—Estábamos dormidas, cuando un ruido me despertó, y lo siguiente que vi, fue a ella en el suelo llena de sangre—sollozó—no sé qué pasó. Y tampoco creo que sea lo que tú dices. María no pudo intentar suicidarse—
— ¿Por qué no? En estas condiciones es lo más factible, Manchas. Las drogas te pueden volar la cabeza, hacerte cometer tonterías—
—Pero ella no es así, Gabriel. Yo la conozco, tu no. Además, ¿para qué decirme que no la dejara morir, si según tú, se quería suicidar?—él se quedó pensativo.
—Bien. Si no se iba a suicidar, entonces dame un motivo de porque pasó lo que pasó. Cuenta más. ¿Qué viste? ¿Qué oíste?—
Habían pasado las tres y hasta las cuatro de la madrugada, y no tenían respuestas de lo que había sido de María. Si seguía viva, muerta, si estaba grave o estable. Nada. Manchas solo esperaba y buscaba opciones, en compañía de Gabriel, que no quería dejarla sola con la carga. Pero mientras ella decía no saber lo que había ocurrido, el sí. La chica, cansada de su mala vida, de las drogas y la miseria, había tomado la decisión más desesperada. El suicidio. Uno que Manchas pudo impedir.
—Al despertar, una sombra salía de la casa. El cuchillo estaba en el suelo a los pies de María, y ella cubriéndose el estómago—miró con fijeza la mesita de la sala de espera, donde había un jarrón y muchas revistas de moda y salud—eso fue lo que vi—
— ¿Dijo ella algo más, aparte de: No me dejes morir?—la morena trató de recordar las imágenes en secuencia. Al final chasqueó los dedos.
— ¡Sí! ¡Lo tengoooo!—se puso de pie súbitamente—Cuando quise saber que le pasaba ella susurró una palabra: Gato—
— ¿Y eso sirve para definir, que quien la atacó fue un animal de cuatro patas?—recibió un golpe en la cabeza.
—No, Gabriel. ¿Recuerdas el hombre que entró a la casa, maldiciéndolo todo? Su nombre es Samuel. Pero todos le decimos Gato. Él fue. Estoy segura—
Gabriel se puso de pie.
—Bien. Entonces hay que avisar a la policía—Manchas lo hizo sentar de nuevo.
—No. Hasta que la Chata no esté bien, no. Ella querría saber que vamos a notificar y si lo desea o no—
— ¿Cómo no lo va a querer? Es por su seguridad—ella alzó una ceja.
— ¿Tú crees? Ella es una indigente. Vive metida en las drogas... Ro... Roba para tener más dinero y seguir consumiendo. Cargaba esto todo el tiempo—enseñó el cuchillo envuelto—y no para limarse las uñas. ¿Piensas que lo que ella necesita es una visita de Paola, justo ahora?—él la miró confundido.
— ¿Qué tiene que ver una tal Paola con los oficiales?—
—Ellos son Paola—susurró—cuando nos va a caer la policía, nosotros gritamos Paola para advertir—afirmó—María no querrá a los oficiales cerca—vieron venir un médico con un traje de cirujano, y una tabla en mano.
—Acompañantes de... ¿la chica indigente?—Manchas casi echó a correr hacia él.
—Somos sus amigos. ¿Cómo está ella?—se retorció las manos.
—La chica ingresó muy mal. Tenía dos puñaladas en su estómago, comprometiendo algunos órganos. Fue sometida a una cirugía de emergencia, para detener el sangrado y suturar las cortadas—el aire les volvió al cuerpo—ahora está estable, descansando en un cuarto. Pero tendrá que quedarse un día más. Las heridas son graves—
— ¿Y podemos verla?—afirmó.
—Pero uno a la vez. Usted puede entrar. Yo hablaré unas palabras con el hombre, si le parece—mientras Gabriel afirmaba y tomaba asiento con el médico, Manchas, guiada por una enfermera, se encaminó a donde tenían a su amiga, no sin antes desinfectarse las manos.
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Gabriel Corazón. L1 de la Bilogía: El ángel de mis sueños
RomanceMaría, fue abandonada por su madre en un orfanato, cuando solo era una bebé. Y a sus doce años escapó. Dispuesta a buscarla y pedirle explicaciones. Ahora con veintidós años, conoce todas las drogas que pueden existir y vive entre la inmundicia que...