PARTE 3 PARAÍSO (CAPITULO 73):

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—Tú... ¿Tú me hablas en serio? ¿Me vas a llevar allá?—

La vio ponerse de pie y volver a caer sentada en el sofá, cubriéndose la boca.

— ¿No estás contenta?—hincó una rodilla en el suelo, para verla mejor.

Ella miraba a la nada.

Había recibido la noticia de qué podían ir al orfanato, mientras venía de la universidad, e inmediatamente llamó a su hermano, para saber si era lo mejor para María. La respuesta fue afirmativa. El qué viera a las que por un tiempo fueron su única familia, le haría muy bien.

Ahora no estaba tan seguro.

—Claro... claro qué me pone feliz. Es solo... qué no sé si estaré lista. Verlas después de tanto tiempo. Después de qué escapé. No sé cómo voy a hacer—

—Vas a poder. Y te aseguro qué estarán felices de verte—ella soltó una risita nerviosa.

—No puedo creerlo. Después de diez años... volveré a ver a mi madrina, a Manuela—sonrió, contagiándose de su felicidad—crees... ¿crees qué debería decirle mamá? Siempre se comportó como una especie de madre conmigo—

—Es lo justo. Es la única casi madre qué has tenido—se rodeó los brazos, sonriendo—nos vamos ya mismo. Ve y ponte bien guapa—se puso de pie al mismo tiempo qué ella, y la rodeó con los brazos, cuando ella lo abrazó.

—Gracias. Te pondría en un pedestal justo ahora, si pudiera—le besó la mejilla y se perdió por el pasillo, para ir al cuarto a prepararse.

Su sonrisa se desvaneció. Tenía qué atender antes otro asunto qué lo preocupaba. ¿Qué le había pasado a Mónica? Se encaminó a buscarla en los cuartos. Quizás hasta ella podría acompañarlos, y aprovechar para distraerse. Al entrar en la habitación de ella, la vio salir del baño con los ojos rojos y un papel higiénico, limpiándose la nariz y el rostro. Frunció el ceño.

— ¿Mónica?—ella se limpió con rapidez.

—Señor Gabriel—trató de sonreír, pero no le salió.

— ¿Te encuentras bien? ¿Pasa algo malo?—ella negó—estabas llorando—volvió a negar.

—No lloraba. Esto... el almuerzo me sentó mal y tenía un poco de nauseas—

— ¿Quieres que te prepare algo?—ella negó, restándole importancia con la mano.

—No. Ya me siento mejor. Fue solo una indigestión—

—Porque quería saber si nos quieres acompañar. Llevaré a María al orfanato. Se va a reencontrar por fin con su madrina. Y así podrías distraerte tú, un rato—

—Yo...—apretó los labios—yo se los agradezco, pero... preferiría quedarme, y aprovechar para llamar a mi madre—

—Mónica, no te noto bien. ¿Qué pasa?—negó de nuevo.

— ¿Qué hacen? Yo ya estoy lista—apareció María con el vestido amarillo qué llevó en la fiesta de las familias del centro, puesto, y el cabello recogido en una coleta.

Y estaba preciosa.

Y estaba preciosa

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Gabriel Corazón. L1 de la Bilogía: El ángel de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora