— ¿Qué es lo que acaba de pasar?—le dije.
—Llegaste al orgasmo, producto de la excitación—
—Nunca me había sentido así. Me ha gustado—besó mis mejillas.
—Me alegra. Porque no ha terminado—
— ¿No?—negó—pero quedé... casi muerta, literal—
—Puedes tener un orgasmo tras otro, casi inmediatamente. Las ventajas de que seas mujer—
—Tiene que ser mentira—me dio un beso y volvió a tocarme entre las piernas.
Gemí en sus labios.
—No lo es—se removió los bóxer, sin dejar de mirarme—sabes que aun puedes decir que no. Y yo no me enojaré—
—Quiero hacerlo. No tengo miedo—juntó su frente con la mía—tú te has llevado todos mis miedos—
Me soltó un segundo, poniéndose la protección. Sentí frío donde antes hubo calor. Estiré las manos hacia él, deseando volver a sentirme refugiada entre sus brazos. Besó mis labios con cariño. En sus ojos solo brillaba el deseo y el amor. Estaba solo con él, en nuestra pequeña burbuja. Sin importar el tiempo.
Manchas tenía razón al decir, que haciendo el amor, con la persona que querías, daba una conexión y una sensación muy especial. Lo abracé, sintiendo mi amor por él, crecer y crecer. Con mi corazón a punto de explotar.
—Dolerá, lo sabes. ¿No?—afirmé.
—Manchas me lo dijo—
—Pero es necesario—cerré los ojos.
—Solo se cuidadoso—susurré en sus labios, antes de que me besara.
Acarició mi espalda, con sus manos descendiendo hasta mi trasero, levantándome y entrando muy despacio. Solté una exclamación entre suspiro y medio sollozo, abrazándome a él, besando su cuello. Dolía. Pero era un dolor soportable. Respiré con dificultad.
Quería que esa sensación aumentara, pero al mismo tiempo, que se detuviera.
— ¿Estás bien?—buscó mis ojos.
—Si—jadeé—pero quiero...—se movió solo un poco—ohhh... eso... eso es lo que quiero—se movió más y yo creí que iba a morirme.
Despacio, muy despacio, y con la respiración tan acelerada como la mía, comenzó a moverse dentro de mí. Gemí, tirando de sus cabellos, arqueándome, cuando volvió a llenarme de besos el cuello y los senos. Tantas sensaciones volvían a rodearme por todos lados, que no sabía a cuál responder más. Incluso sentía que no iba a ser capaz de soportarlo. Me retorcí, ardiendo, pero deseando más de esta dulce agonía.
—María, mi María—gruñó, besando mis labios.
Seguí su ritmo con mis caderas, deseando más, repitiendo su nombre una y otra vez, entre suspiros. Volví a sentir esa sensación esquiva, luchando de nuevo por alcanzarla y no dejarla ir. Subiendo y subiendo, tan rápido como sus movimientos.
Estaba cerca. Otra vez. Tan pronto.
Le arañé las espalda, desesperada, rindiéndome a su cuerpo, su calor, su dulzura, su... Grité, tensándome y estallando en pedazos, al llegar otra vez. El me siguió. Cerré los ojos cuando se me llenaron de lágrimas de dicha.
¡Lo amaba! Lo amaba como nunca amé a nadie. Lo amaba hasta el punto de que me explotara el corazón y se me doblaran las rodillas al verlo. Éramos uno. Mi Gabriel. Yo, su María.
Mi todo.
Suspiré, con él en mi pecho, aun abrazándolo y acariciando sus cabellos. Lo que había pasado era indescriptible, apabullante. Pero tan placentero.
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Gabriel Corazón. L1 de la Bilogía: El ángel de mis sueños
RomansaMaría, fue abandonada por su madre en un orfanato, cuando solo era una bebé. Y a sus doce años escapó. Dispuesta a buscarla y pedirle explicaciones. Ahora con veintidós años, conoce todas las drogas que pueden existir y vive entre la inmundicia que...