PARTE 2 REDENCIÓN (CAPITULO 34):

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MARÍA EN MULTIMEDIA. CRÉDITOS A GIA POR LA FOTO

Los cinco días de acoplamiento que me dieron en el centro, se acabaron más pronto de lo que pensé. Adaptarme estaba siendo difícil, pero ponía todo de mi parte a ver si hallaba mi lugar. Manchas intentaba ayudar, pero ella tambien debía cumplir con unos horarios e iba más avanzada que yo, con las terapias que inició. Yo ni había tenido la primera.

Patty tambien estaba ahí para mí. Y viendo que un día estaba tan aburrida, y ella tenía tanto por hacer, le pidió a una de las ayudantes si yo podía participar del curso de origami. Y me aceptaron. Pero luego de muchos intentos con ese estúpido papel doblado, sin que la figurilla me quedara tan bonita como la de los demás, arrojé el papel al suelo y salí del salón, muy molesta. Y aunque la maestra me llamó, no obedecí, encerrándome en mi cuarto. El doctor fue a verme después con ella, y tratar de explicarme que debía mantener la calma. Que estaba bien que las cosas no resultaran al comienzo. Y terminó marchándose muy defraudado, cuando le di la espalda a la puerta, anunciando que solo quería dormir un rato.

Las comidas empezaron a aumentármelas de a poco. Ya no eran solo sopas. Comía galletas saladas y un poco de jamón al desayuno, con ese caldo. Y al almuerzo y la cena me aumentaban tambien las raciones. Me sentaba con Manchas y me contaba animada todos los avances que tenía, y que en su próxima cita con la psicóloga, tratarían el problema con su padre.

Al menos a algunos les iba bien.

Ese día quinto, Patty vino a buscarme temprano como siempre, pero esta vez no para el comedor. Tendría mi primera cita con el doctor Fernando dentro del centro, para explicarme que pasaría de ahora en adelante. Y para ello, solicitó que los desayunos suyo y mío, fuesen servidos en el jardín. Mi tutora le comentó lo mucho que me había agradado ese lugar.

Me recogí el cabello con una liga que me dejaron en un pequeño neceser nuevo. En él había peines, resortes para cabello de todos los colores, horquillas, crema dental, cepillo de dientes, protector solar, un frasquito de jabón corporal y shampoo. Y pedían que informaras sobre la necesidad de toallas higiénicas en el momento que fuesen necesarias.

Salí del cuarto, donde estaba mi tutora, y tomada de su brazo nos encaminamos al jardín a donde debía estar Fernando. Me pasó mi hoja con las instrucciones de esa semana.

—Aquí está todo lo que necesitas, mi niña. El doctor te va a explicar lo que necesitas saber del centro, que no te contara yo. Cómo te sientes en él, si tienes dudas. Todo—

—De acuerdo. Aunque me aburre empezar todas esas charlas—chasqueó la lengua.

—Pero es necesario. Puede que ahora no le veas objetivos. Pero después cambiarás de idea. Te lo prometo. No todo es tan oscuro como te puede parecer—llegamos al jardín, y ya había dos mujeres de la cocina, sirviendo el desayuno—te dejo aquí. Nos vemos después, para ayudarte con lo que asignen—afirmé y me encaminé a la mesa, tirando de las mangas del suéter color crema.

Miré la banca bajo el árbol, donde me había sentado con Gabriel al día siguiente de mi entrada. Desde entonces no había vuelto. No había pisado el centro ni una vez. Era obvio que en serio estaba molesto conmigo. Tonta de mí que no pude contenerme con lo de los apodos de mierda.

"Ahora no querrá ser tu amigo. Bien hecho. Todo lo estropeas" Dijo una voz en mi cabeza.

Llegué a la mesa, mirando mis tenis.

—Buenos días, María—me sonrió.

—Buen día—me indicó la mesa.

—Toma asiento, vamos a platicar mientras desayunamos—delante de mí, tenía un plato con galletas, pan, fresas y mango. Y un vaso de zumo de naranja— ¿Cómo has estado? ¿Qué tal te has sentido estos cinco días de adaptación?—

Gabriel Corazón. L1 de la Bilogía: El ángel de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora