PARTE 3 PARAÍSO (CAPITULO 71):

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Volvieron a casa en la noche, después de las clases en la universidad, y las de María en el centro. Los nerviosismos de ella habían continuado. En el almuerzo, Mónica se había quemado, preparando el chicharrón para los frijoles, soltando un grito. Y con solo eso, María casi había salido corriendo del apartamento, creyendo qué le iban a hacer algo a ella. Y de vuelta de las clases, estuvo silenciosa el resto del camino, solo contemplando las calles qué dejaban atrás, y las gotas de lluvia qué mojaban el vidrio. Insistía e insistía qué estaba bien, pero él sabía qué no era así. Algo la había preocupado desde la mañana. Y por ende, lo había preocupado a él también.

Ahora ella se preparaba para irse a la cama, mientras él debía proseguir con la preparación de las clases de la universidad. Una buena forma de relajarse. Hoy Antonella, alias señorita acosadora, lo había vuelto a importunar y le había sacado el Osorio qué llevaba dentro. Y cuando a él algo lo fastidiaba, se desquitaba con quienes no lo merecía, convirtiéndose en alguien silencioso y seco. Quizás incluso era lo que tenía así a María.

La vio venir del cuarto, con el pantalón de pijama y un suéter puestos, más una trenza floja en el cabello. Sonrió tímida.

—Me iré ya a dormir. La salida me dejó agotada, y el no conseguir tocar bien en la clase de violín tambien. ¿Bueno?—

—Me parece perfecto. Descansa—le besó los nudillos—pero antes de que te vayas...—tiró de ella.

— ¿Qué?—

—Quisiera hablar de algo contigo. Y ese algo, es cierto desasosiego qué te vengo notando todo el día en el semblante—ella gruñó, echando la cabeza hacia atrás—y no me hagas así, por favor. Esto es serio—

— ¿Otra vez lo mismo? Gabu, ya te dije qué estoy bien. No me pasa nada. Solo me asusté un par de veces—

— ¿Un par de veces? Antes de salir, te vi alerta, como si presintieras o vieras algo. Cuando ese chico limpió los vidrios sucios, tú te echaste a un lado como si te fuera a golpear. Después escapaste de la óptica, supuestamente a ver algo en los alrededores, y cuando yo llegué, pareciera qué hubieses visto al mismísimo demonio. Andabas precavida por las calles como si alguien te espiara. Y Mónica grita por un quemón, y si yo no te detengo, habrías saltado por el balcón. Así qué no me digas qué son solo un par de veces—

—Bueno. He estado nerviosa hoy todo el día, pero no es la gran cosa. Así he sido toda la vida—se sentó en la silla, atrayéndola a él—no me pasa nada más, lo juro—

—Bueno. ¿Qué te ha puesto nerviosa hoy?—ella suspiró.

—Gabriel...—

—Te pusiste pálida cuando yo llegué a esa esquina—

—Me asustaste. ¿Qué esperabas?—

—Eso no fue por mí. Ya estabas así desde antes—no dijo nada—me preocupas, pequeña. Porque la última vez qué te vi así tan nerviosa, casi fuera de sí, fue cuando te rescatamos de la banda, después de esa masacre de la policía—agachó el rostro y entonces él lo supo.

Tenía que ver con eso.

—Te pone nerviosa algo de la banda. ¿No es así?—le apartó unos mechones del rostro— ¿mm? cuéntamelo—

—Hay... tantas cosas qué no sabes de mi—balbuceó.

—Entonces cuéntamelas. Quiero ayudarte. Siempre quiero ayudarte—

El trataba de entenderla. Contrario al resto de personas con las qué tal vez ella había interactuado, y muy aparte de Manchas y Fernando, el siempre querría su bienestar antes qué otra cosa. Si iba a ser después de todo, lo único qué la impulsaba a luchar, pues le prestaría su ayuda y compañía incondicional. Porque eso era lo que necesitaba. Y tambien un borrón y cuenta nueva.

Gabriel Corazón. L1 de la Bilogía: El ángel de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora