PARTE 3 PARAÍSO (CAPITULO 67):

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Horas más tarde, después del desayuno en el centro, llegó la hora de mi marcha temporal con Gabriel. Como era usual, en el comedor, me hicieron la despedida, con decoración y postre. Manchas, que se veía muy radiante, era la más feliz de todos, abrazándome a cada rato y poniéndole cientos de condiciones a Gabriel sobre mi cuidado. Ella se había proclamado como una madre para mí, en todo este tiempo que estuvimos juntas tanto en la calle como el centro, y creía que la única que sabría cuidarme sería ella.

Comí con ella y su novio, y tambien con Gabriel. Este último, con su cabello recogido como siempre, ya desechos los rollitos. Al final su castigo por la bromita, fue meterme en el agua helada de la ducha, hasta que terminé tiritando casi de hipotermia. Y ahora, a pesar del sol que hacía, y de tener ropa seca, llevaba un suéter por el frío. Brindaron todos por mí, con jugo de naranja, el que consiguiera dar un paso más en mi proceso, y el padre Daniel me obsequió una cadena de la Virgen de Fátima, en plata, que ahora llevaba en mi cuello. Decía que mientras la tuviera conmigo, nada podría pasarme. Miss Rosaura tambien me había dado un detalle. Unos pendientes con una figurita de un violín y una nota musical. Era increíble ver como ahora tantas personas me querían, y no por haber estado en el mundo de drogas o lo que yo pudiera darles, sino por ser como era.

Ya de vuelta en mi cuarto, mientras Gabu hablaba con su hermano en el patio, Manchas me ayudaba a empacar mis pocas cosas, con una sonrisa en el rostro.

—Recuerda tus clases. Aunque salgas para quedarte con Gabriel, debes volver y seguir viéndolas. Eso te mantendrá ocupada—

—Lo sé. No lo olvido—me terminó de recoger dos trenzas en el cabello.

—Y cuando te sientas mal, no te lo guardes. Ya no estás sola—

—De acuerdo—le pasé uno de los resortes.

—Y come bien. Te necesito fuerte, amiga—me puse de pie cuando terminó todo el trabajo.

—Sí, mamá. ¿Algo más?—se cruzó de brazos.

—No te burles, María—reí.

—Pareces una señora gruñona, Manchas. Voy a estar bien. El que cambie de lugar, no indica que cambie en mi forma de ser. Este es mi nuevo mundo, me cueste aun acostumbrarme o no. Voy a hacer todo por permanecer en el. No quiero volver a ser la que era—

—Ay, ¿Cuándo fue que te creciste tanto y maduraste?—me abrazó contra ella, con mi mejilla pegada a la suya, casi ahorcándome.

—No seas boba. Llevamos casi más de siete años juntas. Crecí al mismo ritmo que tu—di gracias cuando me soltó.

—Me alegra tanto que puedas tener un poco de libertad. Te lo mereces—me puse el bolso en los hombros.

—De algo tenía que servir, tanta abstinencia e ir en contra de mi misma—bufé— ¿nos vamos? Gabriel se puede impacientar—me siguió, con un brazo en mis hombros.

—Iré a verte a la menor oportunidad. ¿Bueno?—

—Bueno. Miss Rosaura me pasó partituras para practicar, pero no tengo un violín, así que tendré que esperar hasta mañana—

—Deja las clases para el centro. Ahora preocúpate por adaptarte a tu nuevo hogar, por estar pendiente de la medicación y ser feliz—

Miré a donde se reían Gabu y su hermano, este segundo, con la bata de medico puesta, y los lentes colgando de su camisa.

—Ser feliz—susurré y sentí su mirada en mi—no he sido feliz desde...—hice memoria.

A mi mente, llegó el recuerdo de una niña de seis años, yendo tras un sendero de masmellos, sin saber que al final la esperaba el baño.

Gabriel Corazón. L1 de la Bilogía: El ángel de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora