PARTE 2 REDENCIÓN (CAPITULO 57):

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Agotado de estar de rodillas, se sentó en el suelo, con ella en brazos, esperando que se calmara. Ya no lloraba mucho, pero si temblaba. Le acarició los cabellos.

—Estás a salvo conmigo. No te preocupes ya por lo demás—se sujetó la cabeza, cerrando los ojos.

— ¿Ni siquiera por el hecho de que todo me da vueltas?—el miró a Fernando, como buscando ayuda.

Se acercó a revisarla en los ojos. Frunció el ceño.

—Tenemos que llevarla al hospital. Llevaba mucho sin consumo y tuvo una recaída. ¿Qué consumiste y cuánto?—

—Las pastillas de Naltrexona. Diez comprimidos—cerró los ojos.

Una sobredosis. Y del medicamento que necesitaba.

—Hay que desintoxicarla pero ya. Que lo expulse todo. Y creo que un lavado de estómago tambien—dejándola sentada en el suelo, con cuidado, se puso de pie para ayudarla.

Fernando se retiró a hablar con los bomberos un segundo. Se retiraron. María que se iba a poner de pie, no pudo.

— ¡Mierda! Gabriel, agárrame—gritó, teniéndose la cabeza—todo está dando vueltas muy... rápido—la atrapó cuando las piernas le cedieron.

— ¡María!—

Se apoyó en él.

—Creo que ahora si me voy a...—dejó los ojos en blanco, desvaneciéndose.

Su hermano negó.

— ¡A correr para urgencias, pero ya!—levantándola en brazos, lo dejaron pasar primero por las escalas. Fernando detrás, hablando por un walky talky, pidiendo una camilla a la entrada de la capilla.

La miró en sus brazos, desmadejada.

—Tranquila, cariño. Te vas a poner bien—con la rapidez que la pidió, la camilla llegó hasta la capilla.

La recostaron en ella. Afuera, estaban varias personas queriendo saber lo que pasaba. Entre ellas la señora Esmeé. Se cubrió la boca, echándose la bendición después. Mientras los enfermeros corrían al hospital, él los siguió detrás, luchando por tomarle la mano a María.

No lo dejaron entrar. Pero pudo ver desde la puerta, como ella comenzaba a convulsionar de forma violenta. Su corazón se arrugó, de saber que él no podía estar allí diciéndole que todo iría bien. Miró a su hermano gritarles órdenes a los médicos y enfermeros. Con términos que él no entendía. Solo que mencionaban un anti convulsivo. La dejaron de lado, le aplicaron el medicamento y empezaron a monitorearla, conectándola a varios aparatos.

"Señor, te lo ruego. Sálvala. Dale una última oportunidad" pidió mentalmente.

Porque Él era el único que podía sanarla.

Ferny lo miró y después le dijo algo a una de sus enfermeras. Como hacía siempre. Esta asintió, saliendo del lugar, a su encuentro.

—Nataly, dime que está bien—ella trató de apaciguarlo.

—Tenemos que esperar, los médicos hacen todo lo posible para que ella se ponga bien. Pero el que tiene la última palabra es Dios. Y lastimosamente vengo a pedirte que te retires. Por más que seas el hermano de Fernando, esta zona es restringida—

—No me hagas eso, Nataly. Esa chica que hay allá dentro, es justo ahora lo más preciado que tengo. Quiero esperar aquí a que se ponga bien—negó.

—Puedes hacerlo afuera. Ordenes son órdenes. Lo siento—

No importaba lo que el suplicara. Conocía a la enfermera. Era rígida y amaba cumplir las normas del centro. Nada la haría apiadarse.

Gabriel Corazón. L1 de la Bilogía: El ángel de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora