PARTE 2 REDENCIÓN (CAPITULO 56):

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— ¿Qué te sugiero para hacer?—lo vio meditar—yo digo que nada. Seguir las cosas como van. Para ella, ya tienes novia. Si mi plan en serio funcionó, ya debería dejar de fastidiar. ¿La has visto estos días?—negó.

Y gracias a Dios.

Según los compañeros, Antonella estaba incapacitada por una virosis

—Lo que sea, me sirve para alejar a esa mujer, Fernando. Antonella ya se pasa de la raya. No quiero nada con ella. Me gusta es María—su hermano sonrió.

— ¿Y ya se lo has dicho?—negó.

—Se lo he demostrado, pero no le he dicho lo que siento por ella—

—Deberías. Tal vez es lo que necesite—

—Se lo diré a mi regreso. No te lo había contado, pero me voy para Bogotá—

— ¿A qué vas a Bogotá?—

—Congreso de idiomas. Dos semanas. Me requieren como representación de la universidad, en el de francés—

—Y te lo tenías bien guardadito. ¿Por qué no habías dicho nada?—

—Tenía que inscribirme y confirmar asistencia. Me voy el lunes al medio día—

—Y no habías confirmado asistencia por María—le dio un sorbo al café.

—Me he encariñado tanto con ella, que no quiero dejarla sola ni un minuto—el chasqueó la lengua.

—A ella no le pasará nada, Gabriel. Su amiga vuelve mañana en la noche y queda muy bien cuidada aquí. ¿Cuándo has visto que descuidemos a alguno de nuestros rehabilitados?—

—Tal vez aquella vez que no soportaron el tratamiento y se quitaron la vida—

—Solo pasó dos veces y fue recién comenzando. Ya es diferente. Además, María es casi tu novia, por lo que tambien es casi mi cuñada, ¿crees que la descuidaría a ella? Tiene más privilegios que cualquiera de aquí—

— ¿Más que Manchas?—dejó la taza en la mesa, señalándolo.

—Ey, ese es otro cuento. Isa es mi novia. Y ya no está en tratamiento—rió.

—Era broma, hermano. Y sí. Sé que María va a estar a salvo aquí. Pero no sé porque, no dejo de tener una desazón en la boca del estómago—

Y eso solo le pasaba, cuando iba a ocurrir una tragedia.



Di vueltas por mi cuarto, frotándome los brazos, ansiosa, triste y molesta a la vez.

Todo este tiempo estuvo jugando conmigo, traicionándome como los demás. Haciéndome creer que él me quería y solo se burlaba de lo tonta que yo debía verme enamorada.

¿Quién podría querer a una drogadicta?

No sabía en que estaba pensando, cuando creí poder con esto, y tener una vida diferente.

Inhalé hondo, pasándome las manos por el rostro. A pesar de todo el tiempo que llevaba sin consumir, se me vino a la cabeza lo fácil que sería olvidarlo todo, fumando un porro, perdiéndome del dolor que estaba sintiendo, de ver que tampoco Gabriel me quería.

¡Pero no tenía un maldito porro en la mano!

Gruñí, sintiendo de nuevo las voces en mi cabeza. El ruido, la ansiedad.

Esto era lo único que aún no enfrentaba de las adicciones. La doctora me había dicho que tenía que hacer ciertos ejercicios para ella, pero no me servían. Comencé a arrojar cosas contra la pared. Entre ellas, el frasco vacío de las pastillas que tomaba. Me quedé mirándolo rodar por el suelo. Hoy tenía que ir por el siguiente para tomarlas. Parpadeé dos veces.

Gabriel Corazón. L1 de la Bilogía: El ángel de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora