—Ahora si nos has metido en muchos problemas, perra—intenté echarme hacia atrás cuando se acercó a mí.
No pude. Me sujetaron entre varios, de los brazos, hasta alzarme, dejándome a su altura. Los brazos de los chicos, me tenían como garras. No vi venir los golpes a mi cara. Uno tras otro, con la culata de la pistola. Cerré los ojos para no verlos, y escupí sangre, sintiendo dolor en cada parte de mi cuerpo. En cada parte de mi alma. Mi orgullo. Mi dignidad.
—Te dije que el respeto se ganaba, Chata. Que los privilegios tambien—miré al suelo, respirando agitada.
En el silencio que se hacía con las pausas de Campanita, pude escuchar que mi amiga Manchas, lloraba, deseosa de poder hacer algo para evitar esto, pero sin atreverse por temor. Apreté mis labios, dispuesta a que no me vieran sentir dolor ni que pensaran que estaban ganando.
— ¿No vas a decir nada?—me dieron otra bofetada.
Alcé los ojos, con una mirada de odio.
—Sí. Que me golpees más si eso te hace sentir poderosa, pero no vas a conseguir doblegarme. Se acabó la María sumisa que hacía todo cuando una hija de puta como tú lo ordenaba. Mátame si quieres, pero ambas sabemos que eso sería dejarme ganar. Porque no sabes las ganas de morirme que tengo—
Ya estaba harta de que esta manada de imbéciles creyera que podían tener poder sobre mí. Si querían un peón para ellos, que buscaran en otro lado.
—Solo eres una mierda en mi zapato. Una traidora—
— ¿Y sabes tú que opino de eso?—escupí hacia un lado, volviendo a verla—que no me interesas—llena de rabia, me empujó hacia atrás, provocando que los otros me soltaran y me golpeara en los tablones.
—Te acabas de rebajar a la peor de las categorías. Y eso te deja sin privilegios—me arrebató la bolsita de droga de las manos—tu verás cómo lo llevas de ahora en adelante sin droga—me empujó con su zapato encima de mi pecho, como si quisiera aplastarme. Ella y su hermano se marcharon, seguidos de los demás.
—Como tomes una de estas—señaló Líder, vas a volar en pedazos antes de que intentes siquiera inhalarla—
Manchas se movió a un lado, dejándolos pasar, y queriendo evitar que la golpearan más a ella. Cuando estaban lejos, se acercó corriendo a mí, ayudándome a sentar, y revisándome las vendas del estómago antes que todo.
—Mira cómo te han dejado. ¡¿Porque volviste, Chata?! Estabas mejor con Gabriel—
—Por estúpida, Manchas. Ayuda a las personas y te tiraran las sobras en la cara—me toqué la mejilla, sintiéndola llena de sangre.
—Vámonos de aquí—negué.
— ¿Bromeas? No hasta vengarme—gimió.
—La venganza no trae nada bueno, María, tu misma lo has visto—me quitó el gorro de las manos—vamos a sacarte de este cuarto, y te voy a limpiar esas heridas. ¿Puedo mojarlo con agua?—lo señaló.
—Si no te prohíben hacerlo tambien los muy tacaños con sus privilegios de mierda—se puso de pie, ayudándome después a mí.
Tomé un paquetito, destapándolo e inhalando de golpe.
— ¡Chataaaaa!—se cubrió el rostro y después miró en las cercanías.
—Que miren por dónde meterse sus estúpidas normas, si les caben—cerré los ojos, esperando que la droga hiciera su efecto.
—Estás loca—negó.
—Y me alegra que lo sepas—a paso lento y con mucha dificultad, me ayudó a poner de pie, y salir de allí, entregándome las llaves de esa sala.
ESTÁS LEYENDO
Gabriel Corazón. L1 de la Bilogía: El ángel de mis sueños
RomanceMaría, fue abandonada por su madre en un orfanato, cuando solo era una bebé. Y a sus doce años escapó. Dispuesta a buscarla y pedirle explicaciones. Ahora con veintidós años, conoce todas las drogas que pueden existir y vive entre la inmundicia que...