PARTE 2 REDENCIÓN (CAPITULO 38):

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Conforme a lo que me pedían en el centro, tomé una clase extra que fuera de mi gusto, y que pudiera ver durante los recesos de las clases de religión y de ayuda a las adicciones. La elegida fue pintura. No tenía mucha paciencia para hacerle a un cuadro y que quedara de forma perfecta. Pero al menos en esta tercera clase, estábamos dibujando un paisaje con los dedos y se veía fácil. Meterlos en la pintura y luego dibujar en la hoja.

Era relajante y a la vez extraño, meter las manos entre el líquido espeso. Llevábamos batas y yo el cabello recogido en una trenza, mientras hacíamos el sol, los árboles y los prados. El maestro era un hombre muy mayor y tambien amigable. Nos trataba como si fuésemos sus nietos, y fuera lo que dibujáramos lo elogiaba, por más feo que quedara.

Al menos me servía de algo. Mantener alejada la mente de todo lo que pasaba a mí alrededor. De recordar, que Gabriel no había vuelto en estos dos días. Por petición mía. Y de pensar en los malos síntomas que me provocaba la nueva dosis de medicación contra las drogas. Porque esta vez su consumo tuvo efectos secundarios. Los mismos que la heroína me producía a veces. Estuve el día anterior con el estómago en malas condiciones, con vómitos y diarrea, además de un poco de depresión.

Por otro lado, la decisión de que Gabriel no volviera a verme, se había dado porque tuvimos una discusión. El a querer explicarme que lo que hizo fue por mi bien, y yo a justificarle que entendiera que me sentía traicionada. Que estaba comportándose como los demás, diciendo que haría esto, y pasaba lo contrario.

Si el decidía venir, porque quería saludar a Manchas o a su propio hermano, yo me mantenía distante para no encontrarlo por ahí. Y como el centro era grande, era fácil de cumplir.

Secaba mis manos en un pañuelo ya lleno de pintura seca, cuando el profesor se acercó a mí.

—Hola, María—le sonreí de forma leve, mientras miraba mi pintura—bien hecho. Muy bonito—me puso una carita feliz en el dibujo, luego de revisarlo— ¿Qué tal te sientes con la clase?—alcé mis hombros.

—Me gusta. Al menos me mantiene distraída. Y me relajó meter las manos en pintura—

—Esa es la idea, querida. Mantener la mente apartada de todo. Y que plasmes lo que ves a tu alrededor, de forma diferente a como realmente se ve. Ya puedes retirarte. Tu dibujo está terminado—afirmé—pero antes, hazme un favor. Quítate el delantal, lávate las manos, y luego vienes para entregarte unos papeles que necesito que me lleves a la oficina del doctor Fernando. ¿De acuerdo? Tus compañeros aun no terminan y no los puedo dejar solos—

—No se preocupe. Yo los llevo—me ayudó a cerrar los frascos de pintura y poner el cuadro, listo para exhibirse con los demás, como hacía en las clases.

Me encaminé a los baños a lavarme las manos y terminar de organizarme. Me eché un poco de jabón, mientras me miraba en el espejo. Había cambiado un tanto desde mi llegada. Ya no tenía las ojeras muy negras, ni la piel de la cara tan enjuta. La buena alimentación había contribuido a ello. Y las vitaminas tambien. Aunque las adicciones seguían en mí. De vez en cuando me despertaba con ansiedades, queriendo consumirlas. Pero tenía que dejarlas de alguna forma.

No iba a permitir que ellas ganaran de nuevo.

Limpié el jabón y las manchas de pintura con agua, y cuando estuve lista, me arreglé el peinado y me desprendí del delantal, volviendo al jardín, donde era llevada a cabo la clase. Mis compañeros seguían pintando, pero el profesor hablaba con Gabriel. Me detuve un segundo, mirando al cielo, y suspirando.

Me vio.

Vaya mierda.

Le dijo algo al profesor, alejándose y viniendo a mí.

Gabriel Corazón. L1 de la Bilogía: El ángel de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora