PARTE 2 REDENCIÓN (CAPITULO 58):

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Las horas pasaron, y por fin llegó el día. Cuando desperté, estaba en la cama, sola. Gabriel estaba en la puerta, con Manchas, y aunque el parecía tranquilo, ella se notaba preocupada. Parecía quejarse de algo.

Me moví en la camilla, suspirando con los ojos cerrados. Tenía hambre, pero tambien mi estómago revuelto.

—Hola—hablé alto para llamarles la atención. Voltearon a mirar dentro de la habitación.

— ¡Chata!—dio un gritito, corriendo a la cama.

Gabu la siguió, más calmado. Mi amiga se tiró a abrazarme, llenándome la mejilla de besos.

—Casi me matas del susto, pendeja—me dio en el brazo—yo toda tranquila cocinando la cena con mi hermana, ¿y me llama Gabriel, y me dice que estás internada por intento de suicidio?—

Gruñí, mirando para otro lado, sintiéndome como mocosa de tres años, que ha hecho algo muy malo.

—Y aunque me gruñas, tonta. ¡Eso nunca se hace! ¡¡Nunca!! La vida es sagrada—

—Regáñame luego, Manchas, pero no ahora. Tengo dolor de cabeza—me friccioné la sien, y Gabriel me apretó la mano, entre el índice y pulgar.

—Pero es que me preocupé. Después de mucho sin sobresaltos, creí que todo estaría bien contigo. Y tenías dolores por dentro. Sentí morirme cuando Gabriel me lo dijo, y después al llegar aquí, comprobar que era cierto—

—Lo siento—susurré—por asustarlos a los dos. Y más, siendo por una tontería—

—No es una tontería—me interrumpió Gabriel, acercándose más, y rodeándome con un brazo.

—Si lo es—le hice espacio a mi lado.

Se sentó en la camilla.

—No lo es—me besó los cabellos—fue solo un malentendido—

—Malentendido tengo yo en la cabeza, porque no tengo ni idea de que están hablando los dos—se metió Manchas.

—María cree que es una tontería haberse intentado suicidar por...—le tapé la boca con una mano y carraspeé de forma ruidosa.

Nos miramos, y pareció entenderlo.

Yo se lo diría a Manchas, después.

—Bueno...—anunció, viendo que no deseaba que le contáramos aun—yo solo espero que no vuelvas a intentarlo, Chata. Si te sientes mal con algo, dilo. Pero no te tragues dolores que después te harán cometer estupideces—Gabriel afirmó—nos tienes a nosotros—

—Estoy completamente de acuerdo. Habla con nosotros—me acarició los cabellos—antes de tomar esa decisión, y antes de que nos vuelvas a asustar así—sonreí con debilidad.

Algunas cosas eran difíciles de contar.

—Lo haré. Lo prometo—

Cuando mi amiga quiso hablar, la puerta sonó con dos golpes, a donde esperaba, la señora Esmeé.

— ¿Se puede?—le sonreí.

—Pasa, Patty—traía una bandeja en mano.

—Mi querida María, ¿Cómo sigues? Me alegra tanto verte despierta y sonriente—

—Hola. Me siento un poquito mejor—me enseñó el plato con comida—ay no. Y justo ahora que el estómago me da vueltas—me quejé. Gabriel se puso de pie para poner la mesita portable frente a mí.

—Pero tienes que comer. Estás débil—miré el plato con caldo y con pollo desmenuzado en él.

—Siento que la comida no me va a pasar—

Gabriel Corazón. L1 de la Bilogía: El ángel de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora