Eran las seis de la tarde cuando Gabriel fue por mí al centro. Como Manchas predijo, Fernando parecía endemoniado y no concebía que le dirigieran la palabra. Le podías hablar. Si estabas dispuesto a aceptar el grito o insulto. Estaba muy estresado por la supuesta separación de sus padres. Ni idea como haría mi amiga para dormir con él, hoy. Presentía que pronto terminaría yéndose a su propia casa, harta del mal humor de su novio.
En cita con la psicóloga, se había enterado ella de mi reencuentro con mamá, y el cómo me hacía sentir eso. Decía que debía irme preparando. Porque si muy pronto me daban el alta por mis adicciones curadas, pasaría a vivir con ella y el volver al orfanato podría revivir mis traumas. Y aunque en parte tenía razón, dudaba que eso pasara. No quería complicarle la vida a ella. Ya muchos problemas tenía con su enfermedad, para yo molestarla. Además, ese ya no era mi hogar. No lo sentía así. No después de lo que viví en él, y mi escape a los 12 años. Podría ir a visitarla, pero mi hogar ya era la casa de Gabriel.
Ahora íbamos en el auto, de vuelta a su apartamento, mientras él hablaba con su padre, queriendo saber qué pasaba realmente. Yo en silencio, mirando por la ventana esperando que el señor Osorio no sospechara que estaba oyendo la conversación. Y las cosas parecían no ir muy bien.
—Yo te lo había advertido desde antes, papá. Evangelina no es de confianza. ¿No te lo dije?—
—Si... pero...—
— ¿No te lo dije?—lo escuchamos suspirar.
—Si me lo dijiste, Gabriel, pero yo creía que era de confianza. Qué no volvería a jugar sucio—
La conversación giraba en torno a que la madre de Gabriel había vuelto a engañar a su esposo, aun casados y después de haberle prometido no volver a hacerlo, con otro hombre, y el enemigo en los negocios, del padre de Gabriel. Y ahora, harto por completo, organizaba todo para el divorcio.
—Creer eso de ella, es como creer que el diablo va a cambiar y será bueno. Evangelina es una víbora y tú lo sabes. Córtala de raíz. Ten pantalones, papá. Por más que la quieras—el no respondió por largo rato.
Gabriel y yo nos miramos.
— ¿Papá? ¿Sigues ahí?—
—Sí, hijo. Solo meditaba las cosas. Creo que el divorcio es lo mejor. Mi abogado dijo que me haría una vídeo llamada en breve, así que lo hablaré todo con él. Por lo pronto tu madre ya no se quedará en casa. Y eso es lo que tiene molesto a Fernando—el chasqueó la lengua.
—Fernando se puede ir a pelar limones con esa mujer, si tanto cariño le tiene. Luego lo entenderá—
— ¿Cuándo se lo contarás todo?—jugué con unas hebras de mi suéter color ocre.
— ¿Contárselo yo? Estoy esperando a que esa mujer se lo diga a su hijito adorado. Le escribí un mensaje ahora. Tiene hasta la otra semana. De no hacerlo ella, lo haré yo, sin tacto, y sin compasión—
—Gabriel, no seas tan cruel tampoco—él le dio un golpe a la cabrilla y yo di un brinco por el susto.
— ¡¿La sigues defendiendo después de lo que te hizo?! Deja de defenderla, papá, y ponte a pensar si cuando ella te engañó, pensó en el daño qué te hacía y en qué no debía ser tan cruel con nosotros. No. No lo pensó. Así que no me pidas que no sea cruel. Fernando debe saberlo, y ya se tarda mucho. Evangelina tiene hasta la próxima semana. De no hacerlo lo haré yo—
—Está bien. Ya me llama mi abogado. Hablamos después, hijo. Saludos a la señora Mónica y a tu amiga—sonreí sin decir nada.
—Lo haré. Y piensa inteligentemente—cortaron.
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Gabriel Corazón. L1 de la Bilogía: El ángel de mis sueños
RomanceMaría, fue abandonada por su madre en un orfanato, cuando solo era una bebé. Y a sus doce años escapó. Dispuesta a buscarla y pedirle explicaciones. Ahora con veintidós años, conoce todas las drogas que pueden existir y vive entre la inmundicia que...