su ausencia. Tuve que sentarme un rato con Manchas, después de eso, a tratar de consolarla. Era duro para ella, luego de años sin verse, encontrarse y de nuevo soportar la separación de varios días.

Ahora estábamos en el patio con un tazón de palomitas, cada una recostada en un pilar, viendo la luna en lo alto del cielo y escuchándola mientras me contaba todo lo que había ocurrido ese día. El relicario que su padre le dio con una foto de ella y su madre. Como se pidieron perdón mutuamente y lo mucho que su padre había llorado, al saber cómo fue su vida durante esos siete años.

—Lo hubieras visto, Chata. Parecía un niño—

—Es de entender. Te extrañaba—me arranqué de las uñas el esmalte transparente que ella me había puesto en la mañana.

—Y yo a el—sonrió con nostalgia.

—Valóralo, Manchas. No todos tienen papás como tú. O alguno de los dos que te haya querido—sintió que ya quien estaba nostálgica era yo.

Se acercó dándome un abrazo.

—Tú tienes una. No es una madre biológica propiamente dicha. Pero no me digas que a veces no piensas en Celina como una especie de madre—sonreí.

—De niña la veía como... una especie de tía. Y era algo mío. Mi madrina. Pero mi madre... ¿tú crees que ella me viera como una hija?—afirmó de forma rápida.

—Por supuesto. Te lo puedo asegurar. Si no fuese así, no te habría buscado como lo hizo durante años. ¿Aun tienes el cartel?—

—En mi cuarto en la mesita de noche. A veces lo saco cuando no puedo dormir. Me gusta ver mi foto de niña e imaginar cómo sería yo justo ahora, si me hubiese quedado en el orfanato y hubiera recibido amor de algunas familias que querían llevarme con ellos—

—Probablemente serías una chica de veintidós, terminando su carrera universitaria, tendrías un novio cerebrito pero tambien apuesto, unas amigas para salir al cine o al parque. Unos padres de físico diferente, pero con un amor similar al tuyo—

—Es raro y triste a la vez admitirlo, pero creo que incluso vería a personas con mi condición, con la que tengo justo ahora, con asco o miedo. Es muy diferente ver la sociedad de ambos lados—

—Tampoco nos habrías conocido. Ni a Gabriel, ni a mí—la miré—incluso tal vez yo entraba a la banda y al no tenerte a ti, a las semanas estaría muerta y mi padre sin saber nada. Y Gabriel... no habría conocido al amor de su vida—bufé, empujándola.

—Ya sabía yo que no te quedarías con eso—rió—Gabriel y yo no somos nada. Deja de armar películas en tu cabecita, luego de escuchar solamente que Gabriel me gusta—

— ¿Qué gusta quien de quién?—alcé la cabeza, viéndolo recostado en el pilar, cruzado de brazos, y mirándome sonriente.

Manchas nos miró a los dos, encontrando tal vez su oportunidad.

—Que a María le gusta...—le tapé la boca.

—Las palomitas. Las palomitas de maíz. Eso iba a decir ella—sonreí apenada—me gustan mucho—le ofrecí del tazón con la otra mano.

Me miró suspicaz, acuclillándose, antes de tomar dos.

—No fue eso lo que quisieron decir las dos, pero las tomaré como un acto de compartir—

Gabriel Corazón. L1 de la Bilogía: El ángel de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora