—Cuénteme todo de ella. Lo que sepa. Sus costumbres, aspecto físico, todo—vio como la oficial Paula Torres, tomaba asiento en su escritorio, desocupándolo de cosas, para dejar el espacio disponible a las fotografías y documentos importantes.
El lugar era austero, en madera, con computadoras, mapas de la ciudad en las paredes, y carpetas agrupadas por zonas en un estante. Una gran ventana que daba a la ciudad y con las montañas al fondo, cubierta por una persiana, en ese momento entornada por el intenso sol. Lo único que podía reconocerse más o menos hogareño o alejado de todo esto llamado trabajo e investigación, era un portarretrato. En él, salía una pareja con dos pequeños en brazos. La niña con síndrome de Down. Todos lucían felices.
Celina apartó la vista de esta, concentrándose en el vaso de agua que tenía en la mano.
—Llegó a mí... cuando era una bebé. Es decir... al orfanato. Pero fui yo la que se encariñó con ella y la tuve conmigo como si fuese mi hija. Le puse el nombre de María—
—O sea que no es su hija—negó.
—Es un orfanato donde vivimos, oficial. Todos los niños albergados allí fueron abandonados. Mi hermana y yo nos encargamos de su cuidado. Pero la niña... es especial—se le iluminó el rostro al recordarla.
Su sonrisa, su inteligencia. La última vez que la vio saliendo de su clase de ciencias. Preguntándole y preguntándose a sí misma, porque el mundo era como era.
"—Madrina. ¿Por qué la tierra gira hacia determinado lado y no hacía otro? ¿Quién ha dado la orden de que vaya a ese lado?—"
En ese momento no tuvo ni pizca de idea de que responder, y menos lo había sabido su maestra. La niña se hacía preguntas que nadie se hacía nunca. Curiosa por el orden de las cosas, por los idiomas y por la música. Ella tenía tantos sueños a futuro para su pequeña, y ahora ninguno de ellos parecía posible.
— ¿Cuántos años tiene María?—la oficial Torres la trajo de vuelta a tierra.
—Doce. Cumple los trece en octubre. Pero no se deje engañar por la edad. Es una niña muy inteligente y curiosa—la mujer sonrió levemente, como si la señora que tenía delante le inspirara suma ternura, o le recordara a su abuela o a su madre.
—Antes de que continuemos a lo que pasó el día de la desaparición, quiero que me detalle que caracteriza a la pequeña, y vaya sacando las fotografías más recientes que posea. Nos serán necesarias para la búsqueda—
¿Los detalles que más recordaba de su pequeña María? Si alcanzara a enumerarlos en poco rato. La niña era un libro abierto. Y muy diferente a los demás.
El día avanzó y pude terminar mi comida, y aplacar el hambre por un tiempo. Hizo un sol abrasador desde el comienzo de la mañana, hasta la tarde, y pocas nubes tambien. Deambulé por calles y calles, siempre caminando por el gran puente, que servía de rieles al metro. Por extraño que pareciera, me hacían sentir como que iba en línea recta y en la dirección correcta tambien.
Cientos de ideas habían rondando mi cabeza durante el día. ¿Me buscarían? ¿Me extrañaría mi madrina? O como con cualquier situación ya pasada en este día anterior y el que estaba por acabar, tambien ella se olvidaría de mí, o me rechazaría. Y si volvía por milagro al orfanato, ¿Cómo me recibirían? ¿Estarían felices?
El último pensamiento, refirió sobre el pedir ayuda a la policía. Era lo que había dicho la señora del toldo el día anterior. Pero ahora sabía que no podía acudir a ellos.
Desde pequeña, tenía conocimiento que los policías perseguían a la gente mala, para proteger a la buena. O... la mayoría de veces era así. Yo había robado comida esta mañana, y si el dueño de la panadería dio aviso a la policía como yo estaba segura de que lo hizo solo por robarle un poco de comida, acercarme a los oficiales, sería meterme en la boca del lobo. Dejarme atrapar.
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Gabriel Corazón. L1 de la Bilogía: El ángel de mis sueños
RomanceMaría, fue abandonada por su madre en un orfanato, cuando solo era una bebé. Y a sus doce años escapó. Dispuesta a buscarla y pedirle explicaciones. Ahora con veintidós años, conoce todas las drogas que pueden existir y vive entre la inmundicia que...