PARTE 3 PARAÍSO (CAPITULO 80):

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El día avanzó entretenido. Después de bajar la piedra, con mis piernas temblorosas por el ascenso y descenso de la misma, fuimos a almorzar al pueblo. Yo aferrada del brazo de Gabu, temiendo caerme. Me reí de las anécdotas que contaban él y su hermano, y me tomé fotos con Manchas y Mónica.

Paseamos en lancha por la represa, con salvavidas coloridos puestos. Aunque sus olores a zorrillo muerto, dejaran mi estómago y nariz enfermos. El brazo de mi novio me rodeaba y llevaba lentes de sol en la cabeza, mis otros anteojos guardados un rato.

Miré los paisajes, sin poder creer todavía, que yo, una ex drogadicta, estuviese aquí. Yo, que pensaba que no saldría de este mundo, que moriría en esa casucha, estaba aquí, teniendo una segunda oportunidad. Y con un hombre maravilloso como Gabriel. Y sin embargo, cada segundo temía que en cualquier momento abriría los ojos y vería que todo era un sueño, estando de nuevo en las calles, enferma, sola y con hambre. Me estremecí de solo recordar eso.


— ¿Estás bien?—volví en mí, mirando a Gabriel— ¿tienes frío?—

—No. Solo recordaba. Nunca pensé conocer estos lugares, viviendo casi toda la vida, en las calles y buscando comida en las basuras—

—Te hacía falta un hombre en tu vida—se metió Manchas.

—Un hombre no—hice una mueca—esos los había en la banda y en el burdel todo el tiempo. Y no me ayudaron en nada a superar ese mundo. Lo que necesitaba era un ángel con un gran corazón, como Gabriel—Fernando se asomó por delante de su novia.

—Necesitabas un Gabriel corazón en tu vida—comentó burlón.

Y sí. Lo necesitaba.


Ahora, horas después, estaba sentada en mi cuarto de la finca, con Manchas detrás, rehaciéndome las trenzas y teniendo una videollamada con mamá y Manuela. Terminaba de atardecer y nos alistábamos para ir a cenar.

—Todavía recuerdo ese momento en que te recogí—sonreí, viéndola más alegre que cuando nos reencontramos—eras una cosita diminuta con una gran mata de pelo castaño y mucha hambre—reí—y yo te veía mientras dormías en mis brazos, preguntándome como alguien pudo haberte abandonado—

—Qué historia tan bonita, Celina—habló mi amiga.

— ¿Qué te hizo amarme por encima de los demás niños, como si fuese tu hija?—lo meditó, y su sonrisa se hizo más amplia.

—Tus ojos. Esos ojitos miel se robaron mi corazón de madre frustrada—Manuela a su lado, estuvo de acuerdo.

La puerta sonó con dos golpes, antes de abrirse. Mónica se asomó con una sonrisa.

—Y esa no es la gran historia—mamá miró a Manchas.

—Dame un momento—las hice callar— ¿Qué pasa, Moni?—de nuevo, como el día anterior, me mostró el vaso y la pastilla.

—El medicamento—entró al cuarto y me lo pasó.

Le mostré la cámara.

—Mira. Estoy hablando con mi mamá—se asomó—ella es Celina, la dueña del orfanato, donde me dejaron de bebé—sonrió amable, sacudiendo la mano—mamá, ella es el ama de llaves de Gabriel—

—Sí. Recuerdo que me hablaste de ella tambien—miré a Manchas.

—Ahora si pueden volver al tema—Mónica se quedó a un lado, esperando yo me tomara el medicamento con el agua.

—La gran historia, como te decía, Isabella, fue el día que María escapó del orfanato. Quería buscar a su madre biológica. Y buscaba a Sara la partera que la ayudó a nacer. Y cuando ella salía, la mujer que estaba buscando, llegó al orfanato—bebí el agua, despacio.

Gabriel Corazón. L1 de la Bilogía: El ángel de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora